Grandes fueron los lamentos que los amantes de El cuervo (The Crow, 1994) lanzamos al cielo y al infierno cuando supimos que, tristemente, una nueva adaptación de la historia se llevaría a la pantalla grande. Y, si bien algunos dimos el beneficio de la duda, la reciente película protagonizada por Bill Skarsgård está más condenada que el alma del propio Eric Draven.

De la sinopsis no hablaremos mucho, pues la trama ya es por demás conocida: primero, un par de amantes son brutalmente asesinados, luego, el alma del hombre regresa del inframundo, guiada por un enigmático cuervo, para vengar sus muertes.

Antes que nada, diremos que el peor pecado de la nueva adaptación de “El cuervo” es, para bien o para mal, existir.

Y es que toda el aura de tragedia y misticismo que rodea a la original The Crow, dirigida por Alex Proyas y protagonizada por Brandon Lee, es suficiente para repudiar casi en automático a cualquier remake, reboot, nueva adaptación o cualquiera sea la forma en que se quiera tocar a la original. 

Después de todo, más que respeto, es un culto lo que se le rinde a dicho film (y más, a sabiendas del fallecimiento de Lee durante aquella famosa escena).

Es por ello que El cuervo de Rupert Sanders y Bill Skarsgård llevaba todas las de perder. Lo único que podemos decir a su favor es que no se trata de un remake de la obra del 94, sino de una nueva adaptación basada en los diversos cómics del personaje. Y, sin embargo, esto no sirve de mucho al sentirse más como un reboot de la de Proyas que de una visión original.

El principal problema con esta película, es que está desprovista de toda alma. Tanto Bill como Tahliah Barnett carecen de la empatía y el amor como pareja que en todo momento Lee y Rochelle Davis sí nos hicieron sentir como Eric Draven y Sarah.

Así, mientras la tragedia de estos últimos nos dolió hasta el hueso, en esta nueva película, en ningún momento lamentamos la pérdida de los enamorados ni logramos sentir absolutamente nada por ellos; ni emoción, ni tristeza, simple y sencillamente no funcionan como trágicos amantes.

Esto, claro, provoca que el elemento venganza se sienta totalmente insípido a pesar de las secuencias violentas y repletas de acción que se nos muestra en pantalla. El alma del nuevo Eric Draven también sufre y ama, pero nosotros no lo hacemos con él.

Y es que el personaje de Skarsgård carece de toda personalidad melancólica o atormentada, por mucho que se esfuerce en darle un trasfondo oscuro y perturbado. Su look, por si fuera poco, es nada llamativo a pesar de resaltarlo con sus músculos. Asimismo, el villano principal y los secundarios no tienen trasfondo ni interés alguno. 

Ni que decir de la banda sonora, un elemento tan importante como la historia misma en la original The Crow, aquí se siente totalmente desatinado y forzado.

Lo único a resaltar son un par de escenas gore y nada más. Estrictamente, es una película entretenida y ya. Funcionaría bien como una secuela directa de la saga, pero como un reboot/nueva adaptación del producto original, resulta más triste de ver que el alma de Eric Draven llorando.