Bruno Santamaría, intuición y empatía al hacer cine

POR: NANCY MORA

06-05-2020 18:26:44

Bruno Santamaria intuicion y empatia


Para Bruno Santamaría hacer cine es definitivamente un proceso intuitivo, responde siempre a una necesidad personal, para él es inevitable no crear fuertes vínculos con sus protagonistas y es que esa empatía entre el que está detrás y frente a la cámara se ve reflejada en la  pantalla con historias honestas, transparentes y emotivas, lo pudimos ver en su primer documental Margarita (2016) y ahora en Cosas que no hacemos (2020), su segundo largometraje, también documental, en el que nos comparte la historia de los niños de un pequeño poblado, quienes entre juegos, risas, anhelos y violencia afrontan con valentía el proceso de crecer y realizar sus sueños.

“Creo que no existe una película donde el director no esté vinculado de alguna manera con sus personajes, porque eso es lo que permite explorar y encontrar la historia que quieres contar, lo importante es determinar qué tipo de relación quieres para el tipo de película que deseas hacer”, expresó Bruno en Entrevista con Encuadres, quien estrenó Cosas que no hacemos en el Hot Docs Canadian International Documentary Festival.  


Con dos documentales en su carrera, Bruno tiene claro que es el formato idóneo para realizarse como cineasta, “el documental tiene muchas ventajas, ayuda a profundizar, a conocer a quienes están frente a la cámara, te da la oportunidad de estar en los lugares y con las personas que hacen la película, en mi caso, me ayuda a hacer cosas que quizá de otra manera no me atrevería a hacer”.


El documental para Santamaría es la mejor manera de acercarse a algo que lo reta, le parece muy enriquecedor que las situaciones simplemente ocurran y así poder acomodarse con su cámara, a diferencia de la ficción donde el director tiene que pedir a los personajes que hagan ciertas cosas, por eso está convencido que el documental es mucho más libre y experimental a nivel narrativo.


En su segundo largometraje como director, Cosas que no hacemos, Bruno y su equipo integrado por la productora Abril López Carrillo y la editora Andrea Rabasa, la sonidista Zita Erffa y el diseñador sonoro Javier Umpierrez, nos cuentan la historia de Arturo, a quien llaman Ñoño, un niño de 14 años que vive su proceso de convertirse en adulto y busca un sueño: vestirse de mujer pero con el permiso de sus padres.


La cinta se desarrolla en el pequeño poblado de El Roblito, ubicado en una zona de manglares entre Sinaloa y Nayarit, habitado principalmente por niños entre 6 y 10 años de edad, donde Arturo se distinguía por tener 14 años y seguir jugando con los más pequeños, pero a la vez buscaba la manera de vivir abiertamente su sexualidad y cumplir su deseo.


Cosas que no hacemos Santa


Cosas que no hacemos fue una película que fue encontrando su propio camino, Bruno solo siguió su intuición y una motivación personal que era estar lejos de casa, así que inició esta aventura, motivado por la curiosidad de ver si era verdad la historia que le contó un niño del pueblo, que aseguraba que en Navidad Santa Claus sobrevolaba la comunidad y desde su trineo les lanzaba dulces a los niños.


Cuando Bruno fue a comprobar si esto era verdad se enamoró del lugar, vio a los pequeños emocionados tratando de recolectar los dulces y fue entonces que supo que ahí había una historia que contar, aunque en ese momento aún no tenía bien definido cómo sería la película tomó su cámara y comenzó a filmar.


“No sabía qué iba a hacer exactamente pero me empecé a involucrar con los pobladores, a indagar, me di cuenta que era una zona de mucha violencia, explotación laboral, narcotráfico, escasez de agua, marginación, ese fue el contexto de la película, pero lo que me llamó la atención es que era un pueblo lleno de niños, casi no había adultos, pero entre esos niños sobresalía Arturo, que en ese entonces tenía 14 años pero seguía jugando con los más pequeños”, recuerda Bruno.


La relación entre Bruno y Arturo se fue intensificando, Bruno descubrió que tenían cosas en común, que de alguna forma vivían un proceso similar, que tenía que ver con la liberación personal, con atreverse a hacer esas cosas que generalmente no hacemos, “sentí una gran empatía con Arturo, a lo largo de tres años, entendí que la cámara era un motor que impulsaba a Arturo a realizar su sueño,  mientras que para mí, que estaba detrás de esa cámara, Ñoño era una gran inspiración al ver como ese niño de 14 años se atrevería a hacer lo que tanto quería”.


Tener la confianza con Ñoño, de su familia y de todos los que habitaban el lugar fue resultado del largo tiempo que Bruno estuvo con ellos, hubo muchas conversaciones a lo largo de casi cuatro años, “primero tomé algunas fotografías, regresé tiempo después para dar clases de video a los niños, los papás entendieron las dinámicas que hacíamos con los niños para aprender a utilizar las cámaras, hacíamos exhibiciones de películas, desde Chaplin hasta Coco, también les mostré mi documental Margarita, así entendieron la diferencia entre documental y ficción, además de que les dejó claro que teníamos la intención de hacer una película con ellos”.


Para Bruno era muy importante que los que participaran en la película supieran que quería contar una historia real, no ficcionada, “así que si ellos nos preguntaban cosas, nosotros respondíamos, es un proceso largo pero ganarte su confianza y entrar literalmente hasta su cocina”.


 Cosas que no hacemos


En el terreno conceptual, comenta Bruno, la película estuvo construida a partir del contraste entre el ruido y el silencio, el ruido que representa la alegría, los juegos y los gritos de los niños, mientras que el silencio enmarca la reflexión, en este caso de Ñoño, quien en ocasiones requería esos momentos de reflexión y tranquilidad para entender lo que inevitablemente le estaba sucediendo, que era convertirse en adulto.


Fue así como Bruno logró retratar de manera poética esta historia de personas marcadas por circunstancias cotidianas, que tienen sueños, que desobedecen, que tienen ironía, felicidad y que también guardan secretos.


“Cosas que no hacemos es el resultado de este viaje de sueños, accidentes y experiencias; una película que busca hacer sentir el gesto de maduración de un adolescente que da un paso para ser adulto”, ha comentado Bruno sobre su película.


Entre las mayores satisfacciones que le ha dejado esta película a Bruno Santamaría es sentir que mientras la realizaban él también se convirtió en un niño jugando con la cámara, que también encontró la motivación para decir y hacer cosas que no se había atrevido, además de saber que al acompañar a Arturo en su proceso le dio de alguna manera el valor para realizar su sueño.


“Creo que Arturo iba a hacer lo que hizo con o sin la película, pero afortunadamente nos tocó estar ahí para hacer la película y en ese momento la cámara le ayudó un poco a realizar sus sueños. Ahora da clase a los pequeños del kínder de su pueblo, se viste de mujer cada que quiere, va las fiestas, acaba de ganar el concurso de belleza gay en Tecuala imita a Alejandra Guzmán y creo que se creó una bella integración en su familia, así que estoy feliz de saber que de algo sirvió la película”.


 



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