El Día de Muertos en el séptimo arte
POR: ULISES CASTAÑEDA
03-11-2018 13:52:51
“El Día de Muertos era como mi Navidad”, dijo el cineasta mexicano Guillermo del Toro en una de sus más recientes visitas a México, para referirse a la tradición del Día de Muertos, una celebración prehispánica que festeja a la muerte como en ningún lugar del mundo. A través de ella la sociedad mexicana recuerda a los seres queridos que han perdido la vida y alimenta su espíritu con coloridas ofrendas con flores de cempasúchil, imágenes en papel picado, fotografías, alimentos y bebidas favoritas de los difuntos.
“Íbamos al panteón, nos sentábamos en la tumba del abuelo, le poníamos flores frescas y luego íbamos a donde vendían calaveras de hule negro, de barro, también vendían luchadores, como si los puestos fueran hechos especialmente para mí”, agregó el cineasta mexicano.
Y es que esta tradición celebrada el 1 y 2 de noviembre, que los extranjeros miran con asombro y cierta incredulidad, también ha inspirado a cineastas. Curiosamente la primera gran película que hace referencia a esta celebración la hizo un extranjero. Impresionado al conocer los grabados de José Guadalupe Posada, el legendario cineasta soviético Sergei M. Eisenstein viajó a México para retratar a nuestra sociedad.
Aunque el proyecto fue cancelado, el material que había rodado es histórico. No pudo verse sino hasta 1972, cuando el también cineasta soviético Grigori Aleksandrov logró ensamblar la versión más aceptada de ¡Que viva México! (1930-1932), la cual consistía en cuatro episodios: Sandunga, Maguey, Fiesta y Soldadera, así como un prólogo y un epílogo. De éste último resaltaría el especial interés de Eisenstein por el Día de Muertos y los grabados de Posada. Ahí plasmaría la tradición milenaria mezclada con la modernidad de la época.
“No hay evento más maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo es el Día de Muertos en México”, expresó Eisenstein en una vieja entrevista. Se dice que gran parte del material se perdió en el incendio de la Cineteca Nacional, en 1982.
Octavio Paz decía que el mexicano no se escondía de la muerte, ni la olvidaba, que la tenía presente en lo cotidiano, “la frecuentaba, la burlaba, la acariciaba, dormía con ella, la festejaba, era uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. Él fue uno de los intelectuales que apoyó el romanticismo y mitificación de la representación de la muerte en el arte y la literatura, que en el cine se llegó a mostrar a través de filmes como El ahijado de la muerte (1946), La muerte enamorada (1951) y El esqueleto de la señora Morales (1959).
Uno de los filmes más representativos es Macario (1959), de Roberto Gavaldón, quien nos presentó a Ignacio López Tarso y a Enrique Lucero (como Macario y la Muerte) filosofando sobre la vida en la adaptación de la novela del alemán Bruno Traven. Empieza con el Día de muertos, desde el primer minuto podemos ver ofrendas y calaveritas, pero en realidad es un relato profundo sobre el significado de la muerte, con imágenes icónicas como la secuencia de las mil veladoras.
En 1969 se estrenó Mictlán. dirigida por Raúl Kamffer, sobre una joven aristócrata y su familia que no respetan ninguna de las fiestas tradicionales de la comunidad; su perspectiva cambia cuando prueba peyote lo que le permite hacer un viaje al Mictlán (tierra de los muertos) y conocer el significado de honrar a los difuntos.
Luis Alcoriza volvió a retomar la tradición para su película Día de difuntos (Los hijos de la guayaba) en 1987, en la que logra capturar la idiosincrasia de los mexicanos, con la actuación de Manuel Ibáñez, Carmen Salinas, Fernando Lujan y Héctor Suárez. En este filme un grupo de extraños coincide en un panteón para celebrar el Día de Muertos, sin embargo, entre charlas se van desvelando conexiones humanas que van más allá de las clases sociales.
Otros trabajos mexicanos memorables son los animados del nuevo milenio. En 2001, René Castillo hizo Hasta los huesos, un cortometraje en stop motion que se ganaría un lugar dentro de lo mejor de nuestra cinematografía. Durante 12 minutos increíbles calaveras creadas con plastilina nos muestran los últimos instantes de vida de un hombre que llega aterrorizado al mundo de los muertos. También se aborda en La leyenda de la nahuala (2007), largometraje animado que desarrolla su historia unos días antes de la llegada de la famosa celebración mexicana.
Mirada desde fuera. En los años 80, mientras el cine mexicano padecía una de sus crisis, el Instituto Nacional de Cinematografía, dirigido por Alberto Isaac, invirtió cuatro millones de dólares en la realización de Bajo el volcán, cinta dirigida por John Huston y coproducida por norteamericanos y por la empresa estatal Conacine. Basada en la novela de Malcolm Lowry que narra la historia de un cónsul británico en el pueblo de Quauhnahuac durante el Día de Muertos. Alcoholizado, el británico se acercará a esta celebración tan enigmática para los extranjeros.
En Sangre por sangre (1993), sobre tres hispanos que se ven envueltos en la violencia de las bandas de Los Ángeles, la secuencia de un asesinato ocurre durante el 2 de noviembre durante la celebración del Día de Muertos. Caso similar al de la secuela de El cuervo, Ciudad de ángeles (1994), en la que se observa una escena en la que se retoma la celebración mexicana cuando el protagonista entra a una iglesia y encuentra un altar que es dedicado a todos aquellos que ya no están en esta vida. También está el caso de Érase una Vez en México (2003), de Robert Rodríguez, cuyo clímax ocurre en el Día de Muertos con escenas filmadas en San Miguel Allende, Querétaro y Guanajuato.
Más tarde los estudiantes del colegio estadounidense Ringling realizaron el cortometraje Día de los muertos (2013) como proyecto de tesis. El corto es coloridamente hermoso y muy apegado a la tradición mexicana.
Los casos más recientes son muy sonados. Primero está el filme animado El libro de la vida (2014), que si bien es una producción estadounidense, fue realizado por el mexicano Jorge R. Gutiérrez, bajo la producción de Guillermo del Toro: Cuenta el viaje de Manolo (Diego Luna), un joven que tiene que elegir entre lo que le dice la razón y lo que le dicta su corazón: la música. Antes que eso, inicia una aventura donde tendrá que superar sus miedos a través de tres mundos fantásticos. Durante este viaje, formará parte de un triángulo amoroso junto a Joaquín (Channing Tatum) y María (Zoe Saldaña), mientras que los espíritus de la Catrina (Kate del Castillo) y Xibalba (Ron Perlman) hacen una apuesta que determinará el transcurso de la historia.
También está una de las secuelas de 007. Lanzada en el 2015, Spectre, dirigida por Sam Mendes y protagonizada por Daniel Craig, la vigésimo cuarta entrega de James Bond se ubica en sus primeras escenas en Ciudad de México, en plena celebración del Día de los Muertos, pasando más tarde a la capital de Italia, Roma. Ahí se aprecia un desfile realizado por catrinas en el Centro Histórico de la ciudad que si bien aún no era una realidad en el país, nos recuerda una de las celebraciones de mayor relevancia de México. Por cierto, ahora sí se hace ese desfile.
Pero el caso más representativo fue el realizado por Pixar el año pasado con Coco, bajo la dirección de Lee Unkrich, por la cual ganó este año el Oscar. En su discurso agradeció a la cultura mexicana por inspirar la historia de Miguel, un niño que vive con su familia en un lugar rural y que tras algunos sucesos extraordinarios logrará tener una reunión familiar única, en el mundo de los muertos. Es un filme que roba el corazón.
Ahora mismo se alista el estreno de Día de muertos, un largometraje animado que incluso estuvo listo antes que Coco, pero que en la competencia comercial ha tenido que retrasar su estreno. El proyecto es dirigido por Carlos Gutiérrez.
“El Día de Muertos era como mi Navidad”, dijo el cineasta mexicano Guillermo del Toro en una de sus más recientes visitas a México, para referirse a la tradición del Día de Muertos, una celebración prehispánica que festeja a la muerte como en ningún lugar del mundo. A través de ella la sociedad mexicana recuerda a los seres queridos que han perdido la vida y alimenta su espíritu con coloridas ofrendas con flores de cempasúchil, imágenes en papel picado, fotografías, alimentos y bebidas favoritas de los difuntos.
“Íbamos al panteón, nos sentábamos en la tumba del abuelo, le poníamos flores frescas y luego íbamos a donde vendían calaveras de hule negro, de barro, también vendían luchadores, como si los puestos fueran hechos especialmente para mí”, agregó el cineasta mexicano.
Y es que esta tradición celebrada el 1 y 2 de noviembre, que los extranjeros miran con asombro y cierta incredulidad, también ha inspirado a cineastas. Curiosamente la primera gran película que hace referencia a esta celebración la hizo un extranjero. Impresionado al conocer los grabados de José Guadalupe Posada, el legendario cineasta soviético Sergei M. Eisenstein viajó a México para retratar a nuestra sociedad.
Aunque el proyecto fue cancelado, el material que había rodado es histórico. No pudo verse sino hasta 1972, cuando el también cineasta soviético Grigori Aleksandrov logró ensamblar la versión más aceptada de ¡Que viva México! (1930-1932), la cual consistía en cuatro episodios: Sandunga, Maguey, Fiesta y Soldadera, así como un prólogo y un epílogo. De éste último resaltaría el especial interés de Eisenstein por el Día de Muertos y los grabados de Posada. Ahí plasmaría la tradición milenaria mezclada con la modernidad de la época.
“No hay evento más maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo es el Día de Muertos en México”, expresó Eisenstein en una vieja entrevista. Se dice que gran parte del material se perdió en el incendio de la Cineteca Nacional, en 1982.
Octavio Paz decía que el mexicano no se escondía de la muerte, ni la olvidaba, que la tenía presente en lo cotidiano, “la frecuentaba, la burlaba, la acariciaba, dormía con ella, la festejaba, era uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. Él fue uno de los intelectuales que apoyó el romanticismo y mitificación de la representación de la muerte en el arte y la literatura, que en el cine se llegó a mostrar a través de filmes como El ahijado de la muerte (1946), La muerte enamorada (1951) y El esqueleto de la señora Morales (1959).
Uno de los filmes más representativos es Macario (1959), de Roberto Gavaldón, quien nos presentó a Ignacio López Tarso y a Enrique Lucero (como Macario y la Muerte) filosofando sobre la vida en la adaptación de la novela del alemán Bruno Traven. Empieza con el Día de muertos, desde el primer minuto podemos ver ofrendas y calaveritas, pero en realidad es un relato profundo sobre el significado de la muerte, con imágenes icónicas como la secuencia de las mil veladoras.
En 1969 se estrenó Mictlán. dirigida por Raúl Kamffer, sobre una joven aristócrata y su familia que no respetan ninguna de las fiestas tradicionales de la comunidad; su perspectiva cambia cuando prueba peyote lo que le permite hacer un viaje al Mictlán (tierra de los muertos) y conocer el significado de honrar a los difuntos.
Luis Alcoriza volvió a retomar la tradición para su película Día de difuntos (Los hijos de la guayaba) en 1987, en la que logra capturar la idiosincrasia de los mexicanos, con la actuación de Manuel Ibáñez, Carmen Salinas, Fernando Lujan y Héctor Suárez. En este filme un grupo de extraños coincide en un panteón para celebrar el Día de Muertos, sin embargo, entre charlas se van desvelando conexiones humanas que van más allá de las clases sociales.
Otros trabajos mexicanos memorables son los animados del nuevo milenio. En 2001, René Castillo hizo Hasta los huesos, un cortometraje en stop motion que se ganaría un lugar dentro de lo mejor de nuestra cinematografía. Durante 12 minutos increíbles calaveras creadas con plastilina nos muestran los últimos instantes de vida de un hombre que llega aterrorizado al mundo de los muertos. También se aborda en La leyenda de la nahuala (2007), largometraje animado que desarrolla su historia unos días antes de la llegada de la famosa celebración mexicana.
Mirada desde fuera. En los años 80, mientras el cine mexicano padecía una de sus crisis, el Instituto Nacional de Cinematografía, dirigido por Alberto Isaac, invirtió cuatro millones de dólares en la realización de Bajo el volcán, cinta dirigida por John Huston y coproducida por norteamericanos y por la empresa estatal Conacine. Basada en la novela de Malcolm Lowry que narra la historia de un cónsul británico en el pueblo de Quauhnahuac durante el Día de Muertos. Alcoholizado, el británico se acercará a esta celebración tan enigmática para los extranjeros.
En Sangre por sangre (1993), sobre tres hispanos que se ven envueltos en la violencia de las bandas de Los Ángeles, la secuencia de un asesinato ocurre durante el 2 de noviembre durante la celebración del Día de Muertos. Caso similar al de la secuela de El cuervo, Ciudad de ángeles (1994), en la que se observa una escena en la que se retoma la celebración mexicana cuando el protagonista entra a una iglesia y encuentra un altar que es dedicado a todos aquellos que ya no están en esta vida. También está el caso de Érase una Vez en México (2003), de Robert Rodríguez, cuyo clímax ocurre en el Día de Muertos con escenas filmadas en San Miguel Allende, Querétaro y Guanajuato.
Más tarde los estudiantes del colegio estadounidense Ringling realizaron el cortometraje Día de los muertos (2013) como proyecto de tesis. El corto es coloridamente hermoso y muy apegado a la tradición mexicana.
Los casos más recientes son muy sonados. Primero está el filme animado El libro de la vida (2014), que si bien es una producción estadounidense, fue realizado por el mexicano Jorge R. Gutiérrez, bajo la producción de Guillermo del Toro: Cuenta el viaje de Manolo (Diego Luna), un joven que tiene que elegir entre lo que le dice la razón y lo que le dicta su corazón: la música. Antes que eso, inicia una aventura donde tendrá que superar sus miedos a través de tres mundos fantásticos. Durante este viaje, formará parte de un triángulo amoroso junto a Joaquín (Channing Tatum) y María (Zoe Saldaña), mientras que los espíritus de la Catrina (Kate del Castillo) y Xibalba (Ron Perlman) hacen una apuesta que determinará el transcurso de la historia.
También está una de las secuelas de 007. Lanzada en el 2015, Spectre, dirigida por Sam Mendes y protagonizada por Daniel Craig, la vigésimo cuarta entrega de James Bond se ubica en sus primeras escenas en Ciudad de México, en plena celebración del Día de los Muertos, pasando más tarde a la capital de Italia, Roma. Ahí se aprecia un desfile realizado por catrinas en el Centro Histórico de la ciudad que si bien aún no era una realidad en el país, nos recuerda una de las celebraciones de mayor relevancia de México. Por cierto, ahora sí se hace ese desfile.
Pero el caso más representativo fue el realizado por Pixar el año pasado con Coco, bajo la dirección de Lee Unkrich, por la cual ganó este año el Oscar. En su discurso agradeció a la cultura mexicana por inspirar la historia de Miguel, un niño que vive con su familia en un lugar rural y que tras algunos sucesos extraordinarios logrará tener una reunión familiar única, en el mundo de los muertos. Es un filme que roba el corazón.
Ahora mismo se alista el estreno de Día de muertos, un largometraje animado que incluso estuvo listo antes que Coco, pero que en la competencia comercial ha tenido que retrasar su estreno. El proyecto es dirigido por Carlos Gutiérrez.