La noche de las nerds: las diferencias entre dos gotas de agua
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
17-08-2019 16:25:38
Muchas veces se ha hablado de la diferencia entre la inspiración, el homenaje y el plagio. Se dice que un artista completo es el que roba mejor… Es cierto, no existen las miradas plenamente vírgenes y, posiblemente, en este punto sea muy difícil ocultar la inspiración que tiene tu trabajo.
Súper cool (Superbad en inglés) lanzó al estrellato a sus dos actores protagónicos, Michael Cera y Jonah Hill, con una historia sobre dos adolescentes perdedores que tenían una aventura extraordinaria que involucra fiestas, alcohol y sexo en su salida de la preparatoria. Sin embargo, la cinta en realidad trataba sobre cómo estos chicos superan sus propios yugos para construir la confianza necesaria y dar un paso a la madurez. Fue una comedia extravagante, escatológica en momentos, pero tremendamente ingeniosa. Una de las mejores del siglo, sin duda.
La noche de las nerds (Booksmart), debut directorial de Olivia Wilde en formato largo -conocida, por ejemplo, por su aparición en Dr. House-, es una comedia sobre dos adolescentes tragalibros que tienen una aventura extraordinaria que involucra fiestas, alcohol y… Exacto. Las similitudes entre ambos argumentos es evidente y es aquí cuando empieza el debate sobre la inspiración y el homenaje, ya que decir plagio sería algo arriesgado.
La diferencia evidente y, quizá, la más importante sería la del sexo de las protagonistas. De hecho, con esto se puede dar una lectura política a la cinta de Wilde al entenderla como una trama de soltura y pura diversión femenina, en donde se habla y asume su sexualidad libre, así como su derecho y capacidad plena de divertirse sin tapujos. Otra diferencia sería el número de personajes secundarios y sus dimensiones psicológicas y sociales, incluyendo personas LGBT+ con su pequeño reflector incluido y, más importante aún, normalizado. La diferencia entre ambas cintas es de una década, lo que hace entendible el cambio en las configuraciones y en la inserción de la agenda.
Sin embargo, las similitudes son más numerosas y evidentes.Los personajes en ambos filmes no son “populares”, los conflictos que trastocan la aparente relación perfecta entre los protagonistas (las decisiones que uno toma sin considerar al otro por inclinarse hacia un futuro distinto), las motivaciones externas que tienen para fiestear son prácticamente las mismas, los roles de los personajes secundarios, también; igualmente el escenario social: una escuela más o menos acomodada de los suburbios estadounidenses. Quien conozca ambas películas puede toparse con momentos que rayan en lo idéntico: la pareja cayendo en una primera fiesta desastrosa para después seguirse a otra o el involucramiento de criminales en su camino.
Ahora, de nuevo se separan en la manera de retratar la irreverencia. Súper cool estaba sustentada casi enteramente en su guion, el planteamiento de gracia despreocupada y en el extraño encanto de los personajes, adorables perdedores. La noche de las nerds comparte el carisma de sus estelaristas, pero carece de diálogos tan agudos como los de su contraparte y de un discurso de trasfondo. No obstante, la supera con creces en su realización. El momento más ingenioso y que establece un punto de quiebre es el viaje por drogas que tienen las chicas, donde abandonan su cuerpo y se convierten en muñecas, literalmente, siendo ésta una de las mejores secuencias del filme. También, un tracking shot de gran entereza que lleva de un momento de júbilo en una piscina a una decepción tremenda por ver al interés amoroso besarse con alguien más. Unas por otras.
El gusto se rompe en géneros… y en épocas. Súper cool fue -apenas- (re)valorada como una refrescante conjunción entre predecesoras cómicas de los 80 con una mirada más suelta del nuevo siglo. Decir que La noche de los nerds no es una producción competente o que, dentro de sus posibilidades como ópera prima, no tiene alma propia, sería algo descabellado. Pero, los enormes agradecimientos a su contraparte masculina son incuestionables, quizá tanto para que no tenga un impacto tan grande. Aún así, es un debut prometedor para una directora que demuestra tener oficio, pericia para hacer reír -algo sumamente complicado en la actualidad- y, tal vez -seguramente-, habilidad para adaptar.
Muchas veces se ha hablado de la diferencia entre la inspiración, el homenaje y el plagio. Se dice que un artista completo es el que roba mejor… Es cierto, no existen las miradas plenamente vírgenes y, posiblemente, en este punto sea muy difícil ocultar la inspiración que tiene tu trabajo.
Súper cool (Superbad en inglés) lanzó al estrellato a sus dos actores protagónicos, Michael Cera y Jonah Hill, con una historia sobre dos adolescentes perdedores que tenían una aventura extraordinaria que involucra fiestas, alcohol y sexo en su salida de la preparatoria. Sin embargo, la cinta en realidad trataba sobre cómo estos chicos superan sus propios yugos para construir la confianza necesaria y dar un paso a la madurez. Fue una comedia extravagante, escatológica en momentos, pero tremendamente ingeniosa. Una de las mejores del siglo, sin duda.
La noche de las nerds (Booksmart), debut directorial de Olivia Wilde en formato largo -conocida, por ejemplo, por su aparición en Dr. House-, es una comedia sobre dos adolescentes tragalibros que tienen una aventura extraordinaria que involucra fiestas, alcohol y… Exacto. Las similitudes entre ambos argumentos es evidente y es aquí cuando empieza el debate sobre la inspiración y el homenaje, ya que decir plagio sería algo arriesgado.
La diferencia evidente y, quizá, la más importante sería la del sexo de las protagonistas. De hecho, con esto se puede dar una lectura política a la cinta de Wilde al entenderla como una trama de soltura y pura diversión femenina, en donde se habla y asume su sexualidad libre, así como su derecho y capacidad plena de divertirse sin tapujos. Otra diferencia sería el número de personajes secundarios y sus dimensiones psicológicas y sociales, incluyendo personas LGBT+ con su pequeño reflector incluido y, más importante aún, normalizado. La diferencia entre ambas cintas es de una década, lo que hace entendible el cambio en las configuraciones y en la inserción de la agenda.
Sin embargo, las similitudes son más numerosas y evidentes.Los personajes en ambos filmes no son “populares”, los conflictos que trastocan la aparente relación perfecta entre los protagonistas (las decisiones que uno toma sin considerar al otro por inclinarse hacia un futuro distinto), las motivaciones externas que tienen para fiestear son prácticamente las mismas, los roles de los personajes secundarios, también; igualmente el escenario social: una escuela más o menos acomodada de los suburbios estadounidenses. Quien conozca ambas películas puede toparse con momentos que rayan en lo idéntico: la pareja cayendo en una primera fiesta desastrosa para después seguirse a otra o el involucramiento de criminales en su camino.
Ahora, de nuevo se separan en la manera de retratar la irreverencia. Súper cool estaba sustentada casi enteramente en su guion, el planteamiento de gracia despreocupada y en el extraño encanto de los personajes, adorables perdedores. La noche de las nerds comparte el carisma de sus estelaristas, pero carece de diálogos tan agudos como los de su contraparte y de un discurso de trasfondo. No obstante, la supera con creces en su realización. El momento más ingenioso y que establece un punto de quiebre es el viaje por drogas que tienen las chicas, donde abandonan su cuerpo y se convierten en muñecas, literalmente, siendo ésta una de las mejores secuencias del filme. También, un tracking shot de gran entereza que lleva de un momento de júbilo en una piscina a una decepción tremenda por ver al interés amoroso besarse con alguien más. Unas por otras.
El gusto se rompe en géneros… y en épocas. Súper cool fue -apenas- (re)valorada como una refrescante conjunción entre predecesoras cómicas de los 80 con una mirada más suelta del nuevo siglo. Decir que La noche de los nerds no es una producción competente o que, dentro de sus posibilidades como ópera prima, no tiene alma propia, sería algo descabellado. Pero, los enormes agradecimientos a su contraparte masculina son incuestionables, quizá tanto para que no tenga un impacto tan grande. Aún así, es un debut prometedor para una directora que demuestra tener oficio, pericia para hacer reír -algo sumamente complicado en la actualidad- y, tal vez -seguramente-, habilidad para adaptar.
