Vittorio Taviani, pilar del cine italiano
POR: ULISES CASTAÑEDA
17-04-2018 18:05:54
El pasado 6 de julio el cineasta italiano Paolo Taviani presentó en España el filme Una questione privata (2017), el cual significó el último filme que realizó junto a su hermano Vittorio, quien falleció el pasado domingo a los 88 años, en Roma. Ellos fueron cineastas que protagonizaron algunas de las páginas más bellas del cine italiano.
Vittorio nació el 20 de septiembre de 1929, y Paolo el 8 de noviembre de 1931, en San Miniato di Pisa, un pequeño pueblo de la campiña toscana, en el seno de una familia de buena posición económica, pues su padre era abogado. Un tercer hermano, Franco Brogi Taviani, más joven, también se terminó por dedicarse a la realización, por su cuenta.
Como premio cuando sacaban buenas notas, su padre solía llevarlos a Florencia a la ópera, espectáculo que les apasionaba. De niños no iban a los cines porque no había ninguno en su localidad natal, hasta que los alemanes destruyen su casa durante la II Guerra Mundial y la familia se trasladó a Pisa.
Allí se burlaron de unos amigos que organizaron un cine-club porque les parecía una actividad pretenciosa “de burgueses que se aburren”, pero finalmente acudieron un día a una de sus proyecciones y quedaron fascinados ante los diez últimos minutos de La pasión de Juana de Arco. Pero su verdadero amor por el cine surgió cuando vieron Paisá, una película dirigida por Roberto Rossellini. Ahí lo adoptaron como un padre cinematográfico al que veneraron para siempre: “El neorrealismo constituye, junto con el Renacimiento con Caravaggio y el melodrama decimonónico con Verdi, los tres grandes pilares de la cultura italiana”, decía Paolo hace unos días.
En Pisa también desarrollaron sus estudios, Vittorio se matriculó en Derecho y Paolo en Bellas Artes, pero en lugar de ejercer sus carreras hicieron periodismo, luego a rodar cortos y montar obras teatrales. Su primer acercamiento al cine se da por encargo de la compañía petrolera estatal, que les pidió un documental sobre sus infraestructuras. Se llamó L'Italia non è un paese povero, pero las imágenes eran duras sobre la clase obrera que la empresa lo censuró. Se pensaba que este film se había perdido, hasta que Tinto Brass, que ejerció como ayudante de dirección, sacó a la luz en 1999 una copia que él mismo había guardado.
Fue hasta 1962, cuando pudieron poner en marcha su primer filme de ficción. Un uomo da bruciare, codirigido junto a Valentino Orsini con quien colaboraron intensamente durante varios años, en torno a un tipo que ayuda a sus vecinos campesinos a enfrentarse a la mafia. Este filme mostraba un aliento neorrealista (“un acto de amor al neorrealismo”, según lo definen los mismos directores) pero también mostraba un estilo diferente, que más adelante también desarrollaron Michelangelo Antonioni y Pier Paolo Pasolini.
“Somos dos medias neurosis que se complementan y formamos una sola”, comentó alguna vez Vittorio. Activistas de la izquierda política, los Taviani consagran sus primeros trabajos a la denuncia de la situación de la clase obrera. Destaca San Michele aveva un gallo (1972), en la que un anarquista acaba en prisión por liderar levantamientos de los campesinos. También tiene gran interés Sotto il segno dello scorpione (1969), sobre un grupo de individuos que sobrevive en una isla tras una erupción volcánica.
Su primer gran éxito internacional llegó en 1974, con Allosanfán, una ácida reflexión sobre los liderazgos en el siglo XIX, a través de héroes revolucionarios. Luego la cumbre llegó con Padre Padrone (1977), Palma de Oro en Cannes, basada en el libro autobiográfico La educación de un pastor, de Gavino Ledda, el cual versa sobre un pastor en Cerdeña que procuró adquirir una educación para escapar de su padre dominante.
En sus películas, casi siempre corales, no se cansaron de describir a los desfavorecidos y de ilustrar sobre los beneficios de la pasión artística y la educación. Entre otros títulos célebres de la dupla figuran La noche de San Lorenzo, de 1982; su film más ambicioso Good morning, Babilonia, de (1988) e Il sole anche di notte, de 1990.
Guionistas de sus propias películas, los hermanos Taviani se repartían la dirección de las diferentes secuencias de cada una. Cuando le toca a uno, el otro se limita a observar. Ni ellos mismos acaban de explicarse por qué se complementan tan bien: “Quizás sea porque el cine comenzó con dos hermanos, los Lumière”, ha explicado Vittorio.
“Hacemos una vida muy en común, compartimos todo salvo nuestras esposas. Todas las mañanas sacamos a pasear a nuestros perros por los parques de Roma y allí hablamos de todo lo que sucede a nuestro alrededor y dentro de nosotros también. A veces damos con una historia que puede dar lugar a una de nuestras películas”, añadió.
Los Taviani volvieron a destacar a nivel internacional con César debe morir, impresionante documento sobre un grupo de presos que organizan en prisión una representación de Julio César, la obra de William Shakespeare. Ganó el Oso de Oro en Berlín, arrasó en los David di Donatello (de la Academia italiana) y representó a su país, Italia, en los Oscars.
Se despidieron del cine con Maravilloso Boccaccio (2015) un canto a la juventud apoyado en el legado del clásico escritor, filme que ahora puedes ver aquí solo con tu cuenta de Eyelet.
El pasado 6 de julio el cineasta italiano Paolo Taviani presentó en España el filme Una questione privata (2017), el cual significó el último filme que realizó junto a su hermano Vittorio, quien falleció el pasado domingo a los 88 años, en Roma. Ellos fueron cineastas que protagonizaron algunas de las páginas más bellas del cine italiano.
Vittorio nació el 20 de septiembre de 1929, y Paolo el 8 de noviembre de 1931, en San Miniato di Pisa, un pequeño pueblo de la campiña toscana, en el seno de una familia de buena posición económica, pues su padre era abogado. Un tercer hermano, Franco Brogi Taviani, más joven, también se terminó por dedicarse a la realización, por su cuenta.
Como premio cuando sacaban buenas notas, su padre solía llevarlos a Florencia a la ópera, espectáculo que les apasionaba. De niños no iban a los cines porque no había ninguno en su localidad natal, hasta que los alemanes destruyen su casa durante la II Guerra Mundial y la familia se trasladó a Pisa.
Allí se burlaron de unos amigos que organizaron un cine-club porque les parecía una actividad pretenciosa “de burgueses que se aburren”, pero finalmente acudieron un día a una de sus proyecciones y quedaron fascinados ante los diez últimos minutos de La pasión de Juana de Arco. Pero su verdadero amor por el cine surgió cuando vieron Paisá, una película dirigida por Roberto Rossellini. Ahí lo adoptaron como un padre cinematográfico al que veneraron para siempre: “El neorrealismo constituye, junto con el Renacimiento con Caravaggio y el melodrama decimonónico con Verdi, los tres grandes pilares de la cultura italiana”, decía Paolo hace unos días.
En Pisa también desarrollaron sus estudios, Vittorio se matriculó en Derecho y Paolo en Bellas Artes, pero en lugar de ejercer sus carreras hicieron periodismo, luego a rodar cortos y montar obras teatrales. Su primer acercamiento al cine se da por encargo de la compañía petrolera estatal, que les pidió un documental sobre sus infraestructuras. Se llamó L'Italia non è un paese povero, pero las imágenes eran duras sobre la clase obrera que la empresa lo censuró. Se pensaba que este film se había perdido, hasta que Tinto Brass, que ejerció como ayudante de dirección, sacó a la luz en 1999 una copia que él mismo había guardado.
Fue hasta 1962, cuando pudieron poner en marcha su primer filme de ficción. Un uomo da bruciare, codirigido junto a Valentino Orsini con quien colaboraron intensamente durante varios años, en torno a un tipo que ayuda a sus vecinos campesinos a enfrentarse a la mafia. Este filme mostraba un aliento neorrealista (“un acto de amor al neorrealismo”, según lo definen los mismos directores) pero también mostraba un estilo diferente, que más adelante también desarrollaron Michelangelo Antonioni y Pier Paolo Pasolini.
“Somos dos medias neurosis que se complementan y formamos una sola”, comentó alguna vez Vittorio. Activistas de la izquierda política, los Taviani consagran sus primeros trabajos a la denuncia de la situación de la clase obrera. Destaca San Michele aveva un gallo (1972), en la que un anarquista acaba en prisión por liderar levantamientos de los campesinos. También tiene gran interés Sotto il segno dello scorpione (1969), sobre un grupo de individuos que sobrevive en una isla tras una erupción volcánica.
Su primer gran éxito internacional llegó en 1974, con Allosanfán, una ácida reflexión sobre los liderazgos en el siglo XIX, a través de héroes revolucionarios. Luego la cumbre llegó con Padre Padrone (1977), Palma de Oro en Cannes, basada en el libro autobiográfico La educación de un pastor, de Gavino Ledda, el cual versa sobre un pastor en Cerdeña que procuró adquirir una educación para escapar de su padre dominante.
En sus películas, casi siempre corales, no se cansaron de describir a los desfavorecidos y de ilustrar sobre los beneficios de la pasión artística y la educación. Entre otros títulos célebres de la dupla figuran La noche de San Lorenzo, de 1982; su film más ambicioso Good morning, Babilonia, de (1988) e Il sole anche di notte, de 1990.
Guionistas de sus propias películas, los hermanos Taviani se repartían la dirección de las diferentes secuencias de cada una. Cuando le toca a uno, el otro se limita a observar. Ni ellos mismos acaban de explicarse por qué se complementan tan bien: “Quizás sea porque el cine comenzó con dos hermanos, los Lumière”, ha explicado Vittorio.
“Hacemos una vida muy en común, compartimos todo salvo nuestras esposas. Todas las mañanas sacamos a pasear a nuestros perros por los parques de Roma y allí hablamos de todo lo que sucede a nuestro alrededor y dentro de nosotros también. A veces damos con una historia que puede dar lugar a una de nuestras películas”, añadió.
Los Taviani volvieron a destacar a nivel internacional con César debe morir, impresionante documento sobre un grupo de presos que organizan en prisión una representación de Julio César, la obra de William Shakespeare. Ganó el Oso de Oro en Berlín, arrasó en los David di Donatello (de la Academia italiana) y representó a su país, Italia, en los Oscars.
Se despidieron del cine con Maravilloso Boccaccio (2015) un canto a la juventud apoyado en el legado del clásico escritor, filme que ahora puedes ver aquí solo con tu cuenta de Eyelet.