Zona de Interés, el mito de la deshumanización
POR: ALEX VANSS
14-02-2024 13:49:08
¿Hasta dónde puede llegar la deshumanización disfrazada de normalización? Es una pregunta que me hacía antes de comenzar a escribir estas líneas sobre Zona de Interés, filme de Jonathan Glazer, quien nos traslada a la casa de Rudolf Höss, director del campo de concentración en Auschwitz, donde se cometió uno de los mayores actos de barbarie contra la humanidad mientras su familia vivía la tranquilidad de la cotidianidad.
En pleno 2024, por más que haya quienes lo pongan en duda, lo cuestionen o lo invaliden por “x” o “y” razón, que la verdad no importa, hay un hecho claro, la Alemania Nazi cometió un genocidio en los campos de concentración, un crimen de lesa humanidad que conocemos como Holocausto.
Dicho lo anterior, el cine se ha encargado de retratar este episodio, regularmente, a través de la mirada de quienes lo padecieron, historias particulares de judíos que fueron llevados a campos de exterminio porque en el sueño atroz de un asesino, así debía ser. Pero rara vez vemos una película, en occidente, que muestre los hechos perpetrados por la Alemania Nazi de Hitler desde la perspectiva de los verdugos, en la que además se muestre un entorno luminosos, colorido, festivo y hasta esperanzador, claro, para los comandantes de la SS y sus familias.
Y es que regularmente cuando vemos filmes situados en la Segunda Guerra Mundial, el diseño de producción nos muestra paisajes terriblemente desoladores, y claro que eran así, pero en este bombardeo constante al que nos somete Hollywood, donde se muestran días nublados, tardes grises y noches oscuras, olvidamos que en esos momentos también había días hermosos, con el sol en todo lo alto y el cielo azul, lo olvidamos porque la perspectiva que solemos ver está creada por un cineasta que busca instaurar un sentimiento de empatía en el espectador, que nos haga estar del lado de las víctimas del Holocausto.
Este olvido, igual no intencionado pero sí creado por directores como Steven Spielberg, nos desconecta de un hecho, lo que para algunos era el infierno en la tierra, para otros era una tarde de verano tan normal como la de cualquiera que va a trabajar a una oficina para cumplir un horario laboral. Pero ¿por qué es importante ver la perspectiva del perpetrador sin el look cinematográfico hollywoodense? Porque de no hacerlo corremos el riesgo de banalizar la historia, de creer que lo que nos muestra La lista de Schindler, El pianista, Bastardos sin gloria y otras películas de esta naturaleza son solo películas de ficción de un evento del pasado remoto y no un hecho que vivieron millones de personas y que no tiene ni un siglo de haber ocurrido, lo cual nos lleva muchas veces a normalizar la atrocidad y a la deshumanización.
Pero para hablar de deshumanización primero habría que explicar la humanización. Xavier Ávila, un profesor de mi facultad (qepd) explicaba que el ser humano no es humano per se, hay un proceso humanizador que los padres son responsables de realizar, pertenecemos a la raza humana pero no somos seres humanos hasta que se nos enseña a hablar, escribir, hasta que se nos inculcan valores, códigos morales, códigos de conducta y demás reglas que nos permiten vivir en sociedad, de no existir dicho proceso seriamos seres ferales.
De este proceso humanizador resultan seres humanos no de blancos y negros, sino seres con una amplísima escala de grises, capaces de realizar los actos más sublimes de amor y los horrores más grandes de la tierra, ésta capacidad nos convierte en seres extremadamente complejos y en objetos de estudio de las ciencias sociales.
Una de esas ciencias que ha estudiado al hombre es la psicología, lo ha estudiado en su individualidad pero también en su colectividad, uno de los trabajos que suelen ser consultados para tales efectos es Psicología de las masas, de Gustave Le Bon, quien postula que la masa es mediocre, yo más bien diría estúpida. Gustave explica que un individuo puede ser un ser consciente e inteligente pero al unirse a la masa puede fácilmente ser moldeado por un líder, un hipnotizador que le ordene qué hacer. Así, perdida su individualidad, el sujeto perteneciente a la masa y ejecutará lo que le sea ordenado por más cruel, atroz o inhumano, sencillamente porque así lo cree.
En algún punto de Zona de Interés me preguntaba ¿qué estoy viendo, a dónde va esta película? porque me inquietaba ver a una familia celebrando un cumpleaños, disfrutando de un momento feliz en su idílico jardín cuando en segundo o tercer plano se oían gritos, balazos, lamentos (fantástico trabajo de diseño sonoro). Pero me inquietaba más darme cuenta que la normalización del horror que hacía la familia Höss es más común de lo que imaginamos, que la atrocidad no pertenece a los libros de historia o a una simple ficción, que en México suceden este tipo sucesos al igual que en otras partes del mundo, que por su escala o agenda son más visibles, como la guerra en Ucrania o el exterminio en Gaza, pero por más terribles que sean siempre podemos voltear al otro lado o tratar de justificarlos.
Pero ¿por qué sucede, por qué podemos condenar, callar o medir con distinto rasero lo que sucede en el mundo? Creo que podemos hacerlo porque a pesar de ser individuos inteligentes, capaces de darnos cuenta lo que está mal, también somos seres sociales, somos parte del hombre-masa, que postula Gustave, compartimos un moldeado ideológico: nacionalidad, religión, política, características aprendidas en el proceso humanizador, luego entonces el proceso que nos convierte en seres humanos no es inocuo, podemos condenar tal o cual hecho o sencillamente negarlo, al punto de normalizarlo.
¿Hasta dónde puede llegar la deshumanización disfrazada de normalización?, preguntaba al inicio del texto, en este punto creo que la normalización y la deshumanización son solo conceptos que nos sirven para jugar a la "objetividad" para criticar al otro y juzgarlo con argumentos ad hominem porque no cree o piensa como yo, para justificarnos diciéndonos “yo no soy así, yo no lo haría” pero claro que somos así y claro que lo haríamos porque en ese proceso humanizador, que se supone separa animales de seres pensantes, hay toda una carga de ideologías que nos conducirán a la barbarie si un flautista toca la nota correcta, por lo que bien podríamos extraer joyas de dentríficos o bromear mientras del otro lado del muro se comete un genocidio y no estará mal visto porque nuestra veleta moral se moverá de acuerdo a lo que hemos aprendido y creemos fielmente.
Así, Zona de Interés es una película que nos muestra lo que podemos ser, porque aquí no hay buenos ni malos, solo hay humanos.
¿Hasta dónde puede llegar la deshumanización disfrazada de normalización? Es una pregunta que me hacía antes de comenzar a escribir estas líneas sobre Zona de Interés, filme de Jonathan Glazer, quien nos traslada a la casa de Rudolf Höss, director del campo de concentración en Auschwitz, donde se cometió uno de los mayores actos de barbarie contra la humanidad mientras su familia vivía la tranquilidad de la cotidianidad.
En pleno 2024, por más que haya quienes lo pongan en duda, lo cuestionen o lo invaliden por “x” o “y” razón, que la verdad no importa, hay un hecho claro, la Alemania Nazi cometió un genocidio en los campos de concentración, un crimen de lesa humanidad que conocemos como Holocausto.
Dicho lo anterior, el cine se ha encargado de retratar este episodio, regularmente, a través de la mirada de quienes lo padecieron, historias particulares de judíos que fueron llevados a campos de exterminio porque en el sueño atroz de un asesino, así debía ser. Pero rara vez vemos una película, en occidente, que muestre los hechos perpetrados por la Alemania Nazi de Hitler desde la perspectiva de los verdugos, en la que además se muestre un entorno luminosos, colorido, festivo y hasta esperanzador, claro, para los comandantes de la SS y sus familias.
Y es que regularmente cuando vemos filmes situados en la Segunda Guerra Mundial, el diseño de producción nos muestra paisajes terriblemente desoladores, y claro que eran así, pero en este bombardeo constante al que nos somete Hollywood, donde se muestran días nublados, tardes grises y noches oscuras, olvidamos que en esos momentos también había días hermosos, con el sol en todo lo alto y el cielo azul, lo olvidamos porque la perspectiva que solemos ver está creada por un cineasta que busca instaurar un sentimiento de empatía en el espectador, que nos haga estar del lado de las víctimas del Holocausto.
Este olvido, igual no intencionado pero sí creado por directores como Steven Spielberg, nos desconecta de un hecho, lo que para algunos era el infierno en la tierra, para otros era una tarde de verano tan normal como la de cualquiera que va a trabajar a una oficina para cumplir un horario laboral. Pero ¿por qué es importante ver la perspectiva del perpetrador sin el look cinematográfico hollywoodense? Porque de no hacerlo corremos el riesgo de banalizar la historia, de creer que lo que nos muestra La lista de Schindler, El pianista, Bastardos sin gloria y otras películas de esta naturaleza son solo películas de ficción de un evento del pasado remoto y no un hecho que vivieron millones de personas y que no tiene ni un siglo de haber ocurrido, lo cual nos lleva muchas veces a normalizar la atrocidad y a la deshumanización.
Pero para hablar de deshumanización primero habría que explicar la humanización. Xavier Ávila, un profesor de mi facultad (qepd) explicaba que el ser humano no es humano per se, hay un proceso humanizador que los padres son responsables de realizar, pertenecemos a la raza humana pero no somos seres humanos hasta que se nos enseña a hablar, escribir, hasta que se nos inculcan valores, códigos morales, códigos de conducta y demás reglas que nos permiten vivir en sociedad, de no existir dicho proceso seriamos seres ferales.
De este proceso humanizador resultan seres humanos no de blancos y negros, sino seres con una amplísima escala de grises, capaces de realizar los actos más sublimes de amor y los horrores más grandes de la tierra, ésta capacidad nos convierte en seres extremadamente complejos y en objetos de estudio de las ciencias sociales.
Una de esas ciencias que ha estudiado al hombre es la psicología, lo ha estudiado en su individualidad pero también en su colectividad, uno de los trabajos que suelen ser consultados para tales efectos es Psicología de las masas, de Gustave Le Bon, quien postula que la masa es mediocre, yo más bien diría estúpida. Gustave explica que un individuo puede ser un ser consciente e inteligente pero al unirse a la masa puede fácilmente ser moldeado por un líder, un hipnotizador que le ordene qué hacer. Así, perdida su individualidad, el sujeto perteneciente a la masa y ejecutará lo que le sea ordenado por más cruel, atroz o inhumano, sencillamente porque así lo cree.
En algún punto de Zona de Interés me preguntaba ¿qué estoy viendo, a dónde va esta película? porque me inquietaba ver a una familia celebrando un cumpleaños, disfrutando de un momento feliz en su idílico jardín cuando en segundo o tercer plano se oían gritos, balazos, lamentos (fantástico trabajo de diseño sonoro). Pero me inquietaba más darme cuenta que la normalización del horror que hacía la familia Höss es más común de lo que imaginamos, que la atrocidad no pertenece a los libros de historia o a una simple ficción, que en México suceden este tipo sucesos al igual que en otras partes del mundo, que por su escala o agenda son más visibles, como la guerra en Ucrania o el exterminio en Gaza, pero por más terribles que sean siempre podemos voltear al otro lado o tratar de justificarlos.
Pero ¿por qué sucede, por qué podemos condenar, callar o medir con distinto rasero lo que sucede en el mundo? Creo que podemos hacerlo porque a pesar de ser individuos inteligentes, capaces de darnos cuenta lo que está mal, también somos seres sociales, somos parte del hombre-masa, que postula Gustave, compartimos un moldeado ideológico: nacionalidad, religión, política, características aprendidas en el proceso humanizador, luego entonces el proceso que nos convierte en seres humanos no es inocuo, podemos condenar tal o cual hecho o sencillamente negarlo, al punto de normalizarlo.
¿Hasta dónde puede llegar la deshumanización disfrazada de normalización?, preguntaba al inicio del texto, en este punto creo que la normalización y la deshumanización son solo conceptos que nos sirven para jugar a la "objetividad" para criticar al otro y juzgarlo con argumentos ad hominem porque no cree o piensa como yo, para justificarnos diciéndonos “yo no soy así, yo no lo haría” pero claro que somos así y claro que lo haríamos porque en ese proceso humanizador, que se supone separa animales de seres pensantes, hay toda una carga de ideologías que nos conducirán a la barbarie si un flautista toca la nota correcta, por lo que bien podríamos extraer joyas de dentríficos o bromear mientras del otro lado del muro se comete un genocidio y no estará mal visto porque nuestra veleta moral se moverá de acuerdo a lo que hemos aprendido y creemos fielmente.
Así, Zona de Interés es una película que nos muestra lo que podemos ser, porque aquí no hay buenos ni malos, solo hay humanos.