Número 37: la ciudad divina en el suspenso
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
01-10-2018 17:48:25
Si tras leer el título pensaron en Ciudad de Dios (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002), pensaron bien porque esa es una de las referencias principales de Número 37, cortometraje convertido en ópera prima de Nosipho Domisa. Aunque el desarrollo de ésta es bastante diferente a la cinta brasileña.
Número 37 narra la desafortunada existencia de Randal Hendricks (excelente Irshaad Ally), recientemente parapléjico por una golpiza tras un mal negocio, quien se involucra malamente con la mafia de su vecindario para poder pagar otra deuda.
Al estar ubicada en un barrio bajo de Sudáfrica, la representación de las condiciones de vida denotan un nivel muy bajo, con predominante pobreza y delincuencia entre los habitantes. Es aquí donde vemos las similitudes con el filme de Meirelles y Lund, el cual aborda la vida en una favela donde manda la famosa Ley de Herodes (usted sabe cómo va), la ilegalidad y la búsqueda de una mejor vida a cualquier costo.
Esta exposición de la vida en un distrito pobre de África también sirve para fundamentar una ligera, pero estructurada crítica. Se muestra el ilícito normalizado, la extrañeza hacia la sanidad, la corrupción en las estructuras de gobierno, la supervivencia en el día a día. Un vistazo a las múltiples ciudades de Dios en ese continente.
El otro eco mayor es la obra maestra hitchockiana La ventana indiscreta (1954), historia que va sobre la paranoia de un hombre que imagina cosas por espiar a sus vecinos a través de su ventana con unos binoculares. Esos binoculares aquí aparecen como regalo a Randal de su novia Pam (Monique Rockman), y que sirven para iniciar con el hilo conductor del argumento: las repercusiones por el chantaje a un poderoso mafioso del lugar; además de otra subtrama ubicada en los celos y la paranoia de Randal por sospechas de una infidelidad de Pam, potenciada por la frustración de su vigor masculino afectado por su discapacidad.
Todo este nutrido discurso está contenido en un virtuoso thriller que aprovecha todos los elementos de su argumento para una sobresalir en la construcción de la tensión en un escenario ya angustiante de por sí. Desde el aparententemente inminente destino incorregible de Randal, sus problemas relacionales y conflictos personales, su nuevo involucramiento con criminales y un desenlace que, a mi parecer, pudo haber aprovechado la crueldad de su entorno, las piezas narrativas encajan con gran provecho para generar este interesante híbrido entre el suspenso y el comentario sociocultural.
¿Cómo es que esta mezcla funciona con tal acierto? Tiene sentido, pues ¿qué hay más terrorífico y desesperante que la propia realidad? No hay escenario ficticio alguno que sea tan escalofriante como las posibilidades factuales. Conciba la idea de ser herido al punto de perder totalmente la movilidad en las piernas o ser perseguido por un maleante con recursos para acabar la vida de sus seres queridos y la suya. El terror verosímil es el más auténtico, y eso se transmite desde la pantalla.
Esta película compone un eficaz suspense que incluye un pertinente discurso de denuncia social, y que aparte utiliza y respeta a las grandes obras que refiere. Resulta impresionante que Número 37 sea un primer largometraje, pues con este inicio, la carrera de Domisa se pone en nota alta para seguirla con expectación.
Si tras leer el título pensaron en Ciudad de Dios (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002), pensaron bien porque esa es una de las referencias principales de Número 37, cortometraje convertido en ópera prima de Nosipho Domisa. Aunque el desarrollo de ésta es bastante diferente a la cinta brasileña.
Número 37 narra la desafortunada existencia de Randal Hendricks (excelente Irshaad Ally), recientemente parapléjico por una golpiza tras un mal negocio, quien se involucra malamente con la mafia de su vecindario para poder pagar otra deuda.
Al estar ubicada en un barrio bajo de Sudáfrica, la representación de las condiciones de vida denotan un nivel muy bajo, con predominante pobreza y delincuencia entre los habitantes. Es aquí donde vemos las similitudes con el filme de Meirelles y Lund, el cual aborda la vida en una favela donde manda la famosa Ley de Herodes (usted sabe cómo va), la ilegalidad y la búsqueda de una mejor vida a cualquier costo.
Esta exposición de la vida en un distrito pobre de África también sirve para fundamentar una ligera, pero estructurada crítica. Se muestra el ilícito normalizado, la extrañeza hacia la sanidad, la corrupción en las estructuras de gobierno, la supervivencia en el día a día. Un vistazo a las múltiples ciudades de Dios en ese continente.
El otro eco mayor es la obra maestra hitchockiana La ventana indiscreta (1954), historia que va sobre la paranoia de un hombre que imagina cosas por espiar a sus vecinos a través de su ventana con unos binoculares. Esos binoculares aquí aparecen como regalo a Randal de su novia Pam (Monique Rockman), y que sirven para iniciar con el hilo conductor del argumento: las repercusiones por el chantaje a un poderoso mafioso del lugar; además de otra subtrama ubicada en los celos y la paranoia de Randal por sospechas de una infidelidad de Pam, potenciada por la frustración de su vigor masculino afectado por su discapacidad.
Todo este nutrido discurso está contenido en un virtuoso thriller que aprovecha todos los elementos de su argumento para una sobresalir en la construcción de la tensión en un escenario ya angustiante de por sí. Desde el aparententemente inminente destino incorregible de Randal, sus problemas relacionales y conflictos personales, su nuevo involucramiento con criminales y un desenlace que, a mi parecer, pudo haber aprovechado la crueldad de su entorno, las piezas narrativas encajan con gran provecho para generar este interesante híbrido entre el suspenso y el comentario sociocultural.
¿Cómo es que esta mezcla funciona con tal acierto? Tiene sentido, pues ¿qué hay más terrorífico y desesperante que la propia realidad? No hay escenario ficticio alguno que sea tan escalofriante como las posibilidades factuales. Conciba la idea de ser herido al punto de perder totalmente la movilidad en las piernas o ser perseguido por un maleante con recursos para acabar la vida de sus seres queridos y la suya. El terror verosímil es el más auténtico, y eso se transmite desde la pantalla.
Esta película compone un eficaz suspense que incluye un pertinente discurso de denuncia social, y que aparte utiliza y respeta a las grandes obras que refiere. Resulta impresionante que Número 37 sea un primer largometraje, pues con este inicio, la carrera de Domisa se pone en nota alta para seguirla con expectación.