Puntos cardinales, donde la verdad no es mejor que la mentira
POR: MARIA DEL CARMEN VARELA
19-04-2019 09:57:48
Si algo caracteriza al cine de Canadá es su diversidad, tal como lo evidencia la selección que recientemente ofreció la Primera Semana de Cine Canadiense que se proyectó en 14 ciudades del país, donde se pudieron ver interesantes propuestas, entre ellas, el thriller Puntos cardinales.
Una película que, sin alarde de efectos, cumplió con mantener al espectador al filo de la butaca con una historia bien contada, con una fotografía decorosa, y donde la magia ocurre no propiamente por la acción sino por falta de la misma, por huecos e indicios salpicados aquí y allá.
Llena de tomas cerradas y close up a sus personajes principales Valerie (Sheila McCarthy) y Jonah Pastekh (Peter Spencer), el espectador es llevado al punto de acorralamiento en el que se desarrolla la trama.
Dirigida por Grayson Moore y Aidan Shipley, la cinta narra los días posteriores a la liberación de Valerie, quien cumple sentencia por homicidio imprudencial, luego de haber atropellado a su vecino, aparentemente bajo los influjos del alcohol.
La aparición de Jonah, el hijo del difunto, va tensando la historia en cada encuentro y con cada pregunta hasta alcanzar un desenlace inesperado, pues la verdad no siempre es mejor que la mentira.
Acompañan a Valerie sus dos hijas, una de ellas siempre al borde, acosada por la culpa de saber la verdad y no contarla aún a costa de la libertad de su madre. La otra, condescendiente, sólo preocupada por el inevitable qué dirán tras la reincorporación de su madre a una sociedad que, en un punto, puede volverse cómplice o verdugo.
Filmada mayormente en interiores, el manejo de cámara es intimista, acentuando profundos silencios y un duelo de miradas entre los protagonistas que logran introducir al espectador en ese ambiente de fragilidad sicológica, de reflexiones personales que se tornan inquietantes por las consecuencias que de ellas derivan.
Si algo caracteriza al cine de Canadá es su diversidad, tal como lo evidencia la selección que recientemente ofreció la Primera Semana de Cine Canadiense que se proyectó en 14 ciudades del país, donde se pudieron ver interesantes propuestas, entre ellas, el thriller Puntos cardinales.
Una película que, sin alarde de efectos, cumplió con mantener al espectador al filo de la butaca con una historia bien contada, con una fotografía decorosa, y donde la magia ocurre no propiamente por la acción sino por falta de la misma, por huecos e indicios salpicados aquí y allá.
Llena de tomas cerradas y close up a sus personajes principales Valerie (Sheila McCarthy) y Jonah Pastekh (Peter Spencer), el espectador es llevado al punto de acorralamiento en el que se desarrolla la trama.
Dirigida por Grayson Moore y Aidan Shipley, la cinta narra los días posteriores a la liberación de Valerie, quien cumple sentencia por homicidio imprudencial, luego de haber atropellado a su vecino, aparentemente bajo los influjos del alcohol.
La aparición de Jonah, el hijo del difunto, va tensando la historia en cada encuentro y con cada pregunta hasta alcanzar un desenlace inesperado, pues la verdad no siempre es mejor que la mentira.
Acompañan a Valerie sus dos hijas, una de ellas siempre al borde, acosada por la culpa de saber la verdad y no contarla aún a costa de la libertad de su madre. La otra, condescendiente, sólo preocupada por el inevitable qué dirán tras la reincorporación de su madre a una sociedad que, en un punto, puede volverse cómplice o verdugo.
Filmada mayormente en interiores, el manejo de cámara es intimista, acentuando profundos silencios y un duelo de miradas entre los protagonistas que logran introducir al espectador en ese ambiente de fragilidad sicológica, de reflexiones personales que se tornan inquietantes por las consecuencias que de ellas derivan.