Nuevo Orden: el inicio con pilares del pasado
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
22-10-2020 00:58:21
No quería referirme a esto, pero creo que será parte del fenómeno con el que se recordará a la película. No fue el León de Plata por el Premio del Jurado del reciente Festival de Venecia lo que le hizo ruido (de hecho, por alguna razón, eso provocó desconfianza), sino la campaña publicitaria que se le armó a la cinta, la cual incluía un tráiler que, con palabras como “ficción necesaria”, enardeció a la corte de plaza digital.
Lo que pudo ser una movida cuestionable, resultó ser, aparentemente, más benéfica por la cantidad de ruido que se generó alrededor del estreno. Sin embargo, delató la práctica de elaborar opiniones sobre un largometraje… sin siquiera haberlo visto. Se popularizaba la reseña o crítica de tráilers, mientras crecían las sospechas en el público de que esta sería EL nacimiento de una nación mexicana o algo parecido, algunos citando la obra previa del realizador/productor como motivo de su mal presentimiento. El movimiento en redes fue considerable, a tal punto que era ineludible.
Y, a todo esto, ¿de qué trata? El más reciente trabajo de Michel Franco está enmarcado en una serie de protestas de las que, inicialmente, no conocemos el motivo. Posteriormente, llegamos a la celebración de la boda entre Marianne (Naian González) y Alan (Darío Yazbek), una pareja de clase alta que celebra entre sobres amarillos con dinero como regalo y mucha pomposidad de riquillos. Sin embargo, la fiesta se interrumpe con la petición de auxilio de un viejo empleado de la casa y con la irrupción de unos manifestantes que paralizan el ambiente festivo, buscando revancha contra los opresores.
Lamentablemente, debo volver al parloteo previo al estreno, pues una de las declaraciones en conferencia fue que aquí se exponía algo similar a una especie de “mal presagio”, palabras que, sin el contexto, pueden malinterpretarse; como si la rebelión de los oprimidos fuera una pesadilla que el largometraje busca anticipar (que lo es, pero en la realidad). Y ahí entra una de las principales virtudes de la cinta: el desarrollo que no arroja resoluciones apresuradas.
En la obra anterior de este director se habían visto elaboraciones lentas, pero que daban chispazos de lo que podría terminar siendo y, usualmente, eran ideas más o menos simplonas. En esta ocasión, no. Contrario a eso, aquí vemos una lenta elaboración de los hilos argumentales que se contrasta con una delirante concatenación de acciones impresionantes, tanto en importancia para la trama como en materia de producción.
La ejecución es simplemente admirable. Desde el diseño fotográfico, donde se percibe una mejor utilización tanto de los emplazamientos como de los movimientos de cámara, pasando al diseño sonoro que crea una verdadera atmósfera de caos y destrucción. Los detalles en la mezcla de sonido son precisos y excelentes para aumentar la potencia del diseño de producción que luce gran verosimilitud.
Debo decir que en materia de dirección escénica y de actores, este es el punto más alto que ha alcanzado Michel Franco. Rebasando la -técnica- falta de actuación que puede verse en Después de Lucía (2012) y la sobreinterpretación quizá correcta de Las hijas de Abril (2017), aquí vemos a todos los involucrados en una sorprendente zona adecuada para el rango de sus personajes. Naian González como la bondadosa chica que sufre una serie de torturas atroces en la espera de su rescate, con sus expresiones y con la congruente falta de ellas, realmente transmite el acongojo de un ambiente de cautiverio. Por otro lado, Diego Boneta… No quisiera decir impecable porque me parece desorbitado, pero lleva con notable eficiencia los matices de su papel: el rico crédulo e ingenuo, pero con tendencia al resentimiento, emoción que sí aparece en algún momento.
Ahora, discursivamente, ¿es la pesadilla que todos dicen? Para nada. El ingenio del relato lo mantiene en una extraña zona gris. Por instantes crees que esos prejuicios realmente van a concretarse, pero conforme va avanzando todo, queda elaborado un comentario contra la sobremilitarización y el control desmedido de la autoridad, ya sea existente o impuesta. Esa última escena de una solemne ceremonia donde cuelgan a alguien con el himno nacional de fondo, es un contundente derribamiento de aquellas ideas, así como una estupenda manera de declarar la imposibilidad del nuevo orden sin el viejo. El bucle de las instituciones represoras.
No puedo saltar la visión del privilegio que posee la película. Creo que es imposible considerando el trasfondo del director y no lo digo como señalando un matiz en contra, porque no lo es. De hecho, la pertenencia a la clase alta se nota y hay ciertos momentos donde se le ironiza, como aquel donde la patrona, totalmente desentendida del exterior y aún con lo que pasa, le pide a la empleada que le ayude a limpiar.
Entiendo las ideas que puede haber ante un filme como éste, tomando en cuenta a los involucrados y demás. Incluso los premios dados por festivales ahora crean predisposiciones para cierto sector de que verán algo que “exuda privilegio”. Vaya, cada quien... Pero creo que es importante apuntar que no porque los productos de consumo no empaten nuestros sesgos o mentalidades, ello quiera decir que se deban omitir absolutamente todas sus cualidades o su total existencia, mucho menos si no se conocen.
No comprendo esa tendencia de hablar de algo o inclusive alguien que nos es ajeno con tal seguridad, pero con conocimiento de causa, debo admitir que estoy sorprendido por Nuevo Orden. En cuanto a cine, no hay nada que reclamar. Es, a mi parecer, lo mejor de su director hasta el momento y una contundente demostración de capacidad narrativa.
No quería referirme a esto, pero creo que será parte del fenómeno con el que se recordará a la película. No fue el León de Plata por el Premio del Jurado del reciente Festival de Venecia lo que le hizo ruido (de hecho, por alguna razón, eso provocó desconfianza), sino la campaña publicitaria que se le armó a la cinta, la cual incluía un tráiler que, con palabras como “ficción necesaria”, enardeció a la corte de plaza digital.
Lo que pudo ser una movida cuestionable, resultó ser, aparentemente, más benéfica por la cantidad de ruido que se generó alrededor del estreno. Sin embargo, delató la práctica de elaborar opiniones sobre un largometraje… sin siquiera haberlo visto. Se popularizaba la reseña o crítica de tráilers, mientras crecían las sospechas en el público de que esta sería EL nacimiento de una nación mexicana o algo parecido, algunos citando la obra previa del realizador/productor como motivo de su mal presentimiento. El movimiento en redes fue considerable, a tal punto que era ineludible.
Y, a todo esto, ¿de qué trata? El más reciente trabajo de Michel Franco está enmarcado en una serie de protestas de las que, inicialmente, no conocemos el motivo. Posteriormente, llegamos a la celebración de la boda entre Marianne (Naian González) y Alan (Darío Yazbek), una pareja de clase alta que celebra entre sobres amarillos con dinero como regalo y mucha pomposidad de riquillos. Sin embargo, la fiesta se interrumpe con la petición de auxilio de un viejo empleado de la casa y con la irrupción de unos manifestantes que paralizan el ambiente festivo, buscando revancha contra los opresores.
Lamentablemente, debo volver al parloteo previo al estreno, pues una de las declaraciones en conferencia fue que aquí se exponía algo similar a una especie de “mal presagio”, palabras que, sin el contexto, pueden malinterpretarse; como si la rebelión de los oprimidos fuera una pesadilla que el largometraje busca anticipar (que lo es, pero en la realidad). Y ahí entra una de las principales virtudes de la cinta: el desarrollo que no arroja resoluciones apresuradas.
En la obra anterior de este director se habían visto elaboraciones lentas, pero que daban chispazos de lo que podría terminar siendo y, usualmente, eran ideas más o menos simplonas. En esta ocasión, no. Contrario a eso, aquí vemos una lenta elaboración de los hilos argumentales que se contrasta con una delirante concatenación de acciones impresionantes, tanto en importancia para la trama como en materia de producción.
La ejecución es simplemente admirable. Desde el diseño fotográfico, donde se percibe una mejor utilización tanto de los emplazamientos como de los movimientos de cámara, pasando al diseño sonoro que crea una verdadera atmósfera de caos y destrucción. Los detalles en la mezcla de sonido son precisos y excelentes para aumentar la potencia del diseño de producción que luce gran verosimilitud.
Debo decir que en materia de dirección escénica y de actores, este es el punto más alto que ha alcanzado Michel Franco. Rebasando la -técnica- falta de actuación que puede verse en Después de Lucía (2012) y la sobreinterpretación quizá correcta de Las hijas de Abril (2017), aquí vemos a todos los involucrados en una sorprendente zona adecuada para el rango de sus personajes. Naian González como la bondadosa chica que sufre una serie de torturas atroces en la espera de su rescate, con sus expresiones y con la congruente falta de ellas, realmente transmite el acongojo de un ambiente de cautiverio. Por otro lado, Diego Boneta… No quisiera decir impecable porque me parece desorbitado, pero lleva con notable eficiencia los matices de su papel: el rico crédulo e ingenuo, pero con tendencia al resentimiento, emoción que sí aparece en algún momento.
Ahora, discursivamente, ¿es la pesadilla que todos dicen? Para nada. El ingenio del relato lo mantiene en una extraña zona gris. Por instantes crees que esos prejuicios realmente van a concretarse, pero conforme va avanzando todo, queda elaborado un comentario contra la sobremilitarización y el control desmedido de la autoridad, ya sea existente o impuesta. Esa última escena de una solemne ceremonia donde cuelgan a alguien con el himno nacional de fondo, es un contundente derribamiento de aquellas ideas, así como una estupenda manera de declarar la imposibilidad del nuevo orden sin el viejo. El bucle de las instituciones represoras.
No puedo saltar la visión del privilegio que posee la película. Creo que es imposible considerando el trasfondo del director y no lo digo como señalando un matiz en contra, porque no lo es. De hecho, la pertenencia a la clase alta se nota y hay ciertos momentos donde se le ironiza, como aquel donde la patrona, totalmente desentendida del exterior y aún con lo que pasa, le pide a la empleada que le ayude a limpiar.
Entiendo las ideas que puede haber ante un filme como éste, tomando en cuenta a los involucrados y demás. Incluso los premios dados por festivales ahora crean predisposiciones para cierto sector de que verán algo que “exuda privilegio”. Vaya, cada quien... Pero creo que es importante apuntar que no porque los productos de consumo no empaten nuestros sesgos o mentalidades, ello quiera decir que se deban omitir absolutamente todas sus cualidades o su total existencia, mucho menos si no se conocen.
No comprendo esa tendencia de hablar de algo o inclusive alguien que nos es ajeno con tal seguridad, pero con conocimiento de causa, debo admitir que estoy sorprendido por Nuevo Orden. En cuanto a cine, no hay nada que reclamar. Es, a mi parecer, lo mejor de su director hasta el momento y una contundente demostración de capacidad narrativa.