Dormir con los ojos abiertos: Los intersticios de la migración
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
21-04-2025 12:27:01

Ganadora del premio FIPRESCI de la sección Encounters del Festival Internacional de Cine de Berlín y presentada en México durante el pasado FICUNAM, llega a salas Dormir con los ojos abiertos, segundo largometraje de la directora alemana Nele Wohlatz, quien logra transmitir como en su ópera prima las dificultades lingüísticas, culturales y sociales de los migrantes asiáticos en Latinoamérica pero arrojando luz de las fisuras y huecos por donde se cuela la clase.
En la 14ª edición de FICUNAM la migración fue el tema principal de su selección. Ya sea la de la enorme estatua del rey Behanzin de Dahomey que es repatriada a Benín tras años exhibida en museos en Francia; la del hipopótamo Pepe, que da título a la película, arrebatado de sus tierras y trasladado a más de 10 mil kilómetros a Colombia para ser una atracción de feria de Pablo Escobar; la de las decenas de personas (y cientos más fuera de la pantalla) que dan su testimonio en el documental de Yurei (Fantasmas) de su traslado de Japón a México; la de Gustavo de la comedia de Rejtman La práctica que busca respuestas a su deriva tras haberse mudado a Chile y divorciarse; en la de Iris quien improvisa clases de francés en Corea pese a su nula experiencia en Necesidades de una viajera; o la que ocupa este texto, la de una turista y un par de migrantes chinos que intentan ganarse la vida en Brasil. A veces lo logran, a veces no.
Kai es una turista china recién llegada a Recife que es plantada en la estación por su pareja. De él las únicas palabras que recibe es un breve mensaje de voz cancelándole.
Dormir con los ojos abiertos sigue a lo largo de sus accidentados días que incluyen tirar el teléfono al excusado, días en vela por un ruidoso aire condicionado en su cuarto de hotel, un fallido intento de viajar en transporte público y un motel con una televisión en programación porno. A la par que esto sucede las postales conmemorativas impresas para la Copa del Mundo con los recuerdos de Xiaoxin y abandonadas por el vendedor de paraguas Fu Ang acompañan sus desgracias.
En la ópera prima de Wohlatz, El Futuro Perfecto, una joven china de 17 años emigrada a Buenos Aires intentaba a través de clases de español integrarse a la sociedad argentina aunque fuera contra el deseo de sus padres. Aquel primer largometraje como este evidenciaba un espíritu rebelde de su protagonista y también de su directora que se rehusaba a ver la ciudad como turista y en su lugar la concibe como un personaje más.

En sus protagonistas hay rastros de su persona, no solamente los evidentes como la clara condición migrante que las atraviesa pues ellas, chinas llegadas a Argentina o Brasil como ella, una alemana que se mudó a Argentina a realizar un posgrado sino también el limbo cultural en el que tanto ella como sus personajes transitan.
Las postales de Xiaoxin dejan de ser una voz de fondo y ocupan la pantalla. Ahí conocemos de cerca a Fu Ang y a un grupo de trabajadores que residen en las torres gemelas de Recife, un par de elefantes blancos que más que tener un uso habitacional sirven para dibujar una línea entre los pobres y los ricos.
Fu Ang es un pescador que ya no pesca, que extraña la comida de su pueblo y reniega del farofa, que se pregunta si su olor corporal está cambiando y si podrá recuperar su olor natural al volver pero que al mismo tiempo teme de su regreso a China pues como él mismo dice "todo habrá cambiado". Él encapsula la nostalgia por un tiempo y un lugar que ya no existen.
Las cartas de Xiaoxin a Fu Ang son también recordatorio de un momento específico. El Fu Ang de ahora gira su cabeza al cielo esperando encontrar nubes que anuncien lluvias y salven de la quiebra su negocio de paraguas.
Las experiencias de Kai, de Xiaoxin, de Fua Ang y del resto de trabajadores que habitan las torres de Recife se vuelven un espejo reflejante en las que se encuentran así mismos conviviendo en esos dos extremos: la precariedad y el lujo.
Una de las residentes de las torres le cuestiona a Xiaoxin si poseen documentos que les permitan trabajar en el país o un contrato laboral pero su silencio solo alimenta su prejuicio que explota con un "cuál es la diferencia entre ustedes y un esclavo".Otros entran a la fuerza a su departamento alcoholizados a jugar con su pecera y unos más tras un simulacro por un incendio miran con disgusto el ascensor con ellos dentro y deciden no subirse.
Como contraste aparecen los billetes cayendo por los ventanales del edificio que más tarde se revela resultado de una redada en el departamento del CEO de una compañía acusada de corrupción.
Esta distancia de clase es transmitida por medio de la arquitectura. Una reja que separa al personal de limpieza de la alberca de los residentes pero no impide que uno que otro se acerque a recomendarles usar bloqueador. Y en especial en las propias torres, escenario que Wohlatz menciona como propuesta,del también director Kleber Mendoca Filho, para realizar su filme y quien funge como productor.
Las torres gemelas de Recife es uno de los muchos proyectos arquitectónicos diseñados para la formación de burbujas de clase en el interior de la ciudad. De la misma manera en que en su momento fue la super carretera Mango Way que destruyó una sola boscosa para conectar dos centros comerciales con residenciales de lujo o como ahora que se busca privatizar una zona rica natural y culturalmente de Recife para la construcción del proyecto Novo Recife de torres y rascacielos de departamentos, las torres gemelas de Recife representan uno de los muchos esfuerzos estatales de favorecer a la inversión privada con recursos públicos y beneficiar a una clase.
Si habláramos de México, nombres como el Parque La Mexicana en un inicio construido con inmobiliarias en beneficio exclusivo para sus residentes o en Jalisco el famoso parque Rubén Darío apodado por sus vecinos como "el parque de las gatas" y la plaza Centro Zapopan construida con recursos públicos bajo la fachada de museo pero inaugurada como plaza comercial y en la mira a la construcción de departamentos, serían algunos paralelismos.

En un escenario y contexto tan adverso Wohlatz hace de su crítica la más sutil de las comedias. Abiertamente influenciada por el argentino Martin Rejtman esta segunda obra repite ese estilo de humor, presente en silencios, gestos y accidentes que recaen en sus actores, la mayoría de ellos no profesionales salvo Nahuel Pérez Biscayart quien no conforme con ser un nativo hablante del español con un inglés y un francés muy fluido presume aquí un total dominio del portugués y del chino.
Este estilo rejtmaniano se complementa con su pasión por Edward Yang quien en Taipei Story o Yiyi hacia de las ciudades su personaje tal como Wohlatz que entre moteles, puertos, playas, almacenes y carnavales hace de Recife una ciudad luminosa, de desiguales extremos y energía vibrante, que suelta interrogantes tanto como las responde.
Yace aquí una precoz directora que en su segunda película es capaz de recorrer una variedad de temas en torno al espacio público, la desigualdad en la planificación urbana y los puentes culturales de la migración en el interior de una comedia epistolar. En la que la ira de quien quema sus paraguas y su fuente de ingreso no encuentra la esquina de una navaja ni las marcas del hambre sino dos cuerpos tiernamente tendidos en la playa bajo la promesa de ayudarse. Dos cuerpos que por fin dejan de estar solos. Sus personajes no serán tan optimistas como su directora que bajo la voz de Gal Costa en Presente Cotidiano cierra con las playas de Recife panoramicamente pero también comprenden que "los momentos son momentos".
Ganadora del premio FIPRESCI de la sección Encounters del Festival Internacional de Cine de Berlín y presentada en México durante el pasado FICUNAM, llega a salas Dormir con los ojos abiertos, segundo largometraje de la directora alemana Nele Wohlatz, quien logra transmitir como en su ópera prima las dificultades lingüísticas, culturales y sociales de los migrantes asiáticos en Latinoamérica pero arrojando luz de las fisuras y huecos por donde se cuela la clase.
En la 14ª edición de FICUNAM la migración fue el tema principal de su selección. Ya sea la de la enorme estatua del rey Behanzin de Dahomey que es repatriada a Benín tras años exhibida en museos en Francia; la del hipopótamo Pepe, que da título a la película, arrebatado de sus tierras y trasladado a más de 10 mil kilómetros a Colombia para ser una atracción de feria de Pablo Escobar; la de las decenas de personas (y cientos más fuera de la pantalla) que dan su testimonio en el documental de Yurei (Fantasmas) de su traslado de Japón a México; la de Gustavo de la comedia de Rejtman La práctica que busca respuestas a su deriva tras haberse mudado a Chile y divorciarse; en la de Iris quien improvisa clases de francés en Corea pese a su nula experiencia en Necesidades de una viajera; o la que ocupa este texto, la de una turista y un par de migrantes chinos que intentan ganarse la vida en Brasil. A veces lo logran, a veces no.
Kai es una turista china recién llegada a Recife que es plantada en la estación por su pareja. De él las únicas palabras que recibe es un breve mensaje de voz cancelándole.
Dormir con los ojos abiertos sigue a lo largo de sus accidentados días que incluyen tirar el teléfono al excusado, días en vela por un ruidoso aire condicionado en su cuarto de hotel, un fallido intento de viajar en transporte público y un motel con una televisión en programación porno. A la par que esto sucede las postales conmemorativas impresas para la Copa del Mundo con los recuerdos de Xiaoxin y abandonadas por el vendedor de paraguas Fu Ang acompañan sus desgracias.
En la ópera prima de Wohlatz, El Futuro Perfecto, una joven china de 17 años emigrada a Buenos Aires intentaba a través de clases de español integrarse a la sociedad argentina aunque fuera contra el deseo de sus padres. Aquel primer largometraje como este evidenciaba un espíritu rebelde de su protagonista y también de su directora que se rehusaba a ver la ciudad como turista y en su lugar la concibe como un personaje más.
En sus protagonistas hay rastros de su persona, no solamente los evidentes como la clara condición migrante que las atraviesa pues ellas, chinas llegadas a Argentina o Brasil como ella, una alemana que se mudó a Argentina a realizar un posgrado sino también el limbo cultural en el que tanto ella como sus personajes transitan.
Las postales de Xiaoxin dejan de ser una voz de fondo y ocupan la pantalla. Ahí conocemos de cerca a Fu Ang y a un grupo de trabajadores que residen en las torres gemelas de Recife, un par de elefantes blancos que más que tener un uso habitacional sirven para dibujar una línea entre los pobres y los ricos.
Fu Ang es un pescador que ya no pesca, que extraña la comida de su pueblo y reniega del farofa, que se pregunta si su olor corporal está cambiando y si podrá recuperar su olor natural al volver pero que al mismo tiempo teme de su regreso a China pues como él mismo dice "todo habrá cambiado". Él encapsula la nostalgia por un tiempo y un lugar que ya no existen.
Las cartas de Xiaoxin a Fu Ang son también recordatorio de un momento específico. El Fu Ang de ahora gira su cabeza al cielo esperando encontrar nubes que anuncien lluvias y salven de la quiebra su negocio de paraguas.
Las experiencias de Kai, de Xiaoxin, de Fua Ang y del resto de trabajadores que habitan las torres de Recife se vuelven un espejo reflejante en las que se encuentran así mismos conviviendo en esos dos extremos: la precariedad y el lujo.
Una de las residentes de las torres le cuestiona a Xiaoxin si poseen documentos que les permitan trabajar en el país o un contrato laboral pero su silencio solo alimenta su prejuicio que explota con un "cuál es la diferencia entre ustedes y un esclavo".Otros entran a la fuerza a su departamento alcoholizados a jugar con su pecera y unos más tras un simulacro por un incendio miran con disgusto el ascensor con ellos dentro y deciden no subirse.
Como contraste aparecen los billetes cayendo por los ventanales del edificio que más tarde se revela resultado de una redada en el departamento del CEO de una compañía acusada de corrupción.
Esta distancia de clase es transmitida por medio de la arquitectura. Una reja que separa al personal de limpieza de la alberca de los residentes pero no impide que uno que otro se acerque a recomendarles usar bloqueador. Y en especial en las propias torres, escenario que Wohlatz menciona como propuesta,del también director Kleber Mendoca Filho, para realizar su filme y quien funge como productor.
Las torres gemelas de Recife es uno de los muchos proyectos arquitectónicos diseñados para la formación de burbujas de clase en el interior de la ciudad. De la misma manera en que en su momento fue la super carretera Mango Way que destruyó una sola boscosa para conectar dos centros comerciales con residenciales de lujo o como ahora que se busca privatizar una zona rica natural y culturalmente de Recife para la construcción del proyecto Novo Recife de torres y rascacielos de departamentos, las torres gemelas de Recife representan uno de los muchos esfuerzos estatales de favorecer a la inversión privada con recursos públicos y beneficiar a una clase.
Si habláramos de México, nombres como el Parque La Mexicana en un inicio construido con inmobiliarias en beneficio exclusivo para sus residentes o en Jalisco el famoso parque Rubén Darío apodado por sus vecinos como "el parque de las gatas" y la plaza Centro Zapopan construida con recursos públicos bajo la fachada de museo pero inaugurada como plaza comercial y en la mira a la construcción de departamentos, serían algunos paralelismos.
En un escenario y contexto tan adverso Wohlatz hace de su crítica la más sutil de las comedias. Abiertamente influenciada por el argentino Martin Rejtman esta segunda obra repite ese estilo de humor, presente en silencios, gestos y accidentes que recaen en sus actores, la mayoría de ellos no profesionales salvo Nahuel Pérez Biscayart quien no conforme con ser un nativo hablante del español con un inglés y un francés muy fluido presume aquí un total dominio del portugués y del chino.
Este estilo rejtmaniano se complementa con su pasión por Edward Yang quien en Taipei Story o Yiyi hacia de las ciudades su personaje tal como Wohlatz que entre moteles, puertos, playas, almacenes y carnavales hace de Recife una ciudad luminosa, de desiguales extremos y energía vibrante, que suelta interrogantes tanto como las responde.
Yace aquí una precoz directora que en su segunda película es capaz de recorrer una variedad de temas en torno al espacio público, la desigualdad en la planificación urbana y los puentes culturales de la migración en el interior de una comedia epistolar. En la que la ira de quien quema sus paraguas y su fuente de ingreso no encuentra la esquina de una navaja ni las marcas del hambre sino dos cuerpos tiernamente tendidos en la playa bajo la promesa de ayudarse. Dos cuerpos que por fin dejan de estar solos. Sus personajes no serán tan optimistas como su directora que bajo la voz de Gal Costa en Presente Cotidiano cierra con las playas de Recife panoramicamente pero también comprenden que "los momentos son momentos".