Rush Hour, sobre el dolor, el tiempo y la distancia
POR: YESENIA TORRES
16-10-2018 02:19:37
El dolor podría ser bien un nuevo parámetro de medición en la ciudad. Podríamos reestructurar la forma en que cuestionamos y nos cuestionamos sobre el tiempo y la distancia: ¿cuánto te dolió llegar hasta aquí?, ¿qué tan doloroso es para ti llegar al sur de la ciudad?, y tal vez responder que “según waze me va doler lo mismo que ayer”. Sin exagerar, basta con intentar abordar algún tren del metro en hora pico o salir de periférico en un viernes de quincena. Eso es Rush Hour.
Pero transportarse es una necesidad humana y el dolor una percepción sensorial subjetiva, anímica y física que no debería estar ligada de manera tan natural con las actividades diarias. Digamos que el dolor, en su definición más banal, es una situación de elección y no de resignación que erróneamente se mimetiza más con la idea de bienestar causa - consecuencia: tus privilegios no son gratis. En este sentido, el documental Rush Hour de la directora argentina Luciana Kaplan va mucho más allá de reflexionar sobre la vida (si entendemos vida como tiempo) que perdemos mientras nos transportamos.
Rush Hour u Hora Pico en español, retrata la jornada laboral de tres personas de diferentes países, lo que sufren y lo que dejan mientras viajan de sus casas a sus trabajos y de regreso, para encontrar circunstancias paralelas y visuales entre ellas sin importar la geografía o estatus económico. El caso de México está protagonizado por Estela quien vive en Ecatepec, (que es además, el municipio que se registra al top en feminicidios a nivel nacional), y viaja cerca de tres horas para llegar al salón de belleza en el que trabaja en la Ciudad de México. En Estados Unidos, Mike, quien vive con su esposa al sur de California, debe transportarse diariamente a Los Ángeles para poder llevar el estilo de vida al que están acostumbrados. El tercero sucede en Estambul, cuando una mujer se aventura diariamente para atravesar el estrecho del Bósforo para llegara a su trabajo en transporte público.
Pese a que las anécdotas entre los tres personajes parecen estar abismalmente distanciadas por circunstancias socioeconómicas queda en evidencia la nada asombrosa respuesta del modelo que persigue y define una sociedad políticamente correcta y aplaudida.
La belleza fría que sostiene el ojo de la cámara y de la documentalista no solo nos permite persuadir en los más mínimos detalles que se filman con sutileza y casualidad, también nos permite imaginar los rostros de todas y todos los que de reojo podemos ver trasbordando en el tren y en cada uno de los carros atascados en el tráfico. Las tomas aéreas que gratamente encontramos en la cinta nos permite dimensionar las distancias que relatan y quizás conozcamos, pero es el respeto testimonial el que nos deja sospechar que la frustración entre la distancia y el tiempo nada tiene que ver con el transporte pese a que sí existan todas las inconsistencias viales y demográficas, en las que personalmente uno ha elegido para vivir.
Ahora ya puedes disfrutar de Rush Hour sin salir de Encuadres; date de alta en Eyelet y disfruta de este y otros titulos sin dejar la revista que pone todo el cine en tus manos
El dolor podría ser bien un nuevo parámetro de medición en la ciudad. Podríamos reestructurar la forma en que cuestionamos y nos cuestionamos sobre el tiempo y la distancia: ¿cuánto te dolió llegar hasta aquí?, ¿qué tan doloroso es para ti llegar al sur de la ciudad?, y tal vez responder que “según waze me va doler lo mismo que ayer”. Sin exagerar, basta con intentar abordar algún tren del metro en hora pico o salir de periférico en un viernes de quincena. Eso es Rush Hour.
Pero transportarse es una necesidad humana y el dolor una percepción sensorial subjetiva, anímica y física que no debería estar ligada de manera tan natural con las actividades diarias. Digamos que el dolor, en su definición más banal, es una situación de elección y no de resignación que erróneamente se mimetiza más con la idea de bienestar causa - consecuencia: tus privilegios no son gratis. En este sentido, el documental Rush Hour de la directora argentina Luciana Kaplan va mucho más allá de reflexionar sobre la vida (si entendemos vida como tiempo) que perdemos mientras nos transportamos.
Rush Hour u Hora Pico en español, retrata la jornada laboral de tres personas de diferentes países, lo que sufren y lo que dejan mientras viajan de sus casas a sus trabajos y de regreso, para encontrar circunstancias paralelas y visuales entre ellas sin importar la geografía o estatus económico. El caso de México está protagonizado por Estela quien vive en Ecatepec, (que es además, el municipio que se registra al top en feminicidios a nivel nacional), y viaja cerca de tres horas para llegar al salón de belleza en el que trabaja en la Ciudad de México. En Estados Unidos, Mike, quien vive con su esposa al sur de California, debe transportarse diariamente a Los Ángeles para poder llevar el estilo de vida al que están acostumbrados. El tercero sucede en Estambul, cuando una mujer se aventura diariamente para atravesar el estrecho del Bósforo para llegara a su trabajo en transporte público.
Pese a que las anécdotas entre los tres personajes parecen estar abismalmente distanciadas por circunstancias socioeconómicas queda en evidencia la nada asombrosa respuesta del modelo que persigue y define una sociedad políticamente correcta y aplaudida.
La belleza fría que sostiene el ojo de la cámara y de la documentalista no solo nos permite persuadir en los más mínimos detalles que se filman con sutileza y casualidad, también nos permite imaginar los rostros de todas y todos los que de reojo podemos ver trasbordando en el tren y en cada uno de los carros atascados en el tráfico. Las tomas aéreas que gratamente encontramos en la cinta nos permite dimensionar las distancias que relatan y quizás conozcamos, pero es el respeto testimonial el que nos deja sospechar que la frustración entre la distancia y el tiempo nada tiene que ver con el transporte pese a que sí existan todas las inconsistencias viales y demográficas, en las que personalmente uno ha elegido para vivir.
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