Cena revive viejas glorias del Cine Olimpia

POR: MARÍA DEL CARMEN VARELA

29-03-2019 14:34:29

Cena Cine Olimpia


Una luminosa marquesina anuncia la función, una alfombra roja comienza el viaje y tras un telón la magia comienza; el pachuco de El rey del barrio, la diva María Félix en un entallado vestido de encaje, y el motociclista Pedro Chávez de A toda máquina, se cruzan con los invitados en medio de una lluvia de “flashes” de la prensa.

El restaurante-escuela Zéfiro de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ) está de manteles largos y para celebrar 10 años de una naciente pero sólida tradición culinaria, ha organizado este año su cena temática en honor del Olimpia, el cine más antiguo de todo el país.


En el interior, las paredes lucen adornadas con entrañables rostros de la llamada Época de Oro del Cine Nacional, Blanca Estela Pavón convive al lado de Ninón Sevilla, quien no muy lejos parece ser observada por el chulo Wolf Rubisnkis; Joaquín Pardavé, Arturo de Córdova, Jorge Negrete y Germán Valdés “Tin Tán” son otros testigos mudos del agasajo.


Un emblemático campaneo se escucha de pronto para recordar que el Olimpia (1921) en algún momento albergó las primeras transmisiones de la XEW, La voz de la América Latina desde México; entonces las guitarras y voces del Trío Juglares se apoderan del ambiente con temas como Contigo, Sin ti y Lágrimas negras, emulando a Los Panchos.


Vestidos a la usanza de los años 30, ellas por completo de negro y ellos con camisa blanca, colorida corbata y tirantes, hostess y meseros desfilan por las mesas tomando orden a los comensales que esperan entre asombrados y complacidos el inicio de la desgustación, que como cada año resulta un deleite a los sentidos.


Cena Olimpia


Con “La guayaba y la tostada”, inspirada en personajes de la película Nosotros los pobres (1948), arranca el desfile de exquisiteces representativas de la gastronomía mexicana contemporánea que presenta ingredientes tradicionales con el refinamiento que demanda la jerarquía internacional de nuestra cocina.


Un cuadrito de tostada de maíz relleno de papa con chorizo, con salsa borracha de pulque, es la cortesía que da paso a la entrada, un crujiente tlacoyo con estofado de res, sobre salsa de tomate verde y verduras en escabeche, que hacen alusión a “Tin Tán”, en la película El rey del barrio, de 1950.


La sopa es de Pavo con guarnición de tocino y papel de pimiento morrón amarillo, para recordar a Macario, película de 1960, en alusión al poderoso líquido que es dado a Macario para curar personas y que lo mismo tenía que ver con la muerte, el demonio y Dios.


Agustín Lara, el llamado “Flaco de oro” suena de fondo mientras aparecen en la mesa Los tres huastecos, un pescado impregnado en hoja santa, acompañado de salsa chilpán, olla veracruzana y enchilada potosina, para representar a la triada de personajes interpretados por Pedro Infante para la cinta de 1948, que dio nombre al plato.


Como suele ocurrir en los servicios gourmet, la cereza del pastel es el postre, un mousse de tequila, geleé de xoconostle, biscuit de téjate y sorbete de gardenia, elegantemente presentado, un “Amorcito corazón”, con el que los comensales quedamos tan extasiados como lo hiciera Blanca Estela Pavón cuando este tema le es cantado por Pedro Infante en la película Nosotros los pobres, de 1948.


Cena Zefiro Claustro


Aparece un pachuco para saludar a la concurrencia y repartir unos pesos que luego habrán de servir para “hacer el gasto” a los camareros que en lugar de cigarros reparten algunas semillas caramelizadas que despiden poco a poco a los comensales, en medio de un nuevo ciclo de música de los años 30 y 40.


El ajetreo en la cocina va mermando, no así el ánimo de los chicos que participan en esta cena como parte de su práctica culinaria y que habrán de ofrecer dos eventos más este viernes y sábado para un promedio de 120 comensales cada día.


Por unas horas más, este equipo de entusiastas permitirá al público revivir viejas glorias del Cine Olimpia, demolido en 2002, pese a su historia de esplendor que inicia en 1919 cuando el internacional Enrico Caruso pone su primera piedra y donde la emblemática Ana Pavlova ejecutó su legendaria coreografía sobre “El jarabe tapatío”.



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