La nueva película del argentino Luis Ortega es una muestra de la carencia de límites que goza el arte cinematográfico. EL JOCKEY es una historia que lleva al espectador de un lado al otro, de una emoción a la contraria, de un baile a un disparo y todo en una misma línea narrativa, es un género propio, podríamos catalogarlo como un drama pero la verdad es que es mucho más certero llamarle y encasillarlo como un relato de realismo mágico sensacionalista.

En palabras del mismo director nadie hubiera podido interpretar a Remo más que Nahuel Pérez y es que el personaje es una alucinación en todo aspecto, ostenta uno de los arcos más impresionantes en el cine latinoamericano contemporáneo. La historia de Remo Manfredini es una de las más originales de las narrativas recientes pues no solamente cuenta la historia de decadencia de un grande en su área y cómo poco a poco después de haber cedido a las sustancias pierde su estatus y privilegio a la par de su vida privada pero el retrato no para ahí porque el estilo de Ortega en la dirección lleva a esta película a un sitio totalmente distinto y es que la concepción de lo ordinario cambia en este universo, caminar en el techo sin efecto de la gravedad es algo completamente normal en esta Argentina paralela.

Además del guion único e interpretaciones destacadas de Úrsula Corberó y de un experimentado Daniel Giménez Cacho, otro elemento y casi otro personaje de El Jockey es la fotografía, si de por sí la película ya tiene un tono bastante peculiar, la imagen la vuelve totalmente sensacionalista, por ella misma es capaz de evocar mil cosas en sus asistentes, y, no es sorpresa pues es nada más y nada menos que Timo Salminen, el fotógrafo predilecto del aclamado director finlandés Aki Kaurismaki; en conjunto, Timo y Ortega consiguen crear un ambiente de ensueño espectacular que por si solo transmite una especie de magia oculta e implícita en la cotidianeidad, desde la composición de los cuadros hasta su iluminación complementan el tono y siguen el viaje de Remo.

También debemos destacar el diseño de producción que además aprovecha el mundo de las carreras de caballos y sus hipódromos para construir un estilo visual icónico, por si fuera poco otro elemento que la película adopta y se adueña es la musicalidad, desde el ritmo de su montaje interno hasta lo literal de escenas icónicas dominadas por coreografías dancísticas que cuentan a su propia manera la misma historia en un lenguaje distinto y lo hace igualmente a través de su banda sonora (que es buenísima y además igual de argentina que su concepción) aportando más y más capas de profundidad y oportunidad de análisis. 

Esta es una película que da y da a manos llenas a sus espectadores, no los toma por ingenuos y ofrece metáforas figurativas y literales, la oportunidad de entender a un personaje que es tanto simple como infinitamente complicado, de acompañarlo desde un punto de vista totalmente subjetivo orillando a quien mira a tomar partido pero también a encariñarse de todos y cada uno de los personajes, reflejándose en uno u otro o en todos, incluso ofreciendo dos personajes en uno y demostrando la capacidad de mutación humana, la adaptación morfológica del espíritu. 

El Jockey podría resultar complicada para algunos pero no aburrida, podrán necesitar de un segundo visionado para entender lo que se busca comunicar pero sin lugar a duda la película generará sensaciones y sentimientos profundos, inicial y definitivamente una admiración plena por la expresión cinematográfica exhibida. 

La película ha sido seleccionada para representar a la confederación celeste en los premios Oscar y llega a salas de cine comercial en México este fin de semana.