Infiltrado en el KKKlan: el espejo atemporal
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
09-11-2018 16:22:34
Spike Lee es conocido por sus películas con un alto y explícito contenido sociopolítico. Sus argumentos siempre elaboran algún posicionamiento sobre la etnia, tema siempre latente en la conversación estadounidense; asimismo, suele dar algunos ganchos al Hombre (al poder), siempre consciente de que el cine debe y tiene la capacidad de poner asuntos importantes sobre la mesa. Para él, es imperativo tener una postura y estar orgulloso de ella.
Basada en las memorias Black Klansman de Ron Stallworth -persona real y nombre del protagonista- Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKlansman) recrea la infiltración -valga la redundancia- de este policía (John David Washington) en el Ku Klux Klan como parte de una operación encubierta. Podría parecer una historia casi ordinaria, pero él era un afroamericano radicante en Colorado Springs, un pueblito sureño que va metiéndose a la integración de a poco, en Estados Unidos.
La secuencia inicial muestra un metraje ficticio en blanco y negro, donde el Dr. Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin) tiene una rabieta de odio en contra de la población negra y judía. “Solíamos tener una buena vida”, dice este supremacista blanco mientras incluye en su discurso otros insultos como que “Estados Unidos se está convirtiendo en un país de ‘mestizos’ (dicho en tono despectivo, mongrel es la palabra en inglés)”, mientras la luz de la proyección de El nacimiento de una nación -obra maestra cinematográfica, pero eminentemente racista de D.W. Griffith- le cae en el rostro. A pesar de que el monólogo está con un tono cómico al mostrar que este tipo no puede memorizar sus líneas a pesar de que es una diatriba que sale de sus entrañas, es un inicio contundente por sus claras alegorías al Make America Great Again del actual innombrable mundial. Este es el primer golpe de muchos que asesta el director en todo el desarrollo.
Posteriormente, inicia el relato de Ron Stallworth con una escena donde contempla el anuncio en la estación de policía que pide reclutas, especialmente de “minorías”. Él toca su abultado afro y poco después, es contratado como el primer agente afroamericano en la historia de esa estación, recibiendo halagos como el de que sería “el Jackie Robinson de Colorado Springs”. Ese gesto de tocar su peinado característico de los afroamericanos mientras contempla el anuncio, para después ser firmado en un trabajo mayormente por su color de piel, es un detalle fundamental a lo largo de la cinta, pues es la diferenciación del protagonista con un entorno ajeno y hostil. Esa diferenciación, el saberse distinto, es uno de los agentes narrativos más importantes, pues todo el tiempo se notan los contrastes entre grupos ajenos: blancos y negros, policías y activistas, racistas y quienes no lo son… El otro sintiéndose ajeno con el otro y con pocas posibilidades de empatizar.
Desde ahí se desenvuelve el argumento policiaco que incluye la investigación que comienza cuando Ron va incógnito a un mitin de la Unión de Estudiantes Negros, el cual tiene como figura principal a Kwame Ture, un antiguo líder de las Panteras Negras (asociación que buscaba la liberación del pueblo negro, consigna repetida constantemente en la historia). El potente discurso de este excaudillo incluye frases potentísimas que llaman a la respuesta contra las agresiones del hombre blanco, a la aceptación de la negritud y a, por supuesto, la emancipación de los hombres y mujeres negros; pero, estas palabras son montadas con imágenes de personas afroamericanas que miran hacia arriba y no están insertas en la escena, como si estuvieran haciendo consciencia de su situación en lo que es un evidente llamado a la acción y un rompimiento de la narración ficticia. Es Lee hablándole a la audiencia y pidiéndole que actúe, rasgo característico de su cine.
Este tipo de secuencias son utilizadas en más ocasiones sin desestimar la fluidez del relato detectivesco, en lo que demuestra una absoluta maestría en la dirección y el storytelling con sentido social, además repitiendo ciertas marcas autorales como la utilización de canciones interpretadas por afroamericanos y la graciosa ironía crítica.
Hacia el final de la película, posterior a una desgarradora descripción del linchamiento de Jesse Washington y al clímax del filme, se introduce material de archivo de la manifestación Unite The Right (Únete a la Derecha por su traducción al español) en Charlottesville, Virginia, evento de supremacistas blancos… De nuevo, un quiebre en la ficción para azotarnos con la realidad del planeta en este realce de la derecha a nivel global.
Así, Infiltrado en el KKKlan es un incesante choque en el espejo de la realidad social, enmarcado en una excelente película policiaca situada en la década de 1970, pero con matices que tienen una actualidad terrible. Además, un “churro” mayor de Spike Lee y del cine estadounidense en este siglo.
Spike Lee es conocido por sus películas con un alto y explícito contenido sociopolítico. Sus argumentos siempre elaboran algún posicionamiento sobre la etnia, tema siempre latente en la conversación estadounidense; asimismo, suele dar algunos ganchos al Hombre (al poder), siempre consciente de que el cine debe y tiene la capacidad de poner asuntos importantes sobre la mesa. Para él, es imperativo tener una postura y estar orgulloso de ella.
Basada en las memorias Black Klansman de Ron Stallworth -persona real y nombre del protagonista- Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKlansman) recrea la infiltración -valga la redundancia- de este policía (John David Washington) en el Ku Klux Klan como parte de una operación encubierta. Podría parecer una historia casi ordinaria, pero él era un afroamericano radicante en Colorado Springs, un pueblito sureño que va metiéndose a la integración de a poco, en Estados Unidos.
La secuencia inicial muestra un metraje ficticio en blanco y negro, donde el Dr. Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin) tiene una rabieta de odio en contra de la población negra y judía. “Solíamos tener una buena vida”, dice este supremacista blanco mientras incluye en su discurso otros insultos como que “Estados Unidos se está convirtiendo en un país de ‘mestizos’ (dicho en tono despectivo, mongrel es la palabra en inglés)”, mientras la luz de la proyección de El nacimiento de una nación -obra maestra cinematográfica, pero eminentemente racista de D.W. Griffith- le cae en el rostro. A pesar de que el monólogo está con un tono cómico al mostrar que este tipo no puede memorizar sus líneas a pesar de que es una diatriba que sale de sus entrañas, es un inicio contundente por sus claras alegorías al Make America Great Again del actual innombrable mundial. Este es el primer golpe de muchos que asesta el director en todo el desarrollo.
Posteriormente, inicia el relato de Ron Stallworth con una escena donde contempla el anuncio en la estación de policía que pide reclutas, especialmente de “minorías”. Él toca su abultado afro y poco después, es contratado como el primer agente afroamericano en la historia de esa estación, recibiendo halagos como el de que sería “el Jackie Robinson de Colorado Springs”. Ese gesto de tocar su peinado característico de los afroamericanos mientras contempla el anuncio, para después ser firmado en un trabajo mayormente por su color de piel, es un detalle fundamental a lo largo de la cinta, pues es la diferenciación del protagonista con un entorno ajeno y hostil. Esa diferenciación, el saberse distinto, es uno de los agentes narrativos más importantes, pues todo el tiempo se notan los contrastes entre grupos ajenos: blancos y negros, policías y activistas, racistas y quienes no lo son… El otro sintiéndose ajeno con el otro y con pocas posibilidades de empatizar.
Desde ahí se desenvuelve el argumento policiaco que incluye la investigación que comienza cuando Ron va incógnito a un mitin de la Unión de Estudiantes Negros, el cual tiene como figura principal a Kwame Ture, un antiguo líder de las Panteras Negras (asociación que buscaba la liberación del pueblo negro, consigna repetida constantemente en la historia). El potente discurso de este excaudillo incluye frases potentísimas que llaman a la respuesta contra las agresiones del hombre blanco, a la aceptación de la negritud y a, por supuesto, la emancipación de los hombres y mujeres negros; pero, estas palabras son montadas con imágenes de personas afroamericanas que miran hacia arriba y no están insertas en la escena, como si estuvieran haciendo consciencia de su situación en lo que es un evidente llamado a la acción y un rompimiento de la narración ficticia. Es Lee hablándole a la audiencia y pidiéndole que actúe, rasgo característico de su cine.
Este tipo de secuencias son utilizadas en más ocasiones sin desestimar la fluidez del relato detectivesco, en lo que demuestra una absoluta maestría en la dirección y el storytelling con sentido social, además repitiendo ciertas marcas autorales como la utilización de canciones interpretadas por afroamericanos y la graciosa ironía crítica.
Hacia el final de la película, posterior a una desgarradora descripción del linchamiento de Jesse Washington y al clímax del filme, se introduce material de archivo de la manifestación Unite The Right (Únete a la Derecha por su traducción al español) en Charlottesville, Virginia, evento de supremacistas blancos… De nuevo, un quiebre en la ficción para azotarnos con la realidad del planeta en este realce de la derecha a nivel global.
Así, Infiltrado en el KKKlan es un incesante choque en el espejo de la realidad social, enmarcado en una excelente película policiaca situada en la década de 1970, pero con matices que tienen una actualidad terrible. Además, un “churro” mayor de Spike Lee y del cine estadounidense en este siglo.