El Hoyo: Pequeño cerdo capitalista
POR: EL TONEJO
31-03-2020 12:32:03
Dirigida por Gaztelu-Urrutia y protagonizada por Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan y Emilio Buale, la cinta titulada El Hoyo, es una nueva propuesta sobre las clases sociales y el sistema capitalista que rige la mayor parte del planeta. Sí, quizá muchas y muchos dirán que recientemente vimos Parasites sobre esta temática de diferencias sociales, pero habría que entender que no hay que demeritar ni comparar los trabajos, de entrada porque una fue hecha por un joven que hace su ópera prima, y otra fue hecha por un tipo que tiene casi 25 años en la industria.
El argumento de El Hoyo es simple: en un mundo distópico existe una especie de prisión vertical llamada El Hoyo, compuesta por 333 niveles, dos internos por nivel y un hoyo en medio de cada nivel. Cada día una plataforma con un banquete impresionante de comida baja desde el Nivel 0 y se detiene por unos minutos en el hoyo de cada nivel, y así sucesivamente hasta terminar. Los de los primeros niveles podrán comer todo lo que quieran en esos minutos, mientras que los de los niveles subsecuentes comerán las sobras de los de arriba, y así sucesivamente hasta los últimos niveles, donde prácticamente no llega nada de comida.
La película es en definitiva una cinta que nos habla sobre el capitalismo y la indiferencia que existe entre las clases sociales y grupos vulnerables, incluso el personaje del viejo Trimagasi hace una paráfrasis que resume esta teoría, los de arriba no hacen caso a los de abajo porque están abajo, y los de abajo no le hablan a los de arriba porque están arriba, obvio.
Metafóricamente hablando, esto se puede resumir a los ricos – en los primeros niveles – abusando del poder y consumiendo recursos única y exclusivamente para su beneficio, sin detenerse un momento a pensar en los demás internos, a su vez, los de los últimos niveles, los más hambrientos, están dispuestos a hacer cualquier cosa por sobrevivir, incluso recurrir al canibalismo. El giro dramático de este largometraje es que cada 30 días, los internos son sedados para despertar en un nuevo nivel, pudiendo ser cualquiera.
Bajo este esquema de supervivencia la falta de solidaridad entre un ser humano y otro es notable, en la cinta, los personajes prefieren culpar al sistema que a ellos mismos, porque “son obligados” a hacerlo de esa forma, de lo contrario sucumbirán al hambre. Casi como las recientes compras de pánico derivadas del Covid-19.
Durante la película, Gaztelu-Urrutia incluso presenta algunas alternativas para resolver esta especie de acertijo social. La primera es la solidaridad espontánea, propuesta por una interna que termina suicidándose, y la segunda la solidaridad forzada, donde Goreng y Baharat deciden bajar en cada piso armados, y obligar a los internos a comer lo indispensable para sobrevivir, para que de esta forma alcance para todas y todos. Ahora, un detalle muy interesante en esta segunda “solución” es que con el afán de ser justos, Goreng y Baharat terminan asesinando a las personas que precisamente querían ayudar, es aquí cuando se hace presente una gran metáfora de las flaquezas y crímenes del histórico Socialismo.
Sin duda el final de esta película ha causado sensación y discusiones en el internet. Si bien es cierto que es muy claro el mensaje de que los niños son el futuro de la civilización, esa no es más que una parte de la secuencia final. Me parece un acierto del director dejar un desenlace tan amplio en cuanto a sus posibilidades. Al final cada espectador decidirá exactamente qué pasó con Goreng ¿Murió antes de llegar al Nivel 333? ¿Murió ahí? ¿Cumplió su último mes en el último nivel? No lo sabemos, lo único cierto es que cada uno deberá ponerle el punto final a esta gran ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia.
Dirigida por Gaztelu-Urrutia y protagonizada por Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan y Emilio Buale, la cinta titulada El Hoyo, es una nueva propuesta sobre las clases sociales y el sistema capitalista que rige la mayor parte del planeta. Sí, quizá muchas y muchos dirán que recientemente vimos Parasites sobre esta temática de diferencias sociales, pero habría que entender que no hay que demeritar ni comparar los trabajos, de entrada porque una fue hecha por un joven que hace su ópera prima, y otra fue hecha por un tipo que tiene casi 25 años en la industria.
El argumento de El Hoyo es simple: en un mundo distópico existe una especie de prisión vertical llamada El Hoyo, compuesta por 333 niveles, dos internos por nivel y un hoyo en medio de cada nivel. Cada día una plataforma con un banquete impresionante de comida baja desde el Nivel 0 y se detiene por unos minutos en el hoyo de cada nivel, y así sucesivamente hasta terminar. Los de los primeros niveles podrán comer todo lo que quieran en esos minutos, mientras que los de los niveles subsecuentes comerán las sobras de los de arriba, y así sucesivamente hasta los últimos niveles, donde prácticamente no llega nada de comida.
La película es en definitiva una cinta que nos habla sobre el capitalismo y la indiferencia que existe entre las clases sociales y grupos vulnerables, incluso el personaje del viejo Trimagasi hace una paráfrasis que resume esta teoría, los de arriba no hacen caso a los de abajo porque están abajo, y los de abajo no le hablan a los de arriba porque están arriba, obvio.
Metafóricamente hablando, esto se puede resumir a los ricos – en los primeros niveles – abusando del poder y consumiendo recursos única y exclusivamente para su beneficio, sin detenerse un momento a pensar en los demás internos, a su vez, los de los últimos niveles, los más hambrientos, están dispuestos a hacer cualquier cosa por sobrevivir, incluso recurrir al canibalismo. El giro dramático de este largometraje es que cada 30 días, los internos son sedados para despertar en un nuevo nivel, pudiendo ser cualquiera.
Bajo este esquema de supervivencia la falta de solidaridad entre un ser humano y otro es notable, en la cinta, los personajes prefieren culpar al sistema que a ellos mismos, porque “son obligados” a hacerlo de esa forma, de lo contrario sucumbirán al hambre. Casi como las recientes compras de pánico derivadas del Covid-19.
Durante la película, Gaztelu-Urrutia incluso presenta algunas alternativas para resolver esta especie de acertijo social. La primera es la solidaridad espontánea, propuesta por una interna que termina suicidándose, y la segunda la solidaridad forzada, donde Goreng y Baharat deciden bajar en cada piso armados, y obligar a los internos a comer lo indispensable para sobrevivir, para que de esta forma alcance para todas y todos. Ahora, un detalle muy interesante en esta segunda “solución” es que con el afán de ser justos, Goreng y Baharat terminan asesinando a las personas que precisamente querían ayudar, es aquí cuando se hace presente una gran metáfora de las flaquezas y crímenes del histórico Socialismo.
Sin duda el final de esta película ha causado sensación y discusiones en el internet. Si bien es cierto que es muy claro el mensaje de que los niños son el futuro de la civilización, esa no es más que una parte de la secuencia final. Me parece un acierto del director dejar un desenlace tan amplio en cuanto a sus posibilidades. Al final cada espectador decidirá exactamente qué pasó con Goreng ¿Murió antes de llegar al Nivel 333? ¿Murió ahí? ¿Cumplió su último mes en el último nivel? No lo sabemos, lo único cierto es que cada uno deberá ponerle el punto final a esta gran ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia.