Jojo Rabbit: El absurdo de la guerra
POR: ORIANNA PAZ
22-01-2020 17:17:04
Este fin de semana llega a la cartelera nacional una de las películas más nominadas en esta temporada de premios, Jojo Rabbit (República Checa-Nueva Zelanda-Estados Unidos, 2019), que ha levantado polémica por su perspectiva desde la farsa y la parodia, del nazismo y la Segunda Guerra Mundial a través de los ojos de un niño, cuyo amigo imaginario es nada menos que Adolfo Hitler, su máximo héroe y modelo a seguir.
Y sí, sería de preocuparse si la historia se quedara allí, en enaltecer la mentalidad fascista y de ultraderecha, el dogmatismo y la represión de los nazis, sin embargo, la película no va de eso, es una sátira y una crítica absoluta del absurdo y la estupidez que es una guerra, de su falta de argumentos y raciocinio, de sus mitos completamente ridículos (como el hecho de que los judíos tuvieran cuernos y se comieran a los niños, igual que los rusos comunistas), de sus falsas oposiciones entre pueblos y su odio más recalcitrante y sin fundamentos.
Al inicio, puede ser que el espectador se sienta un poco apabullado por el humor llevado al extremo, que recuerda a La vida es bella, de Roberto Benigni o a Moonrise Kingdom, de Wes Anderson (con todo y su campamento de niños nazis que están siendo entrenados para asesinar al enemigo, cosa no tan descabellada, ya que cuando la guerra agonizaba, los alemanes sí enviaron a niños y jóvenes al frente de batalla) y sí, es un poco insoportable y chirriante al punto de pensar “¿así podré soportar toda la película?”. Pero sí, se puede y se disfruta porque el guion toma esa farsa como excusa para abordar temas profundos e interesantes como el universo de dudas de un niño que sufre la ausencia de su padre, que absorbe como esponja las doctrinas fascistas y las asume como incuestionables (si lo hicieron miles de alemanes adultos, cómo no los niños), pero cuyo mundo de aparentes certezas ideológicas se desmorona con los sentimientos que comienzan a surgir en su interior por una joven judía, que su madre, interpretada por una deslumbrante Scarlett Johansson, mantiene escondida detrás de una pared (al más puro estilo de Ana Frank).
Y ahí todo cambia y uno se deja seducir y atrapar por esta historia, dirigida por Taika Waititi, quien también actúa y echa mano de sus dotes de comediante para interpretar con destreza y la dosis justa de exageración y locura, a Hitler, la conciencia del pequeño Jojo. Los diálogos entre ambos son una maravilla, sobre todo porque resumen el discurso obtuso, irracional, racista y totalitario del régimen fascista alemán.
Roman Griffin Davis, de tan sólo 12 años de edad, está espectacular como Jojo, un personaje complejo que lleva todo el peso de la trama y que logra transmitir su fundamentalismo y fanatismo, así como su vulnerabilidad, sus inseguridades y el remolino de emociones que provoca el primer amor. Su actuación no ha pasado desapercibida para la prensa y la crítica, recibió por ella una nominación al Globo de Oro a Mejor Actor en una comedia o musical, compartiendo categoría con histriones de la talla de Leonardo DiCaprio, Eddie Murphy, Taron Egerton y Daniel Craig.
El nivel del reparto también es notable, comenzando por Taika Waititi interpretando al Fürer; Scarlett Johansson como la madre amorosa y rebelde de Jojo; Sam Rockwell, en un papel pequeño pero encantador como el Capitán Klen; Alfie Allen como su torpe ayudante, y Archie Yates de 11 años, que está arrebatador como Yorki, el niño atrapado en el cuerpo de un niño gordo. El elenco fue nominado a Mejor Reparto por el Sindicato de Actores.
Jojo Rabbit podrá escandalizar a las conciencias más moralinas, sin embargo, es un filme que utiliza los estereotipos y mitos sobre la guerra y las personas para derrumbarlos y criticarlos con humor. Es aguda, divertida, entrañable y emotiva, un coctel de emociones que no pueden dejar pasar.
Este fin de semana llega a la cartelera nacional una de las películas más nominadas en esta temporada de premios, Jojo Rabbit (República Checa-Nueva Zelanda-Estados Unidos, 2019), que ha levantado polémica por su perspectiva desde la farsa y la parodia, del nazismo y la Segunda Guerra Mundial a través de los ojos de un niño, cuyo amigo imaginario es nada menos que Adolfo Hitler, su máximo héroe y modelo a seguir.
Y sí, sería de preocuparse si la historia se quedara allí, en enaltecer la mentalidad fascista y de ultraderecha, el dogmatismo y la represión de los nazis, sin embargo, la película no va de eso, es una sátira y una crítica absoluta del absurdo y la estupidez que es una guerra, de su falta de argumentos y raciocinio, de sus mitos completamente ridículos (como el hecho de que los judíos tuvieran cuernos y se comieran a los niños, igual que los rusos comunistas), de sus falsas oposiciones entre pueblos y su odio más recalcitrante y sin fundamentos.
Al inicio, puede ser que el espectador se sienta un poco apabullado por el humor llevado al extremo, que recuerda a La vida es bella, de Roberto Benigni o a Moonrise Kingdom, de Wes Anderson (con todo y su campamento de niños nazis que están siendo entrenados para asesinar al enemigo, cosa no tan descabellada, ya que cuando la guerra agonizaba, los alemanes sí enviaron a niños y jóvenes al frente de batalla) y sí, es un poco insoportable y chirriante al punto de pensar “¿así podré soportar toda la película?”. Pero sí, se puede y se disfruta porque el guion toma esa farsa como excusa para abordar temas profundos e interesantes como el universo de dudas de un niño que sufre la ausencia de su padre, que absorbe como esponja las doctrinas fascistas y las asume como incuestionables (si lo hicieron miles de alemanes adultos, cómo no los niños), pero cuyo mundo de aparentes certezas ideológicas se desmorona con los sentimientos que comienzan a surgir en su interior por una joven judía, que su madre, interpretada por una deslumbrante Scarlett Johansson, mantiene escondida detrás de una pared (al más puro estilo de Ana Frank).
Y ahí todo cambia y uno se deja seducir y atrapar por esta historia, dirigida por Taika Waititi, quien también actúa y echa mano de sus dotes de comediante para interpretar con destreza y la dosis justa de exageración y locura, a Hitler, la conciencia del pequeño Jojo. Los diálogos entre ambos son una maravilla, sobre todo porque resumen el discurso obtuso, irracional, racista y totalitario del régimen fascista alemán.
Roman Griffin Davis, de tan sólo 12 años de edad, está espectacular como Jojo, un personaje complejo que lleva todo el peso de la trama y que logra transmitir su fundamentalismo y fanatismo, así como su vulnerabilidad, sus inseguridades y el remolino de emociones que provoca el primer amor. Su actuación no ha pasado desapercibida para la prensa y la crítica, recibió por ella una nominación al Globo de Oro a Mejor Actor en una comedia o musical, compartiendo categoría con histriones de la talla de Leonardo DiCaprio, Eddie Murphy, Taron Egerton y Daniel Craig.
El nivel del reparto también es notable, comenzando por Taika Waititi interpretando al Fürer; Scarlett Johansson como la madre amorosa y rebelde de Jojo; Sam Rockwell, en un papel pequeño pero encantador como el Capitán Klen; Alfie Allen como su torpe ayudante, y Archie Yates de 11 años, que está arrebatador como Yorki, el niño atrapado en el cuerpo de un niño gordo. El elenco fue nominado a Mejor Reparto por el Sindicato de Actores.
Jojo Rabbit podrá escandalizar a las conciencias más moralinas, sin embargo, es un filme que utiliza los estereotipos y mitos sobre la guerra y las personas para derrumbarlos y criticarlos con humor. Es aguda, divertida, entrañable y emotiva, un coctel de emociones que no pueden dejar pasar.