Mi novia es la revolución es una historia de amistad, de amor, de descubrimiento; cuando dos adolescentes se encuentran y entre ellas surge una amistad, de esas amistades que por momentos parece que será para toda la vida, al menos en nuestra memoria y es que ¿Quién no guarda para siempre esas primeras amistades, ese primer amor, el primer beso?, momentos que se quedan para siempre como recuerdos porque crecer resulta ser algo inevitable.

El cuarto largometraje del cineasta mexicano Marcelino Islas nos muestra esa complicidad entre amigas, cuando nos cuidamos entre nosotras, lo que ahora llamamos sororidad, cuando rompemos las reglas, cuando soñamos en irnos lo más lejos posible, cuando no entendemos la vida de los adultos, cuando odiamos y amamos al mismo tiempo, cuando no entendemos muchas cosas y cuando inevitablemente tenemos que transitar de niña a mujer.

Marcelino tiene la sensibilidad de llevarnos de una manera honesta por esa etapa que todos conocemos, una etapa llena de preguntas, de dudas, de experimentación, pero también una etapa que define el resto de nuestra vida.

“Crecer duele, se estiran los huesos, se estira la piel, se estira el alma, crecer duele y es inevitable. El analgésico para el dolor del crecimiento viene del corazón, del corazón de quienes te quieren”, señala la cita de Daniel Leyva al finalizar la película en la que Marcelino nos recuerda esa etapa de nuestra vida en la que experimentamos lo doloroso que es para todos crecer.

Marcelino se vuelve a sumergir en el mundo femenino, como lo hizo en sus anteriores películas Martha (2010), La Caridad (2016) y Clases de Historia (2018), pero la diferencia de éstas donde las protagonistas son mujeres mayores, ahora las protagonistas son dos adolescentes que buscan su propia identidad, que luchan contra el deber ser, lo establecido, lo que dictan las buenas costumbres , porque ellas  son anarquía y revolución.

Sofi -interpretada por Sofía Isla— vive con su madre y su hermanita menor en Arboledas, lugar al que acaban de mudarse tras la separación de sus padres. Sofi está por cumplir 15 años y su mamá -interpretada por Edwarda Gurrola- como muchas mamás de los años 90, tiene la ilusión de realizarle una gran fiesta de XV años a su hija mayor, con todo lo que se ello conlleva, vestido lleno de olanes, pastel, salón de fiestas, invitados…. Pero ¿qué es lo que realmente quiere Sofi?

Sofi como muchas niñas de su edad más que una gran fiesta, lo que quieren es  entender lo qué pasa a su alrededor, por qué sus padres se separan, por qué la mamá le reclama al papá por teléfono, por qué la mamá está triste o está ausente, y aunado a eso, Sofi quiere entender qué pasa con ella, con su cuerpo, con sus emociones, con su mundo interior y es en este punto donde Eva, la nueva y única amiga de Sofi toma un papel determinante.

Eva (Ana Valeria Becerril) es la niña rebelde, la que rompe todas las reglas sociales y es la que lleva de la mano a Sofi hacia un mundo de descubrimientos, aunque Eva, como cualquier adolescente tampoco sabe hacia dónde ir. Cada una descubre que crecer no es cosa fácil, que crecer implica descubrir el amor pero también el dolor, la amistad pero también la traición, la aceptación pero también la negación, porque al final la vida siempre está llena de contrastes.

Mi novia es la revolución es una película transparente, en ella cada elemento suma para que el espectador -si es adulto- se remonte a aquella etapa de la vida y si es adolescente se identifique con las protagonistas y su historia. 

Y cuando digo que todo suma me refiero a la música, el diseño de producción que nos remonta a la década noventera, las actuaciones naturales y orgánicas, porque nada en esta película se ve forzado y eso pasa cuando no se busca ser un cineasta pretencioso, sino uno que cuenta sus historias con honestidad y corazón.