Buñuel en el laberinto de las tortugas: la reivindicación sensata
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
17-04-2019 13:00:00
Luis Buñuel es uno de los grandes exponentes del cine mundial. Es uno de los tres directores que tienen una película reconocida como Memoria del Mundo por la Unesco -la obra maestra Los olvidados (1950)- y una referencia obligada para comprender los matices surrealistas, junto con su excompañero, Salvador Dalí.
Sin embargo, aún con potencial de genio, Luis Buñuel no siempre fue el virtuoso cineasta que ahora es admirado. Buñuel en el laberinto de las tortugas, ópera prima de Salvador Simó, expone al joven Luis en la época entre la polémica desatada por La edad de oro y su siguiente trabajo: Las Hurdes, Tierra sin pan. Un proceso crucial en su formación como artista y como persona. “A Las Hurdes entra Luis y sale Buñuel”.
Esta cinta de animación inicia con un grupo de intelectuales reunidos en un café, discutiendo sobre el sentido del arte y el motivo de su existencia. El quehacer del artista. Cortamos a un Buñuel orgulloso en un cine, viendo al público enfurecido desde el fondo de la sala por las escandalosas imágenes de La edad de oro. A partir de ahí, se elabora el argumento desde las oportunidades retiradas por los estudios al realizador y cómo las condiciones de vida, así como la ayuda recibida de su amigo Ramón Acín -productor de Las Hurdes- tras un hecho afortunado, le motivan/fuerzan a adelantar este documental.
A primera impresión, la estructura de este filme demuestra que, hablando de técnicas de animación, realmente no se requiere un ostentoso “3D” para reforzar un discurso audiovisual cuando se tiene una trama sólida y bien construida. Los dibujos son bastante básicos, apenas con los trazos para denotar gesticulaciones y con una paleta de colores simple; es el desarrollo que resulta sumamente nutrido al ahondar en la formación de Buñuel desde la infancia con un padre desinteresado, yendo hacia su preocupación de ser segundón ante Dalí el gran surrealista y su metódica obsesión en la dirección.
Estos matices sirven para hacer contrastes entre la personalidad conocida del Buñuel consolidado y estos primeros pasos de su carrera. De hecho, fungen como una interesante exploración a los conflictos internos de un genio. Lo ordinario del genio, mostrado como un hombre común con demonios y contradicciones.
Además, se revelan algunos detalles de este falso documental -así referido por su propio autor-, pues, si bien cuenta con material filmado que es totalmente verídico, hubo situaciones preparadas para agregar sustancia dramática al material. “¡No es un documental, es una recreación dramática de los hechos!”. Y es en estos momentos, cuando se recrea el rodaje, donde se intercalan fragmentos reales del material de Las Hurdes con el relato ficcional animado. No vemos en metraje a un chivo caer, sino un dibujo alusivo. Una forma ingeniosa de jugar con los formatos. Dependiendo de la óptica, ambas son ficciones.
Buñuel en el laberinto de las tortugas es un sensato trastocamiento de una figura imprescindible para la cinematografía, pues da una perspectiva completa de una creación con ciertas cuestiones morales y que resultó precursora de Los olvidados. También, es una reivindicación merecida para la figura de Ramón Acín, persona fundamental en la carrera de Luis Buñuel y personaje oscurecido por la historia. Sin él, no hay Las Hurdes; sin Las Hurdes, no hay cineasta posterior.
Luis Buñuel es uno de los grandes exponentes del cine mundial. Es uno de los tres directores que tienen una película reconocida como Memoria del Mundo por la Unesco -la obra maestra Los olvidados (1950)- y una referencia obligada para comprender los matices surrealistas, junto con su excompañero, Salvador Dalí.
Sin embargo, aún con potencial de genio, Luis Buñuel no siempre fue el virtuoso cineasta que ahora es admirado. Buñuel en el laberinto de las tortugas, ópera prima de Salvador Simó, expone al joven Luis en la época entre la polémica desatada por La edad de oro y su siguiente trabajo: Las Hurdes, Tierra sin pan. Un proceso crucial en su formación como artista y como persona. “A Las Hurdes entra Luis y sale Buñuel”.
Esta cinta de animación inicia con un grupo de intelectuales reunidos en un café, discutiendo sobre el sentido del arte y el motivo de su existencia. El quehacer del artista. Cortamos a un Buñuel orgulloso en un cine, viendo al público enfurecido desde el fondo de la sala por las escandalosas imágenes de La edad de oro. A partir de ahí, se elabora el argumento desde las oportunidades retiradas por los estudios al realizador y cómo las condiciones de vida, así como la ayuda recibida de su amigo Ramón Acín -productor de Las Hurdes- tras un hecho afortunado, le motivan/fuerzan a adelantar este documental.
A primera impresión, la estructura de este filme demuestra que, hablando de técnicas de animación, realmente no se requiere un ostentoso “3D” para reforzar un discurso audiovisual cuando se tiene una trama sólida y bien construida. Los dibujos son bastante básicos, apenas con los trazos para denotar gesticulaciones y con una paleta de colores simple; es el desarrollo que resulta sumamente nutrido al ahondar en la formación de Buñuel desde la infancia con un padre desinteresado, yendo hacia su preocupación de ser segundón ante Dalí el gran surrealista y su metódica obsesión en la dirección.
Estos matices sirven para hacer contrastes entre la personalidad conocida del Buñuel consolidado y estos primeros pasos de su carrera. De hecho, fungen como una interesante exploración a los conflictos internos de un genio. Lo ordinario del genio, mostrado como un hombre común con demonios y contradicciones.
Además, se revelan algunos detalles de este falso documental -así referido por su propio autor-, pues, si bien cuenta con material filmado que es totalmente verídico, hubo situaciones preparadas para agregar sustancia dramática al material. “¡No es un documental, es una recreación dramática de los hechos!”. Y es en estos momentos, cuando se recrea el rodaje, donde se intercalan fragmentos reales del material de Las Hurdes con el relato ficcional animado. No vemos en metraje a un chivo caer, sino un dibujo alusivo. Una forma ingeniosa de jugar con los formatos. Dependiendo de la óptica, ambas son ficciones.
Buñuel en el laberinto de las tortugas es un sensato trastocamiento de una figura imprescindible para la cinematografía, pues da una perspectiva completa de una creación con ciertas cuestiones morales y que resultó precursora de Los olvidados. También, es una reivindicación merecida para la figura de Ramón Acín, persona fundamental en la carrera de Luis Buñuel y personaje oscurecido por la historia. Sin él, no hay Las Hurdes; sin Las Hurdes, no hay cineasta posterior.