El Festival Internacional de Cine de Morelia en su vigésima primera edición sigue ofreciéndonos lo mejor del séptimo arte y agradecemos infinitamente que en su selección contemos con un espacio para la categoría de cortometrajes y además subdivididos en animación, ficción y documental; es de suma importancia dar visibilidad y difusión a estos
proyectos pues, debemos reconocer que son posiblemente los más cercanos a representar la auténtica pureza cinematográfica.

Con una selección de entre más de cincuenta proyectos, Morelia ilustra la diversidad en todos los sentidos, aspectos y formas. Dentro del apartado de ficción encontramos historias dignas de ser contadas, narraciones fortísimas que no se detuvieron ante nada, desde aquellas que llevan todavía el uniforme de ciertas instituciones hasta aquellas que ya ostentan valores de producción como el nombre de Yalitza Aparicio entre sus créditos, como es el caso de Chica de fábrica donde además se percibe un dejo de denuncia social ante los abusos e injusticias contras las mujeres en las maquilas, este proyecto verbigracia, contó con el apoyo de Procine pero junto a el tenemos otros que todavía salieron de la mano de sus mentores y con el logo de su escuela por delante, y, aun así, estuvieron totalmente a la altura, un gran ejemplo es Apnea, un cortometraje producto del Centro de Capacitación Cinematográfica que además retrata y oferta un espacio a las narrativas queer.

Es bien sabido que la animación es un gran dispositivo para el cine y su arte, el control absoluto de lo profílmico lo convierte en un proceso con alta atención al detalle y por lo tanto un arte con sus propios parámetros y un nicho separado de los demás, la selección de este año ostenta grandes muestras y acercamientos a diferentes estilos y géneros; historias llenas de terror en forma de apocalipsis, guerras, elefantes surrealistas y brujas así como otras en forma de pequeñas sardinas abordando el metro de la ciudad de México con Tchaikovsy de fondo (Antes de entrar, permita salir), proyectos coloridos y sombríos o aquellos que conjuntan ambos adjetivos utilizando a una niña francamente muy tierna protagonizando una historia cuyo destino se nubla y la sofoca entre pastelitos de color rosado (Camille), algunos otros más cercanos al medio y otros de menos de dos minutos pero todos definitivamente con una innegable calidad.

Los proyectos documentales no se quedan atrás y también presumen de una diversidad amplísima, por ejemplo, Mátalos a todos, un proyecto autorreferencial casi poético con un grado de pureza documental bajo según Niney (teórico documentalista) pero con una belleza fotográfica y una narrativa (aunque más cercana a la de la ficción) sin igual o también Arkhé que utiliza el recurso del material de archivo y la fuerza e impacto de un gran trabajo de montaje así como la relevancia de un evento histórico devastador, igualmente tenemos Estatuas, el extremo contrario al primero, un documental mucho más observacional pero en el mismo grado en cuanto a lo interesantes que resultan.

El cortometraje varias veces pasa desapercibido y no recibe el reconocimiento que en verdad merece al ser posiblemente una de las formas más puras del séptimo arte al tener que conseguir en menos de treinta minutos lo que muchos largometrajes no consiguen en sus dos o hasta tres horas en pantalla, la capacidad de síntesis en estos proyectos es digna de aplauso, ser capaces de esculpir una figura redonda tan perfecta en su estructura es realmente difícil, dar un cierre y moldear personajes e imágenes así como sonidos tan memorables en cuestión de minutos transforma estos ejercicios fílmicos en un arte aparte, ya sea la proyección de una realidad, la construcción de una diégesis o el darle vida a lo que inicia como un dibujo en un papel representa la calidad y cantidad de talento que ostentan estos creadores dentro de la categoría.

Los invitamos a revisar la programación de los proyectos de cortometraje seleccionados por el FICM, definitivamente es una pequeña mina de joyas por descubrir.