Silencio radio, un testimonio de admiración
POR: ALEX VANSS
29-04-2020 14:00:52
Para bien o para mal Carmen Aristegui es una de las periodistas más relevantes del México contemporáneo, su papel en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto sin duda fue vital, pero de ahí a santificar la figura de Carmen me parece un error y en eso radica el punto débil de Silencio radio, documental de Juliana Fanjul, que finalmente tuvo su estreno comercial tras su paso por diversos festivales de cine.
Carmen ha traspasado el ejercicio del periodismo para convertirse en una figura importante, una líder de opinión pero no es una heroína, mártir o sobreviviente, ella ni siquiera se ve de esa forma, eso es notorio cuando en el documental ella se sonroja ante las muestras de cariño y apoyo de la gente pero es más visible cuando a pesar de las circunstancias en su contra simplemente sigue ejerciendo su trabajo.
Carmen goza de algo que la mayoría de periodistas que habitan estados peligrosos para ejercer este noble oficio no tienen, Carmen es un personaje público, respaldado por el Mass Media, ella tiene acceso a CNN en español algo que muy pocos periodistas mexicanos de estados como Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas Baja California, Veracruz Guerrero, Oaxaca, Chiapas, el que usted guste nombrar, pueda tener. Los medios median y Carmen lo sabe, lo vemos cuando revisa las gráficas del reconocimiento de su marca “Aristegui Noticias”.
No, no niego en absoluto la importancia del trabajo de Carmen Aristegui y que fue víctima de la censura por parte del gobierno de Peña y aceptada por MVS, algo normal en un medio que recibía parte de sus ingresos por publicidad oficial y que en aquellos entonces tenía un litigio por la concesión de un espectro radioeléctrico que le permitía transmitir contenidos, sin embargo, es exagerado el retrato que quiere mostrar Juliana, pues cae en un vicio que tenemos los mexicanos con aquellos que admiramos: La santificación.
Los mexicanos tendemos a endiosar a ciertos personajes que admiramos, un ejemplo es Javier “Chicharito” Hernández quien gozó de este estatus en su paso por clubes europeos pero cuando se “equivocó” o hizo algo “negativo” a los ojos de la masa, entonces fue vilipendiado.
En algún punto del documental se menciona que Carmen no podría ser asesinada porque le generaría problemas al gobierno en turno y habría un levantamiento social que pondría en crisis a los gobernantes de México. Este punto refuerza mi tesis, si llegarán a atentar contra la vida de Carmen Aristegui la reacción de la masa sería de furia motivada por la admiración, a veces fanatismo de sus creyentes, pero Carmen no tiene la culpa de esto.
Lo anterior se refuerza con un hecho que vemos en el documental: el asesinato de Javier Valdez, director y fundador Río 12, un medio casi inexistente para los habitantes del centro del país, específicamente de la Ciudad de México. El asesinato de Javier cimbró al periodismo, a Carmen misma, lo notamos cuando da la noticia de su muerte, que a la fecha sigue sin tener justicia. Así como el caso de Javier también existen otros, sólo habría que revisar la negra historia del periodismo mexicano, sin embargo, la masa no reaccionó con furia ¿la razón? Pocos lo conocían y sabían de su valor periodístico.
Pero lo cierto es que si Carmen llegará a decir o hacer algo que no estuviera acorde a lo que el pueblo bueno que la sigue “cree” entonces se caería del altar en el que la pusieron y que ella ni siquiera pidió estar.
Pero hablemos del documento fílmico. Tal vez es por los cuatro años que pasó Juliana a lado de Carmen, la profunda admiración que le tiene o por la cantidad impresionante de horas de filmación y testimonios recopilados, pero Silencio radio es de esos documentales en el que importan más el contenido que las formas, que están atiborrados de discursos personales o secuencias que si son excluidas no serían extrañadas.
Puedo entender que usar en diversas ocasiones la marcha por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa puede servir para que el que no es mexicano entienda el contexto que vivía México cuando Carmen Aristegui se encontraba fuera del aire pero esto propicia que se rompa el ritmo e incluso se aísle la figura de Carmen y su lucha por regresar al aire para ver y escuchar la postura personal de la cineasta.
Ni que decir del último tercio de la película donde prácticamente Carmen es excluida del protagonismo para ver las cosas que ocurren a su alrededor. Aunque ella ya transmite su noticiario matutino online y vuelve a dar la lucha, vemos más a Peña Nieto, las campañas, imágenes de gente esperando para votar, a López Obrador celebrando su victoria y otros hechos que hacen que perdamos de vista a Aristegui quien es la razón del filme ¿por qué esta decisión?
Tal vez es problema mío, pero si algo no me gusta de los documentales es cuando ocupan la vieja pero confiable fórmula de depositar el peso del filme en la voz en off, los testimoniales y el discurso proveniente desde la plena y llana subjetividad del creador dejando muchas veces de lado el lenguaje cinematográfico.
No se debe comparar tan alegremente un filme con otro, pero sí podemos notar aspectos particulares en las decisiones de sus creadores para construir una película, por ejemplo, En cosas que no hacemos, filme de Bruno Santa María, la ausencia de voz en off y la predominancia del sonido directo, del sonido ambiente más las imágenes que captura la lente de Bruno, dotan de una fuerza poética a la película, resaltando su valor cinematográfico, la atmósfera te envuelve y te lleva a Nayarit, a diferencia de Silencio radio donde el audio ambiente de la construcción que está a lado del edificio donde trabaja Carmen, perdió la oportunidad de ser la banda sonora de la construcción de Aristegui Noticias, una digna metáfora, en cambio vemos coches, tránsito vehicular y escenas citadinas que sirven de marco para escuchar un discurso netamente subjetivo proveniente de lo que la directora cree.
Y no, no se confundan, mi papel no es decir si es una buena o una mala película, ese tipo de adjetivos son estériles y no aportan absolutamente nada, sin embargo, sostengo que Silencio radio es más una carta de admiración personal de Juliana al personaje que cree es Carmen Aristegui y el entendimiento personal de los problemas de México y no un documental que ponga en claro manifiesto el ataque contra la libertad de expresión y sus consecuencias, no solo a una comunicadora sino a todo el país.
Si me quedo con algo de la película es con una reflexión que me otorgó los primeros 30 minutos del filme: El periodismo debe estar por encima de cualquier poder político emanado del PRI, del PAN o del propio Andrés Manuel López Obrador, eso es algo que sabe Carmen y que debemos saber todos.
Para bien o para mal Carmen Aristegui es una de las periodistas más relevantes del México contemporáneo, su papel en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto sin duda fue vital, pero de ahí a santificar la figura de Carmen me parece un error y en eso radica el punto débil de Silencio radio, documental de Juliana Fanjul, que finalmente tuvo su estreno comercial tras su paso por diversos festivales de cine.
Carmen ha traspasado el ejercicio del periodismo para convertirse en una figura importante, una líder de opinión pero no es una heroína, mártir o sobreviviente, ella ni siquiera se ve de esa forma, eso es notorio cuando en el documental ella se sonroja ante las muestras de cariño y apoyo de la gente pero es más visible cuando a pesar de las circunstancias en su contra simplemente sigue ejerciendo su trabajo.
Carmen goza de algo que la mayoría de periodistas que habitan estados peligrosos para ejercer este noble oficio no tienen, Carmen es un personaje público, respaldado por el Mass Media, ella tiene acceso a CNN en español algo que muy pocos periodistas mexicanos de estados como Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas Baja California, Veracruz Guerrero, Oaxaca, Chiapas, el que usted guste nombrar, pueda tener. Los medios median y Carmen lo sabe, lo vemos cuando revisa las gráficas del reconocimiento de su marca “Aristegui Noticias”.
No, no niego en absoluto la importancia del trabajo de Carmen Aristegui y que fue víctima de la censura por parte del gobierno de Peña y aceptada por MVS, algo normal en un medio que recibía parte de sus ingresos por publicidad oficial y que en aquellos entonces tenía un litigio por la concesión de un espectro radioeléctrico que le permitía transmitir contenidos, sin embargo, es exagerado el retrato que quiere mostrar Juliana, pues cae en un vicio que tenemos los mexicanos con aquellos que admiramos: La santificación.
Los mexicanos tendemos a endiosar a ciertos personajes que admiramos, un ejemplo es Javier “Chicharito” Hernández quien gozó de este estatus en su paso por clubes europeos pero cuando se “equivocó” o hizo algo “negativo” a los ojos de la masa, entonces fue vilipendiado.
En algún punto del documental se menciona que Carmen no podría ser asesinada porque le generaría problemas al gobierno en turno y habría un levantamiento social que pondría en crisis a los gobernantes de México. Este punto refuerza mi tesis, si llegarán a atentar contra la vida de Carmen Aristegui la reacción de la masa sería de furia motivada por la admiración, a veces fanatismo de sus creyentes, pero Carmen no tiene la culpa de esto.
Lo anterior se refuerza con un hecho que vemos en el documental: el asesinato de Javier Valdez, director y fundador Río 12, un medio casi inexistente para los habitantes del centro del país, específicamente de la Ciudad de México. El asesinato de Javier cimbró al periodismo, a Carmen misma, lo notamos cuando da la noticia de su muerte, que a la fecha sigue sin tener justicia. Así como el caso de Javier también existen otros, sólo habría que revisar la negra historia del periodismo mexicano, sin embargo, la masa no reaccionó con furia ¿la razón? Pocos lo conocían y sabían de su valor periodístico.
Pero lo cierto es que si Carmen llegará a decir o hacer algo que no estuviera acorde a lo que el pueblo bueno que la sigue “cree” entonces se caería del altar en el que la pusieron y que ella ni siquiera pidió estar.
Pero hablemos del documento fílmico. Tal vez es por los cuatro años que pasó Juliana a lado de Carmen, la profunda admiración que le tiene o por la cantidad impresionante de horas de filmación y testimonios recopilados, pero Silencio radio es de esos documentales en el que importan más el contenido que las formas, que están atiborrados de discursos personales o secuencias que si son excluidas no serían extrañadas.
Puedo entender que usar en diversas ocasiones la marcha por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa puede servir para que el que no es mexicano entienda el contexto que vivía México cuando Carmen Aristegui se encontraba fuera del aire pero esto propicia que se rompa el ritmo e incluso se aísle la figura de Carmen y su lucha por regresar al aire para ver y escuchar la postura personal de la cineasta.
Ni que decir del último tercio de la película donde prácticamente Carmen es excluida del protagonismo para ver las cosas que ocurren a su alrededor. Aunque ella ya transmite su noticiario matutino online y vuelve a dar la lucha, vemos más a Peña Nieto, las campañas, imágenes de gente esperando para votar, a López Obrador celebrando su victoria y otros hechos que hacen que perdamos de vista a Aristegui quien es la razón del filme ¿por qué esta decisión?
Tal vez es problema mío, pero si algo no me gusta de los documentales es cuando ocupan la vieja pero confiable fórmula de depositar el peso del filme en la voz en off, los testimoniales y el discurso proveniente desde la plena y llana subjetividad del creador dejando muchas veces de lado el lenguaje cinematográfico.
No se debe comparar tan alegremente un filme con otro, pero sí podemos notar aspectos particulares en las decisiones de sus creadores para construir una película, por ejemplo, En cosas que no hacemos, filme de Bruno Santa María, la ausencia de voz en off y la predominancia del sonido directo, del sonido ambiente más las imágenes que captura la lente de Bruno, dotan de una fuerza poética a la película, resaltando su valor cinematográfico, la atmósfera te envuelve y te lleva a Nayarit, a diferencia de Silencio radio donde el audio ambiente de la construcción que está a lado del edificio donde trabaja Carmen, perdió la oportunidad de ser la banda sonora de la construcción de Aristegui Noticias, una digna metáfora, en cambio vemos coches, tránsito vehicular y escenas citadinas que sirven de marco para escuchar un discurso netamente subjetivo proveniente de lo que la directora cree.
Y no, no se confundan, mi papel no es decir si es una buena o una mala película, ese tipo de adjetivos son estériles y no aportan absolutamente nada, sin embargo, sostengo que Silencio radio es más una carta de admiración personal de Juliana al personaje que cree es Carmen Aristegui y el entendimiento personal de los problemas de México y no un documental que ponga en claro manifiesto el ataque contra la libertad de expresión y sus consecuencias, no solo a una comunicadora sino a todo el país.
Si me quedo con algo de la película es con una reflexión que me otorgó los primeros 30 minutos del filme: El periodismo debe estar por encima de cualquier poder político emanado del PRI, del PAN o del propio Andrés Manuel López Obrador, eso es algo que sabe Carmen y que debemos saber todos.