Amores modernos: la imitación inconsecuente
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
14-08-2020 12:08:30
En años recientes se han extendido las diferentes lecturas sobre las múltiples configuraciones que pueden existir en cuanto a relaciones sexoafectivas se refiere. Monogamia, poliamor, encuentros casuales y demás. Asimismo, se han abordado en los productos audiovisuales las repercusiones emocionales de los eventos en nuestras conexiones. La serie Modern Love es, quizás, el ejemplo más citado y mejor elaborado.
En México tenemos Amores modernos, dirigida por Matías Meyer. El título sugiere una cosa, pero termina siendo una completamente diferente. Esta cinta comienza con la repentina muerte de Armida (Concepción Márquez), esposa de Luis (Rubén Pablos) y madre de Carlos (Andrés Almeida) y Alex (Leonardo Ortizgris). No eran una familia unida por motivos que no se esclarecen cabalmente, pero hay resentimientos en todas direcciones. En el último adiós aparece Rocío (Ilse Salas), una misteriosa “amiga” que va a cuidar al padre. Sin saberlo, tienen un lazo que los une y es más profundo de lo que piensan aparte del cariño que ella siente por el viejo.
Ese es el núcleo del argumento, pero cada uno “tiene” subtramas. Paralelamente, Carlos tiene un matrimonio que pende de un hilo, Alex huyó de su familia para juntarse con su novio en Argentina, Rocío huyó de su pareja porque no estaba segura de la relación y Don Luis tiene alzheimer. Es ésta la única que tiene desarrollo a lo largo de la trama, pues las demás se abandonan o se les dan resoluciones absolutamente blandas. Anécdotas.
El asunto de Carlos se usa para explicar someramente su carácter molesto y egoísta, pero nunca se elabora la relación con su familia ni nada más que en algunas líneas; la separación de Rocío no le deriva en nada en su personaje, pero sí al de su esposo quien tiene un hilo secundario absolutamente intrascendente donde termina ayudando en un parto. Es decir, tal vez la idea de que las figuras principales tuvieran relaciones conflictivas caía en la idea de la modernidad en los amores, pero no fue así. ¿Cuáles amores y cuál modernidad?
Ahora, tampoco considero justo omitir las virtudes de este filme. En términos de producción, tiene elementos bastante positivos y hasta sorprendentes; en particular, me refiero a la fotografía de Mauro Pinheiro Jr.
La plástica de la imagen de hecho podría referir a la obra de otros directores como Nicolas Winding Refn -tendría sentido, pues los argumentos tampoco son su fuerte- por el uso de la iluminación neón que luce llamativa aun si es un recurso apantallante, pero considero que el punto más alto es el trazo. El diseño fotográfico de esta película es sobresaliente y da a relucir un enorme talento de Pinheiro. A pesar de que no es un trabajo ostentoso de grandes movimientos, la simpleza queda como marca de efectividad y elegancia para este diseño cinefotográfico, particularmente destaco la variación de los encuadres que fueron abriéndose conforme avanzaba el relato.
Amores modernos luce como una imitación del cine independiente europeo, decente en cuanto a la apariencia, pero floja en cuanto a argumento. Por el elenco que tenían y lo que han demostrado, definitivamente se le podía sacar más a estos actores que solamente brillan en el posible único pico dramático de la cinta (una escena de baile ebrios casi al final). Aunado a algunos errores notorios en la lógica interna, la mayoría de las acciones son inconsecuentes y se perciben como conflictos no acabados. Poco amor y nula modernidad, pero lindas contraluces e iluminaciones neón que dilatarán algunas pupilas… Sin embargo, recordemos que el cine no es un álbum de estampas bonitas.
En años recientes se han extendido las diferentes lecturas sobre las múltiples configuraciones que pueden existir en cuanto a relaciones sexoafectivas se refiere. Monogamia, poliamor, encuentros casuales y demás. Asimismo, se han abordado en los productos audiovisuales las repercusiones emocionales de los eventos en nuestras conexiones. La serie Modern Love es, quizás, el ejemplo más citado y mejor elaborado.
En México tenemos Amores modernos, dirigida por Matías Meyer. El título sugiere una cosa, pero termina siendo una completamente diferente. Esta cinta comienza con la repentina muerte de Armida (Concepción Márquez), esposa de Luis (Rubén Pablos) y madre de Carlos (Andrés Almeida) y Alex (Leonardo Ortizgris). No eran una familia unida por motivos que no se esclarecen cabalmente, pero hay resentimientos en todas direcciones. En el último adiós aparece Rocío (Ilse Salas), una misteriosa “amiga” que va a cuidar al padre. Sin saberlo, tienen un lazo que los une y es más profundo de lo que piensan aparte del cariño que ella siente por el viejo.
Ese es el núcleo del argumento, pero cada uno “tiene” subtramas. Paralelamente, Carlos tiene un matrimonio que pende de un hilo, Alex huyó de su familia para juntarse con su novio en Argentina, Rocío huyó de su pareja porque no estaba segura de la relación y Don Luis tiene alzheimer. Es ésta la única que tiene desarrollo a lo largo de la trama, pues las demás se abandonan o se les dan resoluciones absolutamente blandas. Anécdotas.
El asunto de Carlos se usa para explicar someramente su carácter molesto y egoísta, pero nunca se elabora la relación con su familia ni nada más que en algunas líneas; la separación de Rocío no le deriva en nada en su personaje, pero sí al de su esposo quien tiene un hilo secundario absolutamente intrascendente donde termina ayudando en un parto. Es decir, tal vez la idea de que las figuras principales tuvieran relaciones conflictivas caía en la idea de la modernidad en los amores, pero no fue así. ¿Cuáles amores y cuál modernidad?
Ahora, tampoco considero justo omitir las virtudes de este filme. En términos de producción, tiene elementos bastante positivos y hasta sorprendentes; en particular, me refiero a la fotografía de Mauro Pinheiro Jr.
La plástica de la imagen de hecho podría referir a la obra de otros directores como Nicolas Winding Refn -tendría sentido, pues los argumentos tampoco son su fuerte- por el uso de la iluminación neón que luce llamativa aun si es un recurso apantallante, pero considero que el punto más alto es el trazo. El diseño fotográfico de esta película es sobresaliente y da a relucir un enorme talento de Pinheiro. A pesar de que no es un trabajo ostentoso de grandes movimientos, la simpleza queda como marca de efectividad y elegancia para este diseño cinefotográfico, particularmente destaco la variación de los encuadres que fueron abriéndose conforme avanzaba el relato.
Amores modernos luce como una imitación del cine independiente europeo, decente en cuanto a la apariencia, pero floja en cuanto a argumento. Por el elenco que tenían y lo que han demostrado, definitivamente se le podía sacar más a estos actores que solamente brillan en el posible único pico dramático de la cinta (una escena de baile ebrios casi al final). Aunado a algunos errores notorios en la lógica interna, la mayoría de las acciones son inconsecuentes y se perciben como conflictos no acabados. Poco amor y nula modernidad, pero lindas contraluces e iluminaciones neón que dilatarán algunas pupilas… Sin embargo, recordemos que el cine no es un álbum de estampas bonitas.