Batman: La contradictoria obsesión por el realismo

POR: LALO ORTEGA

06-03-2022 17:25:31

Batman: La Contradictoria obsesión por el realismo


El nuevo Batman, de Robert Pattinson y el director Matt Reeves, nos presenta una Ciudad Gótica que pretende ser más “aterrizada” y, con ello, revela la simplicidad –y condescendencia– moral de los superhéroes.

“Este es un Batman más realista”, escuché a mis espaldas en la sala, mientras corrían los créditos finales de la última aventura cinematográfica del Hombre Murciélago –que finalmente llegó a salas de cine mexicanas el pasado 2 de marzo, luego de una larga serie de contratiempos detrás de cámaras–.


El comentario es atinado, aunque tampoco es la primera vez que se dice lo mismo sobre las incursiones del superhéroe en pantalla grande. “Realista” era el mismo calificativo con el que se describía a la Trilogía del Caballero de la Noche, de Christopher Nolan, inaugurada en 2005 con Batman Inicia.


Comparadas con lo que vino antes (las caricaturas saturadas en neón de Joel Schumacher), vaya que eran realistas: este Bruce Wayne era la respuesta a los Estados Unidos de George W. Bush, un millonario dueño de un conglomerado armamentista que decide poner sus recursos al servicio de la ciudadanía. El “Tumbler” (su Batimóvil-tanque) circulaba por las calles de una Ciudad Gótica no tan ficticia, sino recreada en las calles de ciudades reales como Chicago y Nueva York.


La trilogía de Nolan, no obstante, tenía más que suficientes elementos fantasiosos. Su primera entrega concluía con una épica batalla a bordo de un tren circulando la ciudad a velocidades extremas. En la tercera, el Caballero de la Noche estrenaba su nave voladora. Y su moral, sin importar qué tan complejas (o no) fueran las ideas de sus antagonistas, era tan simplista como podía esperarse: hay tipos buenos y tipos malos (el sacrificio del protagonista al final de El Caballero de la Noche era para preservar la imagen del “bien moral” del ángel caído, Harvey Dent).


Es así que llegamos a Batman (más conocida como The Batman, su título original), que ve a Robert Pattinson ponerse la capucha de murciélago, y a Matt Reeves (El planeta de los simios: confrontación) sentarse en la silla de director.


El director ha mencionado en entrevistas que su intención con la película, más que volver a contar la historia de origen del personaje, era explorar cómo su mitología podría existir en el mundo real. Un Batman más realista, pues.
Su otro objetivo era abordar al superhéroe desde otra óptica, “hacer una versión del personaje que no se haya hecho antes de esta forma”.


En ambos frentes, Reeves tiene éxito: claro, aún hay toques fantasiosos, pero su Bruce Wayne va ataviado en una armadura literal, de una utilidad práctica más creíble que la del látex de Christian Bale. Su máscara parece hecha a mano, y su Batimóvil es un automóvil deportivo, blindado y modificado para perseguir criminales y resistir las balas. Su Ciudad Gótica es más sucia, con calles menos pristinas que el Chicago de Nolan.


Lo más innovador en Batman –o, por lo menos, en lo que respecta a su trayectoria cinematográfica–, es que se trata menos de una película de acción, y más de un thriller psicológico y procedimental, en el que, finalmente, Bruce Wayne hace honor a su título de “el mejor detective del mundo” de los cómics. Sí, hay combates y persecuciones, pero las coreografías son menos elaboradas.


El enfoque del guion (escrito a cuatro manos entre Reeves y Peter Craig) está más en la quebrada psicología de su protagonista, mientras se sumerge en el caso de un asesino serial que se hace llamar El Acertijo (Paul Dano), cuya víctimas parecen pertenecer a una compleja maraña de personajes corruptos en la élite política, económica y criminal de Gótica. Como se ha comentado ampliamente en medios y redes sociales, estamos ante lo más cercano a una película del Hombre Murciélago dirigida por David Fincher (en el espíritu de Zodiaco o Se7en: Los siete pecados capitales).


Batman con Robert Pattinson


Y es gracias a este enfoque narrativo que se revelan las aspiraciones realistas de Batman en su discurso. En esta Ciudad Gótica, las líneas entre el “bien” y el “mal” son más borrosas.


El crimen es retratado como el resultado inevitable de un sistema político que favorece a los ricos y poderosos y desprotege a los más pobres –asuntos esbozados más superficialmente en la trilogía de Nolan–. Políticos de un sistema bipartidista cuyas imágenes públicas son creadas para cubrir actos corruptos, cuyas víctimas son orilladas a cometer actos igual de cuestionables. El Acertijo, un radicalista que parece extraído de los Estados Unidos trumpianos, invoca la furia de incels radicalizados para sus fines. El discurso antisistema incluso toma tintes raciales cuando Selina Kyle (Zoë Kravitz) abiertamente acusa a los “hombres blancos y ricos” de ser los culpables de todo. Hay ecos de Eat the Rich en toda la película de Reeves.


Al inicio de esta versión, de hecho, Bruce Wayne está menos preocupado con ser un “símbolo” –cosa tan predicada por la encarnación de Bale–. Está muy consciente del miedo que su presencia siembra en los corazones de los criminales callejeros, y es despiadado con ellos en combate. Su ira interna hacia la ciudad y el sistema que cobró las vidas de sus padres es narrada por Pattinson con voz en off, como si fuera Travis Bickle –si parece dirigido por Fincher, el guion de este Batman quiere asemejarse a uno de Paul Schrader–.
En primera instancia, esta Ciudad Gótica puede parecer “realista”, una metrópoli decadente que bien podría encapsular todas las problemáticas del Occidente capitalista del siglo XXI. En consecuencia, dado su equipamiento, modus operandi y supuesta complejidad moral, su Bruce Wayne también parecería serlo.


Hasta que llega la secuencia climática, y entonces Batman pretende dar respuestas simples a problemas complejos.


Batman: héroe del statu quo

“Soy venganza”, responde este taciturno Caballero de la Noche luego de convertir en puré a un pandillero, en una escena al inicio de la película (y muy popularizada por su primer teaser). La violenta retribución para sus fines es justificable, una declaración que, como veremos hacia el final del metraje, regresa para acecharlo después. En las palabras que él mismo pregona a Selina Kyle: “tus actos tienen consecuencias”.


El problema con Batman es la manera en que resuelve el arco redentor de este Bruce Wayne, quien, a pesar de haber sido indiscutiblemente señalado como un engrane en la compleja maquinaria de poder y corrupción, opta por una solución simplista: renunciar a la venganza para volverse un bastión de esperanza para los ciudadanos de a pie. Volvemos al Hombre Murciélago de Nolan y Bale, que aspira a convertirse en un símbolo de miedo para los “malos”, y de inspiración para los “buenos”. Toda pretensión de matices morales se va por la borda.


Batman


Es una resolución que traiciona a su Ciudad Gótica, que intenta hacer eco de las complejidades de la sociedad occidental, pero los ávidos seguidores de su justiciero dirían que no lo traiciona tanto a él. Es aquí cuando podríamos pensar “es sólo una película de superhéroes”, y podría ser cierto.


En su vital ensayo El mito de Superman, Umberto Eco se refiere a los superhéroes como personajes arquetípicos, que deben representar una serie de aspiraciones colectivas, dentro de ciertos confines para ser siempre reconocibles. Para ser protagonistas de historias que se han reinventado y se seguirán renventando por décadas, superhéroes como Superman y Batman siempre operarán dentro de marcos narrativos y morales rígidos. Sobre el caso específico del “Último hijo de Krypton”, pero también aplicable a “Battinson”, Eco escribía:


“Tenemos en Superman un ejemplo perfecto de conciencia cívica completamente separada de la conciencia política. El civismo de Superman es perfecto, pero lo ejerce y configura en el ámbito de una pequeña comunidad cerrada”.


En otras palabras, el Caballero de la Noche difícilmente trascenderá esos límites bajo los que fue creado, y que definen todas las expectativas del público para él. Y eso, por sí mismo, está bien. De un modo superficial, puede disfrutarse Batman como un thriller psicológico comercial sumamente entretenido y emocionante, maravillosamente producido y actuado.
Pero considerando el poder del cine como transmisor de valores, y que tanto el público como los grandes estudios cada vez piden más la validación artística de esta clase de producciones, quizá sea momento de ser más exigentes con las ideas que nos presentan.


Si el objetivo es sentarnos frente a la pantalla en busca de puro entretenimiento, entonces sería más prudente volver a los años de diversión más inocente y menos pretenciosa del Batman de Tim Burton o de Joel Schumacher. Sin embargo, un superhéroe –o por lo menos, uno poco dispuesto a trascender sus confines arquetípicos– sólo puede ofrecer respuestas simplistas y condescendientes a problemas complejos.



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