Cine mexicano en blanco y negro en ofrenda del Claustro
POR: MARÍA DEL CARMEN VARELA
01-11-2019 13:22:33
En medio de una gran marquesina iluminada con luces de neón, imágenes de lo mejor del cine mexicano de los años 40 y 50, realizado en blanco y negro, engalanan la monumental ofrenda de Día de Muertos de la Universidad del Claustro de Sor Juana, que este año rinde tributo a la cinematografía nacional, de la mano del artista plástico puertorriqueño Antonio Martorell.
La ofrenda, que estará abierta al público hasta el 13 de noviembre, en el auditorio Divino Narciso de dicha institución, estuvo dedicada durante 30 años a la llamada décima musa y desde el año pasado se dedica a un autor, en este caso Martorell, artista visual, teatrero, literato y cronista de 80 años, 50 de ellos dedicados al arte, y quien actualmente dirige el Museo Ramón Frade de Carey, en Puerto Rico.
El trabajo del isleño está conformado por 16 dibujos al carbón y crayón sobre papel de 24" x 36" /61cm x 91cm, que fueron hechos ex profeso y que están dispuestos al centro del escenario del Divino Narciso, donde se ubica la iluminada marquesina y al centro la proyección de un video donde él mismo narra su relación con México y su cinematografía.
El desfile de imágenes, cuyo hilo conductor es el beso, trae a la mente del visitante recuerdos y evocaciones de la icónica cinta Santa (1932), en la que actúan Donald Reed y Lupita Tovar; El peñón de las ánimas (1943), con María Félix y Jorge Negrete; Cuando lloran los valientes (1947), con Pedro Infante y Blanca Estela Pavón; Músico, poeta y loco (1948), estelarizada por Germán Valdés Tin Tán y Meche Barba; Casa de vecindad (1951), con Arturo Martínez, David Silva y Meche Barba; Escuela de vagabundos (1954), donde repite Pedro Infante, ahora con Miroslava; Me lo dijo Adela, necesito un marido (1955) en donde figuran Kiko Mendive y María Antonieta Pons, hasta llegar a Roma (2018), de Alfonso Cuarón.
Martorell reconoce así la influencia que le dejaron las películas mexicanas de las décadas de los cuarenta y cincuenta, mientras se formaba en su tierra natal.
“Lo que propongo es un homenaje a ese arte mexicano que nos enseñó a toda Latinoamérica a reír y llorar en blanco y negro. Quiero desnudar esos cuerpos y voces, recuperarlos relucientes en sus huesos. Recordar quiénes somos Nosotros los pobres y Ustedes los ricos, llorar en El peñón de las ánimas, reír con Cantinflas en ¡Ahí está el detalle!, lamentarse con Las abandonadas, arder en la pasión de María Candelaria, sufrir y gozar los azotes de Doña Bárbara”, explica durante su presentación a medios.
Y es que para el artista, fue en la sala eternamente nocturna de los cines de barrio y en la duermevela posterior de su dormitorio, con las alucinantes sombras que danzaban en techo y paredes, donde surgió su vocación de dibujante y grabador, y esa habilidad para encontrar en la gráfica los misterios del cine y su narrativa, la rica economía del blanco y negro.
Y así quiere recordar: “los jarochos lamentos de Toña la negra, los tiroteos de Juan Orol, las lágrimas de Sara García, las metidas de pata de Joaquín Pardavé, las alucinaciones de Luis Buñuel, el argentino timbre de Libertad Lamarque, la hirsuta melena de Rosa Carmina, el embeleso de María Elena Márquez, el bamboleo de Tongolele, la sonrisa triste de Andrea Palma, la cintura oscilatoria de María Antonieta Pons, la villanía de Carlos López Moctezuma, la vulnerable dignidad de los hermanos Soler, el esplendor de Elsa Aguirre, los europeos acentos de Miroslava e Iracema, la cubanía avasalladora de Ninón Sevilla y tantas otras imágenes que aparecen y desaparecen en la memoria”.
Además de Ofrenda puertorriqueña al cine mexicano en blanco y negro: de Santa a Roma, que podrá visitarse de lunes a viernes de 10:00 a 19:00 hrs; sábado y domingo de 10:00 a 15:00 hrs y el 1 y 2 de noviembre de 10:00 a 22:00 hrs, en el Sotocoro de dicho auditorio se puede apreciar la muestra María de mis recuerdos, con vestidos usados por la actriz María Félix. Se trata de cinco atuendos utilizados por la diva del Cine mexicano en las cintas: La China Poblana (1944), Río Escondido (1947), Maclovia (1948), Enamorada (1946) y Tizoc (1956), todos ellos, parte de la Colección de indumentaria mexicana Luis Márquez Romay.
De la China Poblana es blusa, enagua, zagalejo y rebozo; del traje del Istmo de Tehuantepec (que usan tanto tehuanas como juchitecas) fue realizado para la película Tizoc: amor indio (1956), y consta de “huipilili” o huipil, una falda que lleva un ruedo de encaje o lino bordado y el “bidani ró” que puede ser utilizado de dos formas: holán hacia atrás para grandes fiestas y el holán alrededor del rostro para la iglesia.
Vestido de “ranchera” fue realizado para la película Enamorada (1946). Se puede decir que damas charras han adoptado este traje para la llamada “escaramuza” que en las fiestas charras ocupa un lugar preponderante, ya que son hábiles para montar a caballo; mientras que el Huanengo que procede de Michoacán, lo utilizó en la película Maclovia (1948). Su característica principal del enredo o sabanilla es que en la parte de atrás forman lo que llaman “rollo”, que les ayuda a cargar a sus hijos o bultos pesados, delantal en terciopelo industrial y dos fajas elaboradas en telar de cintura adornadas con motas de estambre multicolor. El huanengo original se bordaba exclusivamente en color negro, mientras que el enredo es en lana. Esta muestra podrá apreciarse hasta el 15 de diciembre.
En medio de una gran marquesina iluminada con luces de neón, imágenes de lo mejor del cine mexicano de los años 40 y 50, realizado en blanco y negro, engalanan la monumental ofrenda de Día de Muertos de la Universidad del Claustro de Sor Juana, que este año rinde tributo a la cinematografía nacional, de la mano del artista plástico puertorriqueño Antonio Martorell.
La ofrenda, que estará abierta al público hasta el 13 de noviembre, en el auditorio Divino Narciso de dicha institución, estuvo dedicada durante 30 años a la llamada décima musa y desde el año pasado se dedica a un autor, en este caso Martorell, artista visual, teatrero, literato y cronista de 80 años, 50 de ellos dedicados al arte, y quien actualmente dirige el Museo Ramón Frade de Carey, en Puerto Rico.
El trabajo del isleño está conformado por 16 dibujos al carbón y crayón sobre papel de 24" x 36" /61cm x 91cm, que fueron hechos ex profeso y que están dispuestos al centro del escenario del Divino Narciso, donde se ubica la iluminada marquesina y al centro la proyección de un video donde él mismo narra su relación con México y su cinematografía.
El desfile de imágenes, cuyo hilo conductor es el beso, trae a la mente del visitante recuerdos y evocaciones de la icónica cinta Santa (1932), en la que actúan Donald Reed y Lupita Tovar; El peñón de las ánimas (1943), con María Félix y Jorge Negrete; Cuando lloran los valientes (1947), con Pedro Infante y Blanca Estela Pavón; Músico, poeta y loco (1948), estelarizada por Germán Valdés Tin Tán y Meche Barba; Casa de vecindad (1951), con Arturo Martínez, David Silva y Meche Barba; Escuela de vagabundos (1954), donde repite Pedro Infante, ahora con Miroslava; Me lo dijo Adela, necesito un marido (1955) en donde figuran Kiko Mendive y María Antonieta Pons, hasta llegar a Roma (2018), de Alfonso Cuarón.
Martorell reconoce así la influencia que le dejaron las películas mexicanas de las décadas de los cuarenta y cincuenta, mientras se formaba en su tierra natal.
“Lo que propongo es un homenaje a ese arte mexicano que nos enseñó a toda Latinoamérica a reír y llorar en blanco y negro. Quiero desnudar esos cuerpos y voces, recuperarlos relucientes en sus huesos. Recordar quiénes somos Nosotros los pobres y Ustedes los ricos, llorar en El peñón de las ánimas, reír con Cantinflas en ¡Ahí está el detalle!, lamentarse con Las abandonadas, arder en la pasión de María Candelaria, sufrir y gozar los azotes de Doña Bárbara”, explica durante su presentación a medios.
Y es que para el artista, fue en la sala eternamente nocturna de los cines de barrio y en la duermevela posterior de su dormitorio, con las alucinantes sombras que danzaban en techo y paredes, donde surgió su vocación de dibujante y grabador, y esa habilidad para encontrar en la gráfica los misterios del cine y su narrativa, la rica economía del blanco y negro.
Y así quiere recordar: “los jarochos lamentos de Toña la negra, los tiroteos de Juan Orol, las lágrimas de Sara García, las metidas de pata de Joaquín Pardavé, las alucinaciones de Luis Buñuel, el argentino timbre de Libertad Lamarque, la hirsuta melena de Rosa Carmina, el embeleso de María Elena Márquez, el bamboleo de Tongolele, la sonrisa triste de Andrea Palma, la cintura oscilatoria de María Antonieta Pons, la villanía de Carlos López Moctezuma, la vulnerable dignidad de los hermanos Soler, el esplendor de Elsa Aguirre, los europeos acentos de Miroslava e Iracema, la cubanía avasalladora de Ninón Sevilla y tantas otras imágenes que aparecen y desaparecen en la memoria”.
Además de Ofrenda puertorriqueña al cine mexicano en blanco y negro: de Santa a Roma, que podrá visitarse de lunes a viernes de 10:00 a 19:00 hrs; sábado y domingo de 10:00 a 15:00 hrs y el 1 y 2 de noviembre de 10:00 a 22:00 hrs, en el Sotocoro de dicho auditorio se puede apreciar la muestra María de mis recuerdos, con vestidos usados por la actriz María Félix. Se trata de cinco atuendos utilizados por la diva del Cine mexicano en las cintas: La China Poblana (1944), Río Escondido (1947), Maclovia (1948), Enamorada (1946) y Tizoc (1956), todos ellos, parte de la Colección de indumentaria mexicana Luis Márquez Romay.
De la China Poblana es blusa, enagua, zagalejo y rebozo; del traje del Istmo de Tehuantepec (que usan tanto tehuanas como juchitecas) fue realizado para la película Tizoc: amor indio (1956), y consta de “huipilili” o huipil, una falda que lleva un ruedo de encaje o lino bordado y el “bidani ró” que puede ser utilizado de dos formas: holán hacia atrás para grandes fiestas y el holán alrededor del rostro para la iglesia.
Vestido de “ranchera” fue realizado para la película Enamorada (1946). Se puede decir que damas charras han adoptado este traje para la llamada “escaramuza” que en las fiestas charras ocupa un lugar preponderante, ya que son hábiles para montar a caballo; mientras que el Huanengo que procede de Michoacán, lo utilizó en la película Maclovia (1948). Su característica principal del enredo o sabanilla es que en la parte de atrás forman lo que llaman “rollo”, que les ayuda a cargar a sus hijos o bultos pesados, delantal en terciopelo industrial y dos fajas elaboradas en telar de cintura adornadas con motas de estambre multicolor. El huanengo original se bordaba exclusivamente en color negro, mientras que el enredo es en lana. Esta muestra podrá apreciarse hasta el 15 de diciembre.