Belzebuth: El horror como debe ser
POR: SAÚL ARELLANO MONTORO
10-01-2019 13:44:30
Luego de tres años de espera, que sin duda valieron la pena, llega a las salas del país el tercer largometraje de Emilio Portes que deja atrás la comedia de terror – muy frecuente en el cine británico de los años sesenta - para entrar de lleno en un género que lo recibe con los “ataúdes abiertos”: El Terror.
CUANDO EL TERROR NO TIENE FRONTERAS
La película establece la narrativa desde el principio alterando la mente del espectador con una serie de asesinatos brutales que resultan ser la constante del filme. Más por una cuestión que tiene que ver con la humanidad que con lo sobrenatural – lo que resulta aún más aterrador – Portes nos lleva de la mano por un camino donde no hay vuelta atrás para irnos metiendo en terrenos cada vez más oscuros y escabrosos del enfrentamiento natural entre lo racional y lo sobrenatural para luego soltarnos a nuestra suerte una vez que se establece un escenario demoníaco donde los creyentes tienen como única defensa la fe.
Es interesante y de llamar la atención que se haya seleccionado la frontera y todo lo que ello significa para ubicarla como escenario de la historia y poder involucrar lo que resulta agresor a la sociedad como delincuencia organizada y que, irónicamente, es el instrumento que utilizan los representantes del bien para terminar con el mal sobrenatural en la metáfora que resulta un narco-túnel como “camino a la redención”. Y pese a ser una película desarrollada en la frontera México-Estados Unidos, el lenguaje del terror utilizado no se encasilla como “mexicano” justamente por el tema que Portes nos presenta que puede ubicarse en cualquier parte del mundo y en cualquier momento.
Lo que si tiene una manufactura totalmente mexicana es la forma en la atmósfera con la que nos cuenta la historia.
EVOCANDO LA TRADICIÓN MEXICANA DEL CINE DE TERROR
Es imposible negar que México tuvo una época sobresaliente en el género del terror; películas donde las atmósferas y lo sutil era lo que mantenía al espectador al borde de la butaca. Desde las primeras películas en los años 30 como LA LLORONA (1933), de Ramón Peón, o EL FANTASMA DEL CONVENTO (1934), de Fernando de Fuentes, hasta la década de los 60 con HASTA EL VIENTO TIENE MIEDO, de Carlos Enrique Taboada, o EL ESCAPULARIO, de Servando González ambas de 1968 - por mencionar unas pocas - son el claro ejemplo que en México hay realizadores que desde siempre han sabido desarrollar con un sello tanto personal como regional las historias de terror. Este es el cine con el que creció –como otros tantos mexicanos apasionados del género – Emilio Portes y que supo amalgamar con la pasión generacional del cine de los años 80 de terror estadounidense del Slasher para crear una propuesta personal que permite asustar a espectadores de varias generaciones porque su cinta cuenta con elementos que, aunque reconocidos en otras cintas, son efectivos y crean un sello particular en BELZEBUTH otorgándole la fuerza necesaria para lograr su cometido: ASUSTAR de buena y disfrutable forma.
LLEGA EL DIABLO Y TODO LO DESCOMPONE
El único “pero” que tiene BELZEBUTH es lo que ya conocemos del cine de Portes: Alarga demasiado el final rompiendo el ritmo que llevábamos en la cinta. Esto lo venimos viendo – y señalando – desde su cortometraje HUGOOOL (2004) hasta su largo PASTORELA (2011) en algo que parece ya se convirtió en un sello personal; darle tiempo de más a una secuencia a la que se le pueden quitar minutos y resultar más concreta, más contundente y que no afectaría en nada la historia para el espectador que ya quedo listo para el final de la historia sin necesidad de agregar más. Al menos, eso es algo que un servidor ha visto en todas las películas de Emilio Portes y me hace seguir preguntando “¿Ya va a acabar?”.
EN RESUMEN
BELZEBUTH entra por derecho propio a la lista de impecables películas de terror hechas en México. Con una narrativa que retoma lo mejor de la tradición del género en este país mezclado con la visión retadora de utilizar elementos generacionales populares para formar un estilo personal que como película le permite establecerse como única en el género no solo mexicano sino de la cinematografía mundial. Emilio Portes ha logrado en su película que el género de un paso adelante y se coloque como una opción más del horror a nivel mundial porque no busca imitar para que sea aceptada per se sino proponer para que sea considerada como algo diferente a lo establecido y visto antes.
Algo que ya hacía falta en las pantallas de México.
Luego de tres años de espera, que sin duda valieron la pena, llega a las salas del país el tercer largometraje de Emilio Portes que deja atrás la comedia de terror – muy frecuente en el cine británico de los años sesenta - para entrar de lleno en un género que lo recibe con los “ataúdes abiertos”: El Terror.
CUANDO EL TERROR NO TIENE FRONTERAS
La película establece la narrativa desde el principio alterando la mente del espectador con una serie de asesinatos brutales que resultan ser la constante del filme. Más por una cuestión que tiene que ver con la humanidad que con lo sobrenatural – lo que resulta aún más aterrador – Portes nos lleva de la mano por un camino donde no hay vuelta atrás para irnos metiendo en terrenos cada vez más oscuros y escabrosos del enfrentamiento natural entre lo racional y lo sobrenatural para luego soltarnos a nuestra suerte una vez que se establece un escenario demoníaco donde los creyentes tienen como única defensa la fe.
Es interesante y de llamar la atención que se haya seleccionado la frontera y todo lo que ello significa para ubicarla como escenario de la historia y poder involucrar lo que resulta agresor a la sociedad como delincuencia organizada y que, irónicamente, es el instrumento que utilizan los representantes del bien para terminar con el mal sobrenatural en la metáfora que resulta un narco-túnel como “camino a la redención”. Y pese a ser una película desarrollada en la frontera México-Estados Unidos, el lenguaje del terror utilizado no se encasilla como “mexicano” justamente por el tema que Portes nos presenta que puede ubicarse en cualquier parte del mundo y en cualquier momento.
Lo que si tiene una manufactura totalmente mexicana es la forma en la atmósfera con la que nos cuenta la historia.
EVOCANDO LA TRADICIÓN MEXICANA DEL CINE DE TERROR
Es imposible negar que México tuvo una época sobresaliente en el género del terror; películas donde las atmósferas y lo sutil era lo que mantenía al espectador al borde de la butaca. Desde las primeras películas en los años 30 como LA LLORONA (1933), de Ramón Peón, o EL FANTASMA DEL CONVENTO (1934), de Fernando de Fuentes, hasta la década de los 60 con HASTA EL VIENTO TIENE MIEDO, de Carlos Enrique Taboada, o EL ESCAPULARIO, de Servando González ambas de 1968 - por mencionar unas pocas - son el claro ejemplo que en México hay realizadores que desde siempre han sabido desarrollar con un sello tanto personal como regional las historias de terror. Este es el cine con el que creció –como otros tantos mexicanos apasionados del género – Emilio Portes y que supo amalgamar con la pasión generacional del cine de los años 80 de terror estadounidense del Slasher para crear una propuesta personal que permite asustar a espectadores de varias generaciones porque su cinta cuenta con elementos que, aunque reconocidos en otras cintas, son efectivos y crean un sello particular en BELZEBUTH otorgándole la fuerza necesaria para lograr su cometido: ASUSTAR de buena y disfrutable forma.
LLEGA EL DIABLO Y TODO LO DESCOMPONE
El único “pero” que tiene BELZEBUTH es lo que ya conocemos del cine de Portes: Alarga demasiado el final rompiendo el ritmo que llevábamos en la cinta. Esto lo venimos viendo – y señalando – desde su cortometraje HUGOOOL (2004) hasta su largo PASTORELA (2011) en algo que parece ya se convirtió en un sello personal; darle tiempo de más a una secuencia a la que se le pueden quitar minutos y resultar más concreta, más contundente y que no afectaría en nada la historia para el espectador que ya quedo listo para el final de la historia sin necesidad de agregar más. Al menos, eso es algo que un servidor ha visto en todas las películas de Emilio Portes y me hace seguir preguntando “¿Ya va a acabar?”.
EN RESUMEN
BELZEBUTH entra por derecho propio a la lista de impecables películas de terror hechas en México. Con una narrativa que retoma lo mejor de la tradición del género en este país mezclado con la visión retadora de utilizar elementos generacionales populares para formar un estilo personal que como película le permite establecerse como única en el género no solo mexicano sino de la cinematografía mundial. Emilio Portes ha logrado en su película que el género de un paso adelante y se coloque como una opción más del horror a nivel mundial porque no busca imitar para que sea aceptada per se sino proponer para que sea considerada como algo diferente a lo establecido y visto antes.
Algo que ya hacía falta en las pantallas de México.