Estafadoras de Wall Street: los matices de la feminidad
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
29-10-2019 12:36:58
Uno de los grandes momentos de claridad que hubo en este año fue cuando a Claire Denis, en el marco de su reciente gran obra High Life, se le preguntó sobre la falta de “roles positivos” de mujeres en sus películas. Aderezado con una maldición, ella respondió: “...no soy una trabajadora social”.
Cuestionarla sobre eso en una película que sí da peso narrativo a una figura femenina no sólo obedece a cuestiones de representación, sino a, tomando en cuenta el tono de la pregunta, la persecución de una agenda y la búsqueda de insertar un tema relevante por ser una tendencia social, aún si no es del especial interés de la realizadora en esa ocasión. Le quisieron meter jirivilla.
El feminismo y la representación femenina ocupan un puesto recurrente en la prensa del entretenimiento y en las temáticas de productos audiovisuales. De hecho, ese reclamo por “valores positivos” es algo común en la industria estadounidense mainstream, la cual no ha escatimado en la complacencia de estas solicitudes, incluso con películas enteras como Capitana Marvel o la actualización de Cazafantasmas. No resultaron. Quizás porque hay una mayor preocupación de satisfacer las exigencias discursivas casi como reglas del y para el público que otras cosas como... construir un relato. Quién sabe.
Inserta claramente en las historias de la feminidad, Estafadoras de Wall Street, dirigida por Lorene Scafaria, cuenta in extremis sobre las movidas de un grupo de strippers a los grandes corredores de bolsa de Wall Street, los verdaderos criminales según dice la cinta -y no se equivocan-. Desde una entrevista que le hacen a Destiny (excelente Constance Wu), se construye el relato que comienza en su ascenso al triunfo en el club donde trabaja y asciende a estafas a los especuladores financieros, todo bajo la guía de Ramona (impresionante y cierrabocas Jennifer Lopez).
He leído muchas peticiones al aire de “más y mejores papeles en películas para mujeres que tengan roles positivos” y otros tantos de “puede haber historias sobre mujeres que no sean ‘empoderantes’”. Esta cinta maniobra con ambas ideas con enorme virtud. Durante la primera mitad, se muestra a este conjunto de chicas como unidad organizada y que ha encontrado acompañamiento en la otra al convivir en el vestidor. Desnudas, maquillándose, desmaquillándose, riendo, llorando por sus relaciones, preocupadas por su vida regular… Es decir, es un espacio de seguridad sorora antes de salir al escenario donde todas buscan ganarse una vida al arrebatar dólares a aquellos que antes se los arrebataron a todos. Y lo hacen valiéndose de su belleza. Se saben bellas y poderosas ante los hombres que babean por ellas y entregan cantidades exorbitantes de dinero por la sola idea de tenerlas cerca. Es un juego de doble revancha: revancha ante el sistema patriarcal y revancha ante el sistema económico -el cual también podría estar inserto en el patriarcado-. No hay valor positivo como tal, pero no hay nada tan positivo como saberse cercana y apreciada por la compañera de oficio, ambas buscando el mismo objetivo.
La corporalidad también cumple una parte importante, pues a pesar de ser mujeres hermosas, tienen inseguridades, buscan mejorarse cosméticamente con procedimientos e incluso bromean sobre eso -aquí metiendo la vanidad-, pero siempre está presente la consciencia del cuerpo en el espacio público y privado. El filme toca todos los aspectos de lo femenino en lo suficientemente finos para no convertir su subtexto en texto, pero con idónea profundidad para introducir núcleos discursivos extensos.
En notas más claras, esta es otra producción que demuestra el trauma y el cambio idiosincrático que significó la crisis económica del 2008 para la sociedad estadounidense, pues la incidencia delictiva de las chicas ocurre a partir del estallido.
En términos de realización, hay momentos de brillantez pura en cuanto a fotografía que logra dar una mirada respetuosa a las figuras sin soltar el encumbramiento de la sensualidad, lo que habla de una mirada femenina hacia los cuerpos femeninos, como sucede en la captura de los movimientos durante las rutinas de baile. También, el diseño sonoro presume usos estructurados en varias ocasiones, como en una secuencia donde una integrante del grupo delata a sus compañeras via un micrófono oculto. El sonido se suprime y escuchamos todo con la sola entrada de ese micrófono. Lucidez.
En el exterior, éste es un argumento sobre la amistad y las capacidades de las mujeres de hacer lo que quieran con los hombres. En el interior, es una virtuosa exploración a la feminidad, la cual trastoca esa idea de los valores positivos sin dejar de lado a la generación de espacios seguros y la posibilidad del desquite femenino ante la preponderancia masculina. No todas las historias sobre mujeres deben ser sobre el triunfo desde la legalidad y el trabajo duro como le encantó pregonar a Talentos ocultos, también puede ser desde el crimen que puede pagar o no, pero se pueden encontrar camaradas en el proceso.
Uno de los grandes momentos de claridad que hubo en este año fue cuando a Claire Denis, en el marco de su reciente gran obra High Life, se le preguntó sobre la falta de “roles positivos” de mujeres en sus películas. Aderezado con una maldición, ella respondió: “...no soy una trabajadora social”.
Cuestionarla sobre eso en una película que sí da peso narrativo a una figura femenina no sólo obedece a cuestiones de representación, sino a, tomando en cuenta el tono de la pregunta, la persecución de una agenda y la búsqueda de insertar un tema relevante por ser una tendencia social, aún si no es del especial interés de la realizadora en esa ocasión. Le quisieron meter jirivilla.
El feminismo y la representación femenina ocupan un puesto recurrente en la prensa del entretenimiento y en las temáticas de productos audiovisuales. De hecho, ese reclamo por “valores positivos” es algo común en la industria estadounidense mainstream, la cual no ha escatimado en la complacencia de estas solicitudes, incluso con películas enteras como Capitana Marvel o la actualización de Cazafantasmas. No resultaron. Quizás porque hay una mayor preocupación de satisfacer las exigencias discursivas casi como reglas del y para el público que otras cosas como... construir un relato. Quién sabe.
Inserta claramente en las historias de la feminidad, Estafadoras de Wall Street, dirigida por Lorene Scafaria, cuenta in extremis sobre las movidas de un grupo de strippers a los grandes corredores de bolsa de Wall Street, los verdaderos criminales según dice la cinta -y no se equivocan-. Desde una entrevista que le hacen a Destiny (excelente Constance Wu), se construye el relato que comienza en su ascenso al triunfo en el club donde trabaja y asciende a estafas a los especuladores financieros, todo bajo la guía de Ramona (impresionante y cierrabocas Jennifer Lopez).
He leído muchas peticiones al aire de “más y mejores papeles en películas para mujeres que tengan roles positivos” y otros tantos de “puede haber historias sobre mujeres que no sean ‘empoderantes’”. Esta cinta maniobra con ambas ideas con enorme virtud. Durante la primera mitad, se muestra a este conjunto de chicas como unidad organizada y que ha encontrado acompañamiento en la otra al convivir en el vestidor. Desnudas, maquillándose, desmaquillándose, riendo, llorando por sus relaciones, preocupadas por su vida regular… Es decir, es un espacio de seguridad sorora antes de salir al escenario donde todas buscan ganarse una vida al arrebatar dólares a aquellos que antes se los arrebataron a todos. Y lo hacen valiéndose de su belleza. Se saben bellas y poderosas ante los hombres que babean por ellas y entregan cantidades exorbitantes de dinero por la sola idea de tenerlas cerca. Es un juego de doble revancha: revancha ante el sistema patriarcal y revancha ante el sistema económico -el cual también podría estar inserto en el patriarcado-. No hay valor positivo como tal, pero no hay nada tan positivo como saberse cercana y apreciada por la compañera de oficio, ambas buscando el mismo objetivo.
La corporalidad también cumple una parte importante, pues a pesar de ser mujeres hermosas, tienen inseguridades, buscan mejorarse cosméticamente con procedimientos e incluso bromean sobre eso -aquí metiendo la vanidad-, pero siempre está presente la consciencia del cuerpo en el espacio público y privado. El filme toca todos los aspectos de lo femenino en lo suficientemente finos para no convertir su subtexto en texto, pero con idónea profundidad para introducir núcleos discursivos extensos.
En notas más claras, esta es otra producción que demuestra el trauma y el cambio idiosincrático que significó la crisis económica del 2008 para la sociedad estadounidense, pues la incidencia delictiva de las chicas ocurre a partir del estallido.
En términos de realización, hay momentos de brillantez pura en cuanto a fotografía que logra dar una mirada respetuosa a las figuras sin soltar el encumbramiento de la sensualidad, lo que habla de una mirada femenina hacia los cuerpos femeninos, como sucede en la captura de los movimientos durante las rutinas de baile. También, el diseño sonoro presume usos estructurados en varias ocasiones, como en una secuencia donde una integrante del grupo delata a sus compañeras via un micrófono oculto. El sonido se suprime y escuchamos todo con la sola entrada de ese micrófono. Lucidez.
En el exterior, éste es un argumento sobre la amistad y las capacidades de las mujeres de hacer lo que quieran con los hombres. En el interior, es una virtuosa exploración a la feminidad, la cual trastoca esa idea de los valores positivos sin dejar de lado a la generación de espacios seguros y la posibilidad del desquite femenino ante la preponderancia masculina. No todas las historias sobre mujeres deben ser sobre el triunfo desde la legalidad y el trabajo duro como le encantó pregonar a Talentos ocultos, también puede ser desde el crimen que puede pagar o no, pero se pueden encontrar camaradas en el proceso.