Clímax: el disruptivo mosaico humano
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ EN MORELIA
24-10-2018 21:30:28
Gaspar Noé, tan polarizante y controvertido, brillante e ¿incomprendido?, ya no se sabe qué esperar de él… y al mismo tiempo te puedes formar todas las expectativas del cine de uno de los verdaderos disruptores en la actual escena cinematográfica, no como otros que probablemente se apelliden Von Trier.
Clímax, dirigida y escrita por Gaspar Noé, muestra una fiesta oculta de unos muy habilidosos bailarines franceses, oculta en una escuela abandonada en un día con tormenta de nieve. ¿Por qué resalté la nacionalidad de los personajes? Porque el mismo realizador destaca que esta producción es una “película francesa orgullosa de serlo”. Desde ahí se puede ubicar la primera línea discursiva de la cinta.
Ubicado dentro del llamado “nuevo extremismo francés”, las obras firmadas por Noé no escatiman en recursos técnicos o narrativos para expresar una visión artística-autoral, usando principalmente la explicitud como bandera ondeante y sangrante. ¿Qué es Clímax y por qué se vanagloria de ser tan francesa? Considero que es una respuesta escandalosa y chocante -en el ‘buen’ y ‘mal’ sentido- a ese sector, cada vez más amplio, de la industria cinematográfica francesa que se está “norteamericanizando”, pues se ha abocado mucho a la comedia. Y claro que a los autores “serios” no les fascina la idea…
Contestación expresada en un grito violento y provocador, pues Noé se potencia para espesar la cinta en un discurso narrativo opulento en su subtexto y en la superficie, dentro de su cuasi-división episódica que sólo se hace más alucinante con el pasar de los cortes.
Después de una escena de una chica sangrante (por supuesto) que tiñe la nieve con su caminar, una serie de monólogos con los bailarines, quienes se quejan de las drogas y dicen nunca usarlas, y unos intertítulos que refieren a la vida como una ilusión, comienza el viaje -en sentido figurado- con un espectacular plano secuencia de los personajes que presumen esplendorosamente su dominio kinestésico. La coordinación en el bailoteo forma un mosaico humano, que además es filmado con maestría.
Corte -en la narración- a conversaciones de los danzantes (en parejas) que exhiben la perversión de su ser. Éstas incluyen depravación sexual, manifestaciones en contra de la religión, sobre el aborto, las drogas, el quehacer de una madre… El grupo disuelto en la médula por la maldad intrínseca del ser humano. Comienza el malestar físico entre el conjunto y descubren que el delicioso ponche que beben con tantas ganas está mezclado con ácido (LSD).
Corte disruptivo y comienza la violencia y el devaneo, adjetivado excelentemente en pantalla con encuadres que no siguen regla alguna más que generar la sensación de inestabilidad, oscilantes entre el plano holandés tradicional y un movimiento simplemente disruptivo de seguimiento a la figura. La transmisión del momento en pantalla cambia con el acompañamiento de la cámara; después de que vemos el resquebrajamiento físico y emocional de algún personaje que devela un poco más de su descomposición interna, el enfoque abandona al ser estropeado y va con aquél otro que sigue por romperse. De nuevo, todo estructurado con un estupendo diseño cinefotográfico y sonoro, el cual se centra en la conversación, pero no abandona el caos, el bullicio de las pistas musicales o los gritos y risas de la desesperanza.
Corte y la iluminación cambia a un agobiante rojo, similar al tungsteno, que bien podría emular al infierno y la insania se desata por completo. Se abandona todo ápice de realización formal y sólo observamos a la perfidia en su máxima expresión, encarnada en sexo, golpes, alaridos, llantos… El ser terminó de enranciarse.
“LA VIDA ES UNA IMPOSIBILIDAD COLECTIVA” se muestra en intertítulo, pero también es una absoluta declaración filosófica del director. ¿Es Clímax una dramatización de la descomposición individual y colectiva del homo sapiens, ser pervertible y asquerosamente egoísta? Puede ser, y es a lo que más me inclino. ¿Es Clímax un despliegue pretencioso y osado de las capacidades en la dirección de Gaspar Noé, con un discurso ciertamente pedante? También puede serlo. ¿Es una experiencia cinematográfica abrumadora (de nuevo, en el ‘buen’ y ‘mal’ sentido)? Absolutamente.
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Ahora ya puedes disfrutar de Climax sin salir de Encuadres; date de alta en Eyelet y disfruta de este y otros títulos sin dejar la revista que pone todo el cine en tus manos.
Gaspar Noé, tan polarizante y controvertido, brillante e ¿incomprendido?, ya no se sabe qué esperar de él… y al mismo tiempo te puedes formar todas las expectativas del cine de uno de los verdaderos disruptores en la actual escena cinematográfica, no como otros que probablemente se apelliden Von Trier.
Clímax, dirigida y escrita por Gaspar Noé, muestra una fiesta oculta de unos muy habilidosos bailarines franceses, oculta en una escuela abandonada en un día con tormenta de nieve. ¿Por qué resalté la nacionalidad de los personajes? Porque el mismo realizador destaca que esta producción es una “película francesa orgullosa de serlo”. Desde ahí se puede ubicar la primera línea discursiva de la cinta.
Ubicado dentro del llamado “nuevo extremismo francés”, las obras firmadas por Noé no escatiman en recursos técnicos o narrativos para expresar una visión artística-autoral, usando principalmente la explicitud como bandera ondeante y sangrante. ¿Qué es Clímax y por qué se vanagloria de ser tan francesa? Considero que es una respuesta escandalosa y chocante -en el ‘buen’ y ‘mal’ sentido- a ese sector, cada vez más amplio, de la industria cinematográfica francesa que se está “norteamericanizando”, pues se ha abocado mucho a la comedia. Y claro que a los autores “serios” no les fascina la idea…
Contestación expresada en un grito violento y provocador, pues Noé se potencia para espesar la cinta en un discurso narrativo opulento en su subtexto y en la superficie, dentro de su cuasi-división episódica que sólo se hace más alucinante con el pasar de los cortes.
Después de una escena de una chica sangrante (por supuesto) que tiñe la nieve con su caminar, una serie de monólogos con los bailarines, quienes se quejan de las drogas y dicen nunca usarlas, y unos intertítulos que refieren a la vida como una ilusión, comienza el viaje -en sentido figurado- con un espectacular plano secuencia de los personajes que presumen esplendorosamente su dominio kinestésico. La coordinación en el bailoteo forma un mosaico humano, que además es filmado con maestría.
Corte -en la narración- a conversaciones de los danzantes (en parejas) que exhiben la perversión de su ser. Éstas incluyen depravación sexual, manifestaciones en contra de la religión, sobre el aborto, las drogas, el quehacer de una madre… El grupo disuelto en la médula por la maldad intrínseca del ser humano. Comienza el malestar físico entre el conjunto y descubren que el delicioso ponche que beben con tantas ganas está mezclado con ácido (LSD).
Corte disruptivo y comienza la violencia y el devaneo, adjetivado excelentemente en pantalla con encuadres que no siguen regla alguna más que generar la sensación de inestabilidad, oscilantes entre el plano holandés tradicional y un movimiento simplemente disruptivo de seguimiento a la figura. La transmisión del momento en pantalla cambia con el acompañamiento de la cámara; después de que vemos el resquebrajamiento físico y emocional de algún personaje que devela un poco más de su descomposición interna, el enfoque abandona al ser estropeado y va con aquél otro que sigue por romperse. De nuevo, todo estructurado con un estupendo diseño cinefotográfico y sonoro, el cual se centra en la conversación, pero no abandona el caos, el bullicio de las pistas musicales o los gritos y risas de la desesperanza.
Corte y la iluminación cambia a un agobiante rojo, similar al tungsteno, que bien podría emular al infierno y la insania se desata por completo. Se abandona todo ápice de realización formal y sólo observamos a la perfidia en su máxima expresión, encarnada en sexo, golpes, alaridos, llantos… El ser terminó de enranciarse.
“LA VIDA ES UNA IMPOSIBILIDAD COLECTIVA” se muestra en intertítulo, pero también es una absoluta declaración filosófica del director. ¿Es Clímax una dramatización de la descomposición individual y colectiva del homo sapiens, ser pervertible y asquerosamente egoísta? Puede ser, y es a lo que más me inclino. ¿Es Clímax un despliegue pretencioso y osado de las capacidades en la dirección de Gaspar Noé, con un discurso ciertamente pedante? También puede serlo. ¿Es una experiencia cinematográfica abrumadora (de nuevo, en el ‘buen’ y ‘mal’ sentido)? Absolutamente.
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Ahora ya puedes disfrutar de Climax sin salir de Encuadres; date de alta en Eyelet y disfruta de este y otros títulos sin dejar la revista que pone todo el cine en tus manos.