El cine de animación invita a sumergirnos en mundos llenos de magia y fantasía con historias que además nos pueden dejar una reflexión, no todas las películas de animación son solo para niños, los adultos también podemos disfrutarlas, sobre todo si para contarnos una historia de amistad, conciliación y amor entre padres e hijos, lo hacen con elementos visuales que hipnotizan, que nos regalan arte en cada trazo, como si estuviéramos leyendo un bello y antiguo libro ilustrado, tal es el caso de Wolfwalkers, filme irlandés que me conquistó y que tuve la oportunidad de ver en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

Para quienes se preguntan ¿Qué es un Wolfwalker? Un wolfwalker es alguien que de día vive como persona (niño o adulto) y de noche o al dormir se transforma en lobo, aquí es donde empieza la magia, en un pequeño pueblo de Irlanda en 1605, donde los lugareños se dedican a criar ovejas en el bosque en el que habitan lobos. A este poblado ha llegado de Inglaterra un cazador de lobos con su pequeña hija, él le prometió a la mamá cuidar de la pequeña Robyn una intrépida niña que desea ayudar a su papá a cazar lobos pero que pronto descubre la magia que guarda el bosque.

Wolfwalkers es una película que nos habla del valor de la amistad, del amor entre padres e hijos, porque aunque los adultos rara vez hacen caso a las fantasías y argumentos de los pequeños, el papá de Robyn dejará de lado sus miedos para reconocer la valentía de su pequeña hija.

Como cuando en una de sus escapadas, Robyn conoce a la pequeña Mebh, una pequeña wolfwalker, se hacen amigas y gracias a ella Robyn conoce la belleza del bosque y los secretos que resguarda, que la hacen cambiar de pensar respecto a los lobos e incluso la ayuda a que la manada sobreviva ante la obstinación de un Lord Protector que desea imponer sus reglas y acabar con todos los lobos, aunque ello implique acabar también con la belleza de la naturaleza.

La película producida por los estudios Cartoon Saloon y dirigida por Tomm Moore y Ross Stewart es una fábula llena de color y fantasía, que seduce por su extraordinaria belleza visual a través de una animación en 2D que nos regala un destacado trabajo artesanal y nos transporta a pasajes de la cultura celta a través de un bosque colorido radiante y enigmático que contrasta con los colores fríos y trazos lineales de la pequeña ciudad irlandesa.

Esta historia nos hace reflexionar también sobre la conciliación con la naturaleza y los seres que habitan en ella, por qué los humanos tenemos que invadir un hábitat que no nos pertenece, por qué tenemos que acabar con lo que para ellos representa un hogar. Al final Wolfwalkers nos muestra que no es necesario exterminar para poder vivir, sin duda, un argumento que nos resulta tan alejado de la realidad, por desgracia, porque la verdad es que somos incapaces como especie humana en permitir esa conciliación, porque es más fácil destruir, invadir, matar o rechazar todo aquello que nos resulte una "amenaza", que sea distinto a nosotros o que interfiera con nuestros planes.

Wolfwalkers es una historia entrañable, que sensibiliza en muchos sentidos, que nos hace pensar en que todos podríamos convivir –por distintos que seamos- en un mismo universo, siempre y cuando dejemos atrás la ambición y los miedos.