Dogman: la fiera que llevamos dentro
POR: ORIANNA PAZ
16-11-2019 12:51:40
El cineasta italiano Mateo Garrone, mejor conocido por su aclamada ópera prima Gomorra (2008), adaptación del libro Gomorra: un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la camorra, una de las investigaciones más contundentes y arriesgadas sobre la camorra, el grupo criminal más poderoso del mundo, que le supuso a su autor Roberto Saviano una sentencia de muerte, regresa a la pantalla grande con Dogman: el despertar de la fiera (Italia-Francia, 2018).
Garrone construye en Dogman un manifiesto que da voz a todas aquellas personas que van por el mundo sintiéndose insignificantes, menospreciadas, de carácter sumiso y bajo perfil, cuyo único deseo es pertenecer, ser aceptadas y legitimadas por los otros, esos mismos otros que las humillan, subyugan y pisotean.
No es casualidad que la primera imagen que abre la más reciente película de Garrone sea la de los dientes afilados de un perro embravecido que gruñe, ladra y amenaza con despedazar a quien se le ponga enfrente. Forma parte de los recurrentes paralelismos que nos presenta Garrone entre los perros y los a veces mal llamados “humanos” que ante diversas circunstancias actúan incluso peor que las bestias. Muchas veces los perros más agresivos son aquellos que han sido brutal y constantemente golpeados y maltratados, como el personaje protagónico de Dogman, Marcello, un hombre débil, sumiso, sin carácter que no sabe decir que no, por lo que es víctima de los abusos, amenazas, violencia física y psicológica de aquellos más fuertes, en particular de Simone, el bravucón del lugar.
Marcello, vive aparentemente tranquilo, en un pueblo perdido y decadente de Italia que parece haberse quedado estancado en los 80, y donde se dedica a lo que ama: es dueño de una estética canina en la que se desvive por brindar a sus clientes perrunos el mejor servicio, el más amoroso (incluyendo pedicure, manicure y secado premium para disfrute de los canes). Sin embargo, Marcello es más que un veterinario y peluquero de perros, también es un narcomenudista de poca monta que vende coca a diversos clientes y junkies, entre ellos a Simone, el matón que tiene aterrorizados a todos los vecinos.
Simone, con su imponente fuerza física y su avasallante carácter es dueño y amo de todo y de todos en el pueblo. Destruye las maquinitas de juegos del dueño del billar, golpea a otro en la nariz simplemente porque tiene ganas, va por la plaza a toda velocidad en moto sin importarle si atropella a alguien, un bravucón en toda su expresión. En particular, Simone disfruta de atormentar a Marcello, quien además es menudo, delgado, bajo y sobre todo débil (en todos los sentidos) y lo obliga, a cambio de una falsa amistad y con la amenaza siempre presente de partirle la cara, a robar el local de su vecino quien se dedica a la venta de oro y que además es su amigo. Marcello accede, tampoco es que tenga muchas opciones, con la ilusión de recibir una parte del botín que nunca llega.
A partir de ahí las cosas se complican cada vez más para Marcello quien libra una lucha encarnizada en su interior, pues por un lado admira y aspira a ser como Simone, a tener ese dominio y poder sobre los demás, y por otro está harto de ser siempre la víctima, de recibir los golpes, de tragarse su propia sangre, de que se aprovechen de él. Poco a poco el resentimiento comienza a crecer dentro de sí y la violencia a escalar hasta llegar a niveles insospechados y espeluznantes.
Garrone maneja muy bien los tiempos y la tensión a través de una trama muy bien estructurada con personajes complejos llenos de luces y sombras, para introducir al espectador en un universo asfixiante, sórdido, violento y decadente, en donde la fotografía de tonalidades opacas acentúa aún más el ambiente opresivo del cual Marcello escapa solamente cuando viaja con su hija pequeña a bucear en aguas cristalinas, su único respiro y momento de paz. No obstante, al regresar, el problema sigue ahí, las amenazas, los golpes, las humillaciones, y el rechazo y marginación que Marcello sufre por parte de sus supuestos amigos, por haber permitido el robo a la tienda de su vecino, por lo que tendrá que despertar a la fiera que duerme dentro para buscar venganza y recuperar su reputación (que en realidad nunca tuvo) y cuando lo haga la bestia rabiosa acabará con todo, incluso con su humanidad.
La brillante actuación de Marcello Fonte en la piel de este hombre sometido fue reconocida en el Festival de Cannes en 2018 con el Premio a la Mejor Interpretación Masculina y Premio al Mejor Actor de la Sociedad Cinéfila Internacional (ISC), mientras que este año la Academia del Cine Italiano reconoció al filme de Garrone con los premios a la Mejor Película, Director, Guión, Actor de Reparto, Dirección de Fotografía, Edición, Escenografía, Maquillaje y Sonido.
La película forma parte de la programación de la 67 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
El cineasta italiano Mateo Garrone, mejor conocido por su aclamada ópera prima Gomorra (2008), adaptación del libro Gomorra: un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la camorra, una de las investigaciones más contundentes y arriesgadas sobre la camorra, el grupo criminal más poderoso del mundo, que le supuso a su autor Roberto Saviano una sentencia de muerte, regresa a la pantalla grande con Dogman: el despertar de la fiera (Italia-Francia, 2018).
Garrone construye en Dogman un manifiesto que da voz a todas aquellas personas que van por el mundo sintiéndose insignificantes, menospreciadas, de carácter sumiso y bajo perfil, cuyo único deseo es pertenecer, ser aceptadas y legitimadas por los otros, esos mismos otros que las humillan, subyugan y pisotean.
No es casualidad que la primera imagen que abre la más reciente película de Garrone sea la de los dientes afilados de un perro embravecido que gruñe, ladra y amenaza con despedazar a quien se le ponga enfrente. Forma parte de los recurrentes paralelismos que nos presenta Garrone entre los perros y los a veces mal llamados “humanos” que ante diversas circunstancias actúan incluso peor que las bestias. Muchas veces los perros más agresivos son aquellos que han sido brutal y constantemente golpeados y maltratados, como el personaje protagónico de Dogman, Marcello, un hombre débil, sumiso, sin carácter que no sabe decir que no, por lo que es víctima de los abusos, amenazas, violencia física y psicológica de aquellos más fuertes, en particular de Simone, el bravucón del lugar.
Marcello, vive aparentemente tranquilo, en un pueblo perdido y decadente de Italia que parece haberse quedado estancado en los 80, y donde se dedica a lo que ama: es dueño de una estética canina en la que se desvive por brindar a sus clientes perrunos el mejor servicio, el más amoroso (incluyendo pedicure, manicure y secado premium para disfrute de los canes). Sin embargo, Marcello es más que un veterinario y peluquero de perros, también es un narcomenudista de poca monta que vende coca a diversos clientes y junkies, entre ellos a Simone, el matón que tiene aterrorizados a todos los vecinos.
Simone, con su imponente fuerza física y su avasallante carácter es dueño y amo de todo y de todos en el pueblo. Destruye las maquinitas de juegos del dueño del billar, golpea a otro en la nariz simplemente porque tiene ganas, va por la plaza a toda velocidad en moto sin importarle si atropella a alguien, un bravucón en toda su expresión. En particular, Simone disfruta de atormentar a Marcello, quien además es menudo, delgado, bajo y sobre todo débil (en todos los sentidos) y lo obliga, a cambio de una falsa amistad y con la amenaza siempre presente de partirle la cara, a robar el local de su vecino quien se dedica a la venta de oro y que además es su amigo. Marcello accede, tampoco es que tenga muchas opciones, con la ilusión de recibir una parte del botín que nunca llega.
A partir de ahí las cosas se complican cada vez más para Marcello quien libra una lucha encarnizada en su interior, pues por un lado admira y aspira a ser como Simone, a tener ese dominio y poder sobre los demás, y por otro está harto de ser siempre la víctima, de recibir los golpes, de tragarse su propia sangre, de que se aprovechen de él. Poco a poco el resentimiento comienza a crecer dentro de sí y la violencia a escalar hasta llegar a niveles insospechados y espeluznantes.
Garrone maneja muy bien los tiempos y la tensión a través de una trama muy bien estructurada con personajes complejos llenos de luces y sombras, para introducir al espectador en un universo asfixiante, sórdido, violento y decadente, en donde la fotografía de tonalidades opacas acentúa aún más el ambiente opresivo del cual Marcello escapa solamente cuando viaja con su hija pequeña a bucear en aguas cristalinas, su único respiro y momento de paz. No obstante, al regresar, el problema sigue ahí, las amenazas, los golpes, las humillaciones, y el rechazo y marginación que Marcello sufre por parte de sus supuestos amigos, por haber permitido el robo a la tienda de su vecino, por lo que tendrá que despertar a la fiera que duerme dentro para buscar venganza y recuperar su reputación (que en realidad nunca tuvo) y cuando lo haga la bestia rabiosa acabará con todo, incluso con su humanidad.
La brillante actuación de Marcello Fonte en la piel de este hombre sometido fue reconocida en el Festival de Cannes en 2018 con el Premio a la Mejor Interpretación Masculina y Premio al Mejor Actor de la Sociedad Cinéfila Internacional (ISC), mientras que este año la Academia del Cine Italiano reconoció al filme de Garrone con los premios a la Mejor Película, Director, Guión, Actor de Reparto, Dirección de Fotografía, Edición, Escenografía, Maquillaje y Sonido.
La película forma parte de la programación de la 67 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.