Roma, una extraordinaria experiencia sensorial
POR: ALEX VANSS
20-11-2018 20:30:07
No, no dudo que Roma sea la mejor película de Alfonso Cuarón hasta el momento, tampoco niego que sea un buen filme, no sé si es una obra maestra, eso el tiempo lo dirá, lo que sí puedo decir es que no conecté emocionalmente con ella.
Eso no la hace mala, no la voy a descalificar por no haber conectado, por no haber llorado con Cleo o sentirme identificado con los niños clase medieros. Y es que ese tal vez es el problema o la cuestión, no pertenezco a la clase media, mi familia no proviene de ahí, tal vez con la parte con la que más (spoiler alert) conecto es con aquella fiesta popular de año nuevo ¡ay el pulque!.
Pero eso de ninguna manera demerita o hace mala a Roma. Sí, como cualquier filme tiene áreas de oportunidad, dirían los reclutadores de RRHH, sin embargo tiene cosas más valiosas que hay que destacar como la espectacular mezcla de audio que acompaña y engalana la cinta blanco y negro de Cuarón, ese es otro aspecto que la realza pero lo dejaré para más adelante, ahora hablaré del audio: ¡Que gloria!
Sentarse casi al centro de la sala y dejar que los diálogos, el sonido ambiente, la música te envuelva y te lleve, es simplemente maravilloso, escuchar diálogos en primer, segundo, tercer plano, el uso providencial de sonido ambiente que crece poco a poco y te sacude como una ola en la secuencia de la playa que acompaña a ese traveleo que no deja ver más que una Cleo angustiada en busca de sus pequeñines.
Y Cleo (Yalitzia Aparicio) ¡Que cosa! Que mirada tan más poderosa, tal vez sea porque no es actriz o tal vez sea porque es una actriz nata, esa discusión no la tendremos, pero sus ojos lo dicen todo, es más poderosa su mirada cuando ve al canalla que la abandonó que un diálogo admitiendo su “culpa”, su “carga”.
El blanco y negro, ese recurso narrativo que iguala todo, lo equilibra y unifica, que te centra en los personajes impidiendo que te pierdas en los colores del entorno o en el magistral diseño de arte de Eugenio Caballero quien nos vuelve a confirmar que él juega en otras ligas.
Y es Caballero el que mucho le otorga a esta cinta en términos de la conexión emocional con el público que ve el Metropolitan siendo cine y no centro de espectáculos, el tranvía y la avenida Insurgentes y una colonia Roma que ya fue, esos lugares que se quedan en la memoria del colectivo y que al ser reproducidos con gran habilidad provocan en el adulto mayor de 50 años la nostalgia y una sonrisa de gratitud hacia Cuarón.
Sí, también es la película más personal de Alfonso, esa en la que el hombre explica lo que de niño veía y no alcanzaba a comprender pues a esa edad importa más cantar bajo la lluvia chapoteando en los charcos de un patio particular.
Pero hay algo aún más importante que todo lo que he señalado antes: Roma debe verse en una sala de cine no en un dispositivo electrónico, de no ser así se perderán de una experiencia sensorial provocada por esa mezcla de sonido.
¿Qué pudo haber hecho mejor a Roma? Tal vez un guion más sólido, hay secuencias que tal vez no debería de estar y no serían extrañadas como aquella donde los adultos disparan o los niños juegan a las faldas del cerro entre los borregos.
Pero sin duda lo que la hubiera hecho una extraordinaria pieza cinematográfica, con una riqueza narrativa y visual impactante, sería contar con una fotografía como la que el Chivo Lubezki suele regalarnos ¿por qué? Porque en Roma vemos una cámara fija que está ahí para atestiguar, no vemos una cámara que nos cuente también la historia y cuando vemos movimientos éstos parecen estar mecanizados, demasiado rígidos, sin la naturalidad de un fotógrafo que entiende a esa herramienta como una extensión de su brazo y un complemento de su ojo.
¿Roma es lo mejor del cine mexicano en 2018? No lo sé, quizá eso sea una discusión estéril, lo que sí puedo hacer es invitarlos a ver y compartir sus pensamientos porque lo que sin duda sí hace Cuarón con Roma es demostrarnos que es un hombre maduro y un cineasta hecho cuyo filme no deja a nadie indiferente y eso para mí es la misión del cine.
No, no dudo que Roma sea la mejor película de Alfonso Cuarón hasta el momento, tampoco niego que sea un buen filme, no sé si es una obra maestra, eso el tiempo lo dirá, lo que sí puedo decir es que no conecté emocionalmente con ella.
Eso no la hace mala, no la voy a descalificar por no haber conectado, por no haber llorado con Cleo o sentirme identificado con los niños clase medieros. Y es que ese tal vez es el problema o la cuestión, no pertenezco a la clase media, mi familia no proviene de ahí, tal vez con la parte con la que más (spoiler alert) conecto es con aquella fiesta popular de año nuevo ¡ay el pulque!.
Pero eso de ninguna manera demerita o hace mala a Roma. Sí, como cualquier filme tiene áreas de oportunidad, dirían los reclutadores de RRHH, sin embargo tiene cosas más valiosas que hay que destacar como la espectacular mezcla de audio que acompaña y engalana la cinta blanco y negro de Cuarón, ese es otro aspecto que la realza pero lo dejaré para más adelante, ahora hablaré del audio: ¡Que gloria!
Sentarse casi al centro de la sala y dejar que los diálogos, el sonido ambiente, la música te envuelva y te lleve, es simplemente maravilloso, escuchar diálogos en primer, segundo, tercer plano, el uso providencial de sonido ambiente que crece poco a poco y te sacude como una ola en la secuencia de la playa que acompaña a ese traveleo que no deja ver más que una Cleo angustiada en busca de sus pequeñines.
Y Cleo (Yalitzia Aparicio) ¡Que cosa! Que mirada tan más poderosa, tal vez sea porque no es actriz o tal vez sea porque es una actriz nata, esa discusión no la tendremos, pero sus ojos lo dicen todo, es más poderosa su mirada cuando ve al canalla que la abandonó que un diálogo admitiendo su “culpa”, su “carga”.
El blanco y negro, ese recurso narrativo que iguala todo, lo equilibra y unifica, que te centra en los personajes impidiendo que te pierdas en los colores del entorno o en el magistral diseño de arte de Eugenio Caballero quien nos vuelve a confirmar que él juega en otras ligas.
Y es Caballero el que mucho le otorga a esta cinta en términos de la conexión emocional con el público que ve el Metropolitan siendo cine y no centro de espectáculos, el tranvía y la avenida Insurgentes y una colonia Roma que ya fue, esos lugares que se quedan en la memoria del colectivo y que al ser reproducidos con gran habilidad provocan en el adulto mayor de 50 años la nostalgia y una sonrisa de gratitud hacia Cuarón.
Sí, también es la película más personal de Alfonso, esa en la que el hombre explica lo que de niño veía y no alcanzaba a comprender pues a esa edad importa más cantar bajo la lluvia chapoteando en los charcos de un patio particular.
Pero hay algo aún más importante que todo lo que he señalado antes: Roma debe verse en una sala de cine no en un dispositivo electrónico, de no ser así se perderán de una experiencia sensorial provocada por esa mezcla de sonido.
¿Qué pudo haber hecho mejor a Roma? Tal vez un guion más sólido, hay secuencias que tal vez no debería de estar y no serían extrañadas como aquella donde los adultos disparan o los niños juegan a las faldas del cerro entre los borregos.
Pero sin duda lo que la hubiera hecho una extraordinaria pieza cinematográfica, con una riqueza narrativa y visual impactante, sería contar con una fotografía como la que el Chivo Lubezki suele regalarnos ¿por qué? Porque en Roma vemos una cámara fija que está ahí para atestiguar, no vemos una cámara que nos cuente también la historia y cuando vemos movimientos éstos parecen estar mecanizados, demasiado rígidos, sin la naturalidad de un fotógrafo que entiende a esa herramienta como una extensión de su brazo y un complemento de su ojo.
¿Roma es lo mejor del cine mexicano en 2018? No lo sé, quizá eso sea una discusión estéril, lo que sí puedo hacer es invitarlos a ver y compartir sus pensamientos porque lo que sin duda sí hace Cuarón con Roma es demostrarnos que es un hombre maduro y un cineasta hecho cuyo filme no deja a nadie indiferente y eso para mí es la misión del cine.