François Ozon y la ilusión de la mentira en Frantz

POR: ULISES CASTAÑEDA

05-01-2018 13:02:50


“¿Sabe usted quién ha dejado las flores en la tumba?”, pregunta Anna (Paula Beer) al cuidador del panteón. Hasta hace poco ella era de las pocas personas que acudía a dejar flores a lo que queda de Frantz, su prometido y un soldado alemán que cayó en Francia en medio por la Primera Guerra Mundial. Las misteriosas flores pertenecen a Adrien Rivoire, un joven francés no menos recóndito que llegó a ese pequeño pueblo alemán donde la mayoría de las personas aún recuerda a los que no regresaron de la guerra.


Bajo ese planteamiento es que el cineasta francés François Ozon realiza Frantz, una película extraña en su filmografía repleta de bizarradas estéticas y de personajes que prueban el límite de sus obsesiones. Por primera vez en su carrera realiza un filme de época y lo hace con una historia capaz de traspasar fronteras genéricas y plantearle serias dudas al espectador sobre los motivos, las mentiras y las verdades de sus personajes.


Frantz habla del miedo al extranjero, que hoy en día es más fuerte que nunca. También predica la hermandad entre los pueblos, y demuestra que la guerra deja víctimas en ambos bandos. Me parece importante hablar de ello”, dijo el cineasta francés en una entrevista después de estrenar el filme en la competencia por el León de Oro de la Mostra de Venecia, en 2016, donde Paula Beer ganó el premio a Mejor Nueva Actriz; más tarde, la cinta recibiría 11 nominaciones a los Premios César de la Academia Francesa vencida por la excepcional Elle, del holandés Paul Verhoeven.


Esta película surge de sus curiosidades como la mayoría de sus filmes: “En una época obsesionada por la verdad y la transparencia, hacía tiempo que buscaba la forma de hacer una película en torno a la mentira. Como alumno y admirador de Eric Rohmer, siempre me ha interesado contar y filmar mentiras. Más aún, el cine me parece el arte de la ilusión, una mentira a 24 fotogramas por segundo”, explicó.


“Pensaba en esta temática cuando un amigo me habló de una obra de Maurice Rostand escrita inmediatamente después de la I Guerra Mundial, L'homme que j'ai tué (El hombre al que maté). Me gustó el punto de partida: es la historia de un joven francés que decide pedir perdón a la familia alemana del soldado al que mató, pero un malentendido le impide decir la verdad”, agregó.


El filme llegó a México, primero como parte del Tour de Cine Francés, y a partir de este fin de semana se encuentra en la cartelera comercial. Con esta cinta, Ozon nos pone en el lugar de los derrotados, y con su sensibilidad narrativa nos plantea un emotivo y complejo drama de personajes que a menudo tratan de explorar los límites de su personalidad, casi siempre movidos por el amor, el dolor y la exploración sexual.


“Para mí era importante contar la historia desde el punto de vista de los que perdieron la guerra. Soy germanófilo y mi idea era mostrar que el sufrimiento de los alemanes fue equivalente al de los franceses. Nuestra perspectiva ha cambiado totalmente”, expresó el cineasta.


“Soy un manipulador, como todos los cineastas. Todos manipulamos en cierta medida porque sabemos cómo se desarrolla y cómo termina la historia que estamos contando. Lo que me interesa es ese juego que se establece con el espectador, que ya planteé de una manera más teórica en En la casa. Me gusta que el espectador cree sus propias historias, que haga suya la película. Siempre me ha interesado mucho el tema de la mentira y sus derivaciones morales, también aplicadas a la actualidad”, dijo en otra entrevista.



La semilla de esta historia se encuentra en una pieza teatral del dramaturgo Edmond Rostand, ya adaptada por Ernst Lubitsch en Remordimiento (1932), Ozon recurre al blanco y negro y una puesta en escena de trazas clásicas para narrar el encuentro de dos desconocidos unidos por una mentira, en un pequeño pueblo de Sajonia.


“Al descubrir la existencia de la película de Lubitsch me desanimé un poco. Pero al verla me di cuenta de algo importante: él hizo una obra pacifista y humanista, porque creía en la reconciliación entre Francia y Alemania. Obviamente, no sabía que poco después tendría lugar la Segunda Guerra Mundial. Yo incluyo en el relato mi conocimiento de lo que pasó después, y eso me permite manejar emociones más complejas”, dijo.


En la película se muestran de manera muy cruda los nacionalismos, tanto el alemán como el francés y eso, para el cineasta, también tiene repercusión en la actualidad: “Por definición la historia se repite y a menudo es trágica. Hay una gran crisis en Europa, un auge del nacionalismo y de la voluntad de cerrar fronteras. Hay miedo al inmigrante, y creo que es importante acordarse de lo que ha sucedido antes para sacar conclusiones”, comentó.


“A día de hoy vivimos un período muy preocupante, diría que angustioso. Al principio, cuando hablaba con los productores de este proyecto, ellos me decían "otra película de 1918, ¿a quién le va interesar eso?". Yo tenía la intuición de que la película también podía hablar de lo que está sucediendo ahora y creo que el éxito de la película en Francia proviene en parte de ese paralelismo”, añadió.


El realizador eligió contar esta historia en blanco y negro con algunas escenas en las que cambia a color de acuerdo a las emociones de los personajes, “el blanco y negro se corresponde para mí con ese período de luto que es la guerra. Quería que la vida volviera de golpe con el color. Que el color fuera de alguna manera la sangre que volvía a fluir... no la de La Marsellesa, sino la de los personajes. Como si volvieran a la vida”, dijo.


Frantz es una coproducción franco-alemana con guion de François Ozon en colaboración con el escritor Philippe Piazzo. La película, filmada en Alemania y Francia, cuenta con un elenco de actores de ambos países y un rodaje que combina el francés y el alemán.


Protagonizada por Pierre Niney (El hombre perfecto) y Paula Beer (El valle oscuro), en el reparto también destacan los veteranos actores alemanes Ernst Stötzner, Marie Gruber, Johann von Bülow y la  francesa Cyrielle Clair.


Frantz es una película sencilla pero elegante, que hace convencional lo complejo. Un filme de una exquisitez deslumbrante en su fotografía en blanco y negro. Un importante melodrama sobre los corazones rotos y la capacidad de perdón. Es un filme intenso y fino en su sensibilidad, sin duda una de las mejores y más bellas películas del año.



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