Roma, la realidad social de dos géneros
POR: MARIANA CASTRO
29-12-2018 13:24:10

En Roma Alfonso Cuarón camina en los zapatos de las mujeres en su vida. Desde las zapatillas de Sofía y los zapatos de piso de Cleo, vemos la lucha paralela de Sofía (Marina de Tavira) una mujer de clase media con cuatro hijos y Cleo (Yalitza Aparicio) trabajadora del hogar, originaria de la mixteca. Las dos se esfuerzan por vencer la adversidad económica en un mundo de hombres. Con esta historia el director se juega todas las luces de la memoria para invocar a su nana.
Ambas han sido abandonadas. Fermín se da a la fuga cuando Cleo revela su embarazo y Sofía lucha por ocultar ante los demás que Antonio la ha dejado por una mujer más joven. Hay dos personajes indígenas Cleo y Adela, que se develan no desde el privilegio de quien las mira a su servicio, sino desde una cámara nítida y empática. Por primera vez puedo identificarme con personajes indígenas, soy una posible descendiente de Cleo, miro a mis tías encontrarse en la cocina de sus patrones burgueses.
Roma, habla de los temas más serios y dolorosos de nuestro país, el racismo, el clasismo, el machismo y la violencia de estado sin amarillismo y desde la poética de la memoria. Cuarón se sumerge en un universo femenino con indispensable sensibilidad para retomar temas ya trabajados como la reproducción (Children of Men) o el abandono paterno (La Princesita), ahora en su idioma natal y en la colonia Roma.
Con guiños de Buñuel, la burguesía se retrata absurda y barroca. En su parsimonia se quedan mirando mientras los trabajadores apagan el incendio. Recuerda también a algunas piezas del neo-realismo de Visconti al seleccionar a dos actrices naturales, Yalitza Aparicio (Cleo) y Nancy García García (Adela) que hablan en español y mixteco, de la forma en la que una persona bilingüe interactua con sus semejantes.

Cleo y Adela encarnan mujeres cuyas historias pocas veces son abordadas en el cine desde una dimensión cotidiana, con atención y respeto. Cleo ejemplifica que ser mujer no es sinónimo de deseo materno. Refleja las posturas de vida que cada grupo tiene sin mostrar antagónicos por mera estructura dramática. Descubre a la comunidad indigena que llegó a aquel Distrito Federal durante la explosión demográfica del país, las mujeres de los cuidados, las que arrullan a los niños, cocinan y quitan todos los días las cacas del patio.
El uso del blanco y negro es una decisión narrativa, el blanco y negro es un personaje y su nana es un color. Después de flotar en Gravity, Cuarón aterriza narrativa y visualmente en la nostalgia estética de su barrio natal.
Viniendo de un director que ha creado universos fantásticos y futuristas, sorprende que la película sea un ejercicio logrado en el realismo social de época. Al volver a su tierra, Cuarón se revela en Roma como un niño y como un realizador no sólo capaz, sino sensible y con ambiciones sociopolíticas reales, ofreciendo una narrativa de solidaridad femenina frente a un trasfondo de corrupción masculina en México como si usara un nuevo par de zapatos.
En Roma Alfonso Cuarón camina en los zapatos de las mujeres en su vida. Desde las zapatillas de Sofía y los zapatos de piso de Cleo, vemos la lucha paralela de Sofía (Marina de Tavira) una mujer de clase media con cuatro hijos y Cleo (Yalitza Aparicio) trabajadora del hogar, originaria de la mixteca. Las dos se esfuerzan por vencer la adversidad económica en un mundo de hombres. Con esta historia el director se juega todas las luces de la memoria para invocar a su nana.
Ambas han sido abandonadas. Fermín se da a la fuga cuando Cleo revela su embarazo y Sofía lucha por ocultar ante los demás que Antonio la ha dejado por una mujer más joven. Hay dos personajes indígenas Cleo y Adela, que se develan no desde el privilegio de quien las mira a su servicio, sino desde una cámara nítida y empática. Por primera vez puedo identificarme con personajes indígenas, soy una posible descendiente de Cleo, miro a mis tías encontrarse en la cocina de sus patrones burgueses.
Roma, habla de los temas más serios y dolorosos de nuestro país, el racismo, el clasismo, el machismo y la violencia de estado sin amarillismo y desde la poética de la memoria. Cuarón se sumerge en un universo femenino con indispensable sensibilidad para retomar temas ya trabajados como la reproducción (Children of Men) o el abandono paterno (La Princesita), ahora en su idioma natal y en la colonia Roma.
Con guiños de Buñuel, la burguesía se retrata absurda y barroca. En su parsimonia se quedan mirando mientras los trabajadores apagan el incendio. Recuerda también a algunas piezas del neo-realismo de Visconti al seleccionar a dos actrices naturales, Yalitza Aparicio (Cleo) y Nancy García García (Adela) que hablan en español y mixteco, de la forma en la que una persona bilingüe interactua con sus semejantes.
Cleo y Adela encarnan mujeres cuyas historias pocas veces son abordadas en el cine desde una dimensión cotidiana, con atención y respeto. Cleo ejemplifica que ser mujer no es sinónimo de deseo materno. Refleja las posturas de vida que cada grupo tiene sin mostrar antagónicos por mera estructura dramática. Descubre a la comunidad indigena que llegó a aquel Distrito Federal durante la explosión demográfica del país, las mujeres de los cuidados, las que arrullan a los niños, cocinan y quitan todos los días las cacas del patio.
El uso del blanco y negro es una decisión narrativa, el blanco y negro es un personaje y su nana es un color. Después de flotar en Gravity, Cuarón aterriza narrativa y visualmente en la nostalgia estética de su barrio natal.
Viniendo de un director que ha creado universos fantásticos y futuristas, sorprende que la película sea un ejercicio logrado en el realismo social de época. Al volver a su tierra, Cuarón se revela en Roma como un niño y como un realizador no sólo capaz, sino sensible y con ambiciones sociopolíticas reales, ofreciendo una narrativa de solidaridad femenina frente a un trasfondo de corrupción masculina en México como si usara un nuevo par de zapatos.